La idea de un mundo en el que imperen los intereses comunes, la cooperación, la defensa de los derechos humanos, el respeto a las instituciones y al estado de derecho, así como la consolidación de la democracia con sus subsecuentes expresiones de libertad, parece cada vez más una utopía en el mundo actual.
Pensar en sociedades más justas y equitativas en las que se promueva el desarrollo humano en todas sus dimensiones y se superen las desigualdades tal y como lo planteara Amartya Sen hace ya algunas décadas es tema recurrente de los políticos prácticamente en todos los países, incluso hacen eco de ello instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
No obstante, la realidad dista mucho de aproximarse a su concreción por más agendas de desarrollo que se planeen, como lo fueron los Objetivos del Milenio y los ahora vigentes Objetivos de Desarrollo Sostenible de la llamada Agenda 2030. El mundo actual avanza cada día en sentido opuesto, y la pobreza, la marginación y la polarización se agudizan, así como la inseguridad.
La democracia está en crisis tanto en países desarrollados como en los del llamado sur global. Elevadas sumas de recursos se gastan en procesos electorales en los que lo que menos cuenta es la voluntad de los votantes.
GOBIERNOS AUTORITARIOS PRODUCTO DE GOLPES DE ESTADO
Desde Rusia con el reiterado y muy cuestionado triunfo de Vladimir Putin en las elecciones del pasado mes de marzo, hasta Venezuela, Nicaragua, Cuba y muchos otros Estados en Asia, África e incluso Europa están bajo gobiernos autoritarios producto de golpes de Estado, elecciones ficticias y manipuladas o modificaciones constitucionales para permanecer en el poder.
La democracia se desdibuja y en su lugar se afianza el clientelismo, la demagogia, el populismo, la corrupción y el autoritarismo sin importar si es de derecha, centro o izquierda en las lógicas tradicionales del espectro político. Incluso, estas se desvanecen cuando lo único que importa es hacerse del poder o permanecer en él. México y su crisis democrática actual es un buen ejemplo de esto.
La propia concepción del Estado está en crisis. Distintas instituciones, académicos y centros de investigación se han dado a la tarea de evaluar la estabilidad de los Estados y su capacidad de cumplir con las responsabilidades que le son propias como garantizar la paz, el bienestar de su población y su propia supervivencia.
Estas evaluaciones han dado por resultado una serie de índices en los que destaca el FSIR (Failed States Index Report), Índice de Estados Fallidos, o el FSI (Fragile State Index), Índice de Estados Frágiles. Estos reportes, más allá de la denominación de frágil, fallido, u otras como colapsado, muestran un mapa global de riesgos en los que crece el número de Estados en condición de vulnerabilidad.
¿EL MUNDO ACTUAL CÓMO MIDE A LOS PAÍSES FRÁGILES?
El índice de Estados frágiles del Fondo para la Paz (The Fund for Peace) establece cinco grupos de indicadores para medir el nivel de inestabilidad de los países. Estos indicadores se agrupan en cohesión, políticos, económicos, sociales y transversales, los que incluyen variables como seguridad, estabilidad institucional, estructura de las élites, malestar social, estancamiento económico, falta de desarrollo, emigración, fuga de cerebros, acceso a servicios públicos, derechos humanos, estado de derecho, presión demográfica, desplazados internos y polarización.
Además de lo anterior, otros índices añaden variables como corrupción, criminalidad, delincuencia organizada, inseguridad ciudadana, terrorismo, narcotráfico, pobreza, inflación, desempleo, niveles educativos y además, y muy relevante, la pérdida por parte del Estado del monopolio del uso legítimo de la fuerza, la incapacidad para responder a desastres naturales y emergencias de distinta índole, lo que repercute en pérdida de presencia en el escenario internacional.
El análisis de estos indicadores y las correlaciones entre ellos permiten generar una clasificación que va de los Estados más estables como Noruega, Islandia y Finlandia, hasta los que se encuentran en la situación más crítica y de colapso como Somalia y República Democrática del Congo junto con los demás países del Sahel, así como Yemen, Haití, Somalia, Afganistán, Venezuela y Ucrania, entre muchos más.
La utopía de un mundo de paz es brutalmente aplastada cada día. En Europa los proyectos políticos de derecha y extrema derecha avanzan en más Estados, ahora Portugal se ha sumado a la lista y con ello las políticas ultranacionalistas antiinmigrantes se consolidan.
LA EFÍMERA PAZ PENDE DE UN HILO
Medio Oriente, particularmente Palestina, sufre un genocidio ante la mirada complaciente del mundo actual y de las instituciones que deberían velar por que esto no ocurriera. Y en esta región, Siria, Yemen y Kurdistán han dejado de ser noticia no obstante los continuos enfrentamientos entre todas las facciones.
El continente africano suma el mayor número de Estados fallidos con todas las repercusiones humanitarias y de seguridad que ello conlleva. Asia también es un polvorín al tiempo que China y Rusia disputan un papel hegemónico con Estados Unidos y lo expresan en distintos frentes y conflictos que van de lo económico y comercial hasta lo tecnológico o la guerra abierta como en Ucrania.
América Latina no escapa de este convulso mundo de crisis con su participación en el tráfico global de drogas, armas, su enraizada corrupción y la debilidad institucional. El gran riesgo que enfrentamos es la conjunción de todos estos elementos con el trasfondo de recurrir a las armas nucleares si Europa y la OTAN deciden ampliar su ofensiva contra Rusia, tal y como recientemente lo ha expresado Macron. La efímera paz de nuestros días pende de un hilo. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.