Esta situación, más allá de ser un inconveniente visual o sanitario, nos lleva a reflexionar sobre el tejido social de una ciudad en constante transformación.
Para entender este fenómeno desde una perspectiva histórica y cultural, resulta útil recurrir a autores como Bernard Lepetit y Maurice Agulon, quienes analizaron la construcción del espacio urbano y su relación con los comportamientos colectivos. Lepetit, en su obra Les Formes de l’expérience, subrayó que la ciudad es un espacio moldeado por las acciones cotidianas de sus habitantes, donde incluso los gestos más simples, como el cuidado del entorno, impactan en el orden social. Dejar los excrementos de las mascotas en la vía pública no es solo una omisión, sino una transgresión de las normas implícitas de convivencia urbana.
Los espacios públicos son escenarios de interacción donde las normas y valores se negocian constantemente
Por su parte, Maurice Agulon, en sus estudios sobre las prácticas sociales en la vida cotidiana, destacó que los espacios públicos son escenarios de interacción donde las normas y valores se negocian constantemente. El hecho de que en Tijuana una proporción significativa de los dueños de mascotas no recoja los desechos de sus animales puede interpretarse como una falta de internalización de estas normas compartidas, lo que afecta la cohesión social y la percepción del espacio público.
La acumulación de excremento en calles, banquetas y parques no solo es una molestia para los transeúntes, sino que también representa riesgos sanitarios. Las heces de perro pueden ser portadoras de parásitos y bacterias que afectan tanto a humanos como a otros animales. A esto se suma el impacto ambiental, pues durante la temporada de lluvias, estos desechos terminan en los sistemas de drenaje, agravando la contaminación.
Es necesario fomentar una cultura de responsabilidad individual
La solución, sin embargo, no puede reducirse únicamente a sanciones por parte de las autoridades. Como apuntan Lepetit y Agulon, la transformación del espacio público requiere un cambio en las prácticas cotidianas y en la percepción colectiva del entorno. Es necesario fomentar una cultura de responsabilidad individual que permita mantener la limpieza de los espacios compartidos, promoviendo el respeto por la ciudad y sus habitantes.
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En Tijuana, el problema del excremento de perro es un reflejo de la convivencia urbana y de los desafíos de una sociedad en crecimiento. Resolverlo implica no solo medidas prácticas, como el uso de bolsas y la disposición adecuada de los desechos, sino también un esfuerzo por fortalecer el sentido de comunidad y el compromiso con el espacio público. Como bien señalaron los historiadores, la vida urbana no solo se construye con edificios y calles, sino con las acciones y valores de quienes la habitan. N