
LAS CANCIONES DE TU ADOLESCENCIA NUNCA TE SUELTAN, Y LA CIENCIA YA SABE POR QUÉ. Lo que escuchamos entre los 16 y 17 años marca nuestro cerebro para siempre.
Así lo reveló un grupo internacional de investigadores liderado por la Universidad de Jyväskylä, en Finlandia, que encuestó a casi 2,000 personas de 84 países sobre la música que más significado personal tenía en sus vidas.
Los científicos describen este fenómeno como el “bache de la reminiscencia”, un periodo en el que el cerebro adolescente está especialmente preparado para absorber experiencias cargadas de emoción, como las canciones.
La neurocientífica Iballa Burunat, autora principal del estudio, lo explica así:
“El cerebro adolescente es como una esponja, impulsado por la curiosidad y el deseo de recompensa, pero sin un filtro completamente desarrollado. Por eso, las experiencias emocionales fuertes (como las canciones que amamos) se graban más vívidamente y dejan una huella duradera”.
Según Burunat, la música en la adolescencia no solo acompaña los recuerdos: los define. Este efecto explica por qué muchas personas siguen volviendo, una y otra vez, a los sonidos de su juventud.
El estudio encontró además una diferencia de género en la memoria musical. Para los hombres, el “bache de la reminiscencia” se alcanza alrededor de los 16 años, mientras que en las mujeres ocurre más tarde, después de los 19.
Aunque la investigación no profundizó en las causas, los expertos sugieren que esto podría deberse a cómo se forman las identidades musicales.
Los hombres tienden a definir su gusto musical antes, como parte de su búsqueda de independencia y conexión con sus pares. Las mujeres, en cambio, construyen vínculos musicales más gradualmente, ligados a relaciones emocionales y etapas sociales clave.
También influyen los géneros preferidos: los adolescentes suelen inclinarse por estilos intensos o rebeldes, mientras que las mujeres tienden a explorar una gama más amplia, del pop al soul o los clásicos, usando la música como herramienta para reforzar lazos afectivos. Esta diversidad podría explicar por qué su pico de memoria musical ocurre más tarde.
El estudio también sugiere que nuestra relación con la música cambia con los años.
En los hombres, las canciones de la adolescencia permanecen como un ancla emocional constante. En las mujeres, ese lazo evoluciona, especialmente después de los 40, cuando las canciones más significativas pueden ser las que acompañan nuevas etapas, relaciones o procesos de crecimiento personal.
Sin embargo, hay un fenómeno que trasciende edad y género: muchas personas desarrollan un fuerte apego a música de décadas anteriores a su nacimiento, generalmente de unos 25 años atrás. Los investigadores llaman a esto el “bache de reminiscencia en cascada”, una suerte de herencia cultural marcada por la música que padres, familiares o íconos del pasado transmiten.
Burunat lo resume con una metáfora:
“La música es como un aroma: evade el lenguaje y revive un momento del pasado de forma inmediata. Pero a diferencia de un olor, la música se despliega en el tiempo, con ritmo, melodía y estructura. Es esa secuencia la que la convierte en una máquina del tiempo y una narradora de historias”.
Lo que el estudio deja claro es que la música no es solo entretenimiento, sino una fuerza que moldea la memoria, la identidad y las emociones humanas. N
(Con información de Maria Azzurra Volpe / Newsweek Internacional)