La crianza de niños abarca un conjunto de prácticas, valores y actitudes que los padres implementan para ayudar a los menores a crecer en un ambiente seguro. Ahora un nuevo estudio, realizado por científicos de Estados Unidos e Inglaterra, reveló que la forma en que se cría a los hijos puede moldear sus cerebros.
Los neurocientíficos probaron el efecto de una crianza cálida, en comparación con estilos más duros (definidos como receptivos versus psicológica o físicamente agresivos), en los cerebros y la salud mental de 173 jóvenes, de entre 3 y 21 años de edad.
Descubrieron que la “arquitectura” de los cerebros era diferente, dependiendo de cómo había sido criado el joven, lo que afectaba la conectividad y especialización de diferentes regiones del cerebro y cómo los niños procesaban las emociones.
Los neurocientíficos descubrieron que la crianza severa en la primera infancia se asoció con diferencias generalizadas en el desarrollo del cerebro, y la crianza severa en la infancia posterior se asoció con diferencias en partes más específicas del cerebro relacionadas con la regulación emocional.
Quienes recibieron una crianza más cálida en la niñez media tendieron a tener diferencias en partes específicas del cerebro relacionadas con las emociones, y reportaron niveles más bajos de ansiedad y depresión durante la pandemia de covid-19.
Los científicos utilizaron datos del Estudio sobre el Futuro de las Familias y el Bienestar Infantil, recopilados entre febrero de 1998 y junio de 2021, y que involucraron a familias de bajos ingresos de Detroit, Toledo (Ohio) y Chicago, en Estados Unidos.
LA CRIANZA PSICOLÓGICAMENTE AGRESIVA
A los 3, 5 y 9 años, los padres y algunos observadores externos informaron sobre los estilos de crianza de las familias, desde duros hasta cálidos. Cuando los niños cumplieron 15 años se les escaneó el cerebro con imágenes por resonancia magnética (IRM) para comprender la forma y la estructura de su cerebro y, a los 21 años, los jóvenes informaron sus propios síntomas de ansiedad y depresión.
Como este estudio utilizó una cantidad significativa de datos autoinformados, es posible que los resultados tuvieran algunas imprecisiones o sesgos. Sin embargo, cuando el equipo analizó sus datos, encontró diferencias significativas en la arquitectura cerebral asociadas con estilos de crianza particulares.
En concreto, la crianza psicológicamente agresiva durante la primera infancia (3 años) se asoció con una segregación en todo el cerebro (lo que significa que las áreas del cerebro estaban más especializadas para funciones específicas) y con un mundo pequeño, en el que la mayoría de las regiones del cerebro no estaban conectadas directamente. Sin embargo, se podía llegar a ellas en unos pocos pasos, lo que permitía la comunicación entre diferentes áreas del cerebro.
En la infancia avanzada (a los 9 años), la crianza psicológicamente agresiva se asoció con una menor conectividad entre la corteza prefrontal (que participa en la toma de decisiones, el razonamiento y el control de las emociones) y la amígdala, que es clave para procesar las emociones, especialmente el miedo y el estrés. Una mejor conectividad entre estas áreas se asocia con una mejor gestión de nuestras emociones.
LA CRIANZA AFECTUOSA EN LOS NIÑOS
La crianza afectuosa durante la niñez media (5 años) se asoció con una mayor centralidad de la amígdala (es decir, que la amígdala desempeñaba un papel más importante en el procesamiento de las emociones) y una menor centralidad de la corteza prefrontal. Esto podría hacer que un niño sea más reactivo o esté más impulsado por las emociones.
Este estudio sobre la crianza en niños fue realizado por científicos de la Universidad de Michigan, la Universidad de Maryland, la Universidad de Yale (Connecticut), el Hospital General de Massachusetts, la Facultad de Medicina de Harvard, la Universidad de Purdue (Indiana), la Universidad del Oeste de Inglaterra (Reino Unido) y la Universidad de Columbia (Nueva York). N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)