Las guerras, las dificultades económicas y los fenómenos climáticos extremos han impedido que el hambre retroceda en 2023, afectando a 733 millones de personas, más de un 9 por ciento de la población mundial, indicaron cinco agencias de la ONU este miércoles 24 de julio.
La situación no es la misma en todo el mundo. El número de personas que pasan hambre aumentó en África, se estabilizó en Asia y se redujo en América Latina y el Caribe, donde 41 millones de personas pasaron hambre en 2023.
África es de lejos la región con mayor porcentaje de población que se enfrenta al hambre, con un 20.4 por ciento. En Asia es del 8.1 por ciento, en Oceanía del 7.3 por ciento y en América Latina y el Caribe del 6.2 por ciento.
Las conclusiones están expuestas en un informe conjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El documento subraya que la inseguridad alimentaria crónica aumenta de manera general desde 2016-2017, según David Laborde, economista de la FAO y coautor del informe titulado “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”.
La situación empeoró con el covid-19 en 2020 y 2021. Desde entonces, la proporción de la población que no tiene las suficientes calorías para llevar una vida normal se ha mantenido al mismo nivel. Con esta tendencia, el objetivo adoptado hace nueve años por Naciones Unidas para eliminar el hambre en el mundo en 2030 parece cada vez más difícil de alcanzar.
INSEGURIDAD ALIMENTARIA MODERADA O GRAVE
Cerca de 2,330 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave en 2023, lo que implica que tuvieron que saltarse alguna comida de vez en cuando. Y más de un tercio de la población mundial no puede acceder a una dieta saludable, un 72 por ciento de ellos en los países de bajo ingresos.
Aunque la economía se ha recuperado tras la pandemia, “persisten desigualdades entre los países y dentro de aquellos”, sostiene Laborde. Las tensiones geopolíticas también juegan un papel, “con conflictos que no van a desaparecer” y “el cambio climático empieza a golpearnos con fuerza en todos los continentes”, añade.
El economista lamenta que pese a que “el problema ha crecido” y que las “causas fundamentales se han agudizado (como las guerras)”, no se ha puesto en marcha “un gran plan” para aumentar los fondos destinados a la lucha contra el hambre. El informe, presentado durante una cumbre del G20 en Brasil, propone remediar esta situación con una reforma de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición.
Esta reforma debe empezar con una definición común de la financiación, para que todos los actores se basen en los mismos criterios. Según las estimaciones actuales, teóricamente harían falta entre 176,000 millones y 3,975 billones de dólares para erradicar el hambre de aquí a 2030.
“La seguridad alimentaria y de nutrición no solo es la distribución de bolsas de arroz en situación de urgencia. También pasa por ayudar a pequeños agricultores o permitir que una zona rural disponga de suficiente electricidad para su sistema de riego”, subraya Laborde.
EL HAMBRE POR LAS GUERRAS Y LAS NECESIDADES DE LAS POBLACIONES LOCALES
Los donantes, las agencias internacionales, las ONG y las fundaciones también deben coordinarse mejor, recomienda el informe. “La actual arquitectura de la financiación se encuentra muy fragmentada y hay una falta de consenso en torno a lo que debe financiarse. La consecuencia de ello es una gran cantidad de pequeñas actividades de ayuda no coordinadas”, apunta.
Otro punto débil del sistema actual es que las intenciones de los donantes no se corresponden necesariamente con las necesidades de las poblaciones locales, refiere el informe.
Laborde cita el ejemplo de los donantes que decidieron suspender la ayuda al Sahel por la situación geopolítica de la zona, cuando las poblaciones la necesitan fuertemente.
El informe también invita a desarrollar instrumentos financieros que combinen fondos públicos y privados para animar a los agentes privados a invertir en seguridad alimentaria, fuente de productividad y estabilidad política, limitando al mismo tiempo sus riesgos.
“No hay tiempo que perder, ya que el coste de la inacción supera con creces el coste de las acciones recomendadas en este informe”, concluye el documento. N
(Con información de AFP)