No esperes ver el rostro de Bukele adornando postes y vallas publicitarias en las calles salvadoreñas. Ni pancartas, discursos, mítines, entrevistas o debates televisivos. El silencio absoluto de la campaña del actual jefe de Estado dice mucho más que las propias palabras: Bukele considera que la oposición política no es rival para él y que las elecciones presidenciales inminentes no son más que un hito en el camino.
La sutileza sistemática de su postura frente a estas elecciones deja en claro su mensaje tanto para sus opositores políticos como para sus seguidores. Creer que este no sea el efecto preciso que ha buscado el presidente con su abordaje poco convencional sería una locura, pues dejar las cosas al azar no es el estilo de Bukele.
Con su idiosincrática y característica bravuconada, Bukele comparte reels de su perro en redes mientras sus oponentes piden el voto; casualmente se reúne con Lionel Messi mientras sus rivales publican los detalles de sus promesas de campaña. Las demostraciones habituales de audacia de Bukele se han convertido desde hace tiempo en parte de su marca personal y probablemente llamarían más la atención si no fuera por el hecho de que parece siempre salirse con la suya a pesar de la osadía.
EL MODELO BUKELE
Tras concluir casi un periodo completo del mandatario salvadoreño, se puede afirmar que la fiebre Bukele se ha apoderado de América Latina. La chispa que se encendió en las redes sociales ahora se propaga por las filas políticas y calienta los pensamientos de los jefes de Estado de la región. La nación ms pequeña del continente está en la cresta de una ola más grande que ella misma, una que traspasa fronteras y se adentra en otros ámbitos internacionales.
Hace poco más de cinco años, El Salvador era la capital mundial de los asesinatos. Representaba apenas más que un punto en el mapa, conocido principalmente por su aterradora tasa de homicidios. Saltamos al final de 2023, donde según cifras oficiales del Gobierno, El Salvador cerró el año como el país más seguro de América Latina, con una tasa de homicidios inferior a la de los Estados Unidos y equiparable a la de Canadá.
Todo ello contrasta fuertemente con gran parte del resto de América Latina: la tasa de homicidios de Ecuador se ha disparado en un 500% desde 2016, Perú entró recientemente en estado de excepción luego de un repunte de la delincuencia, y 2023 se registra como el año más mortífero en la historia de Costa Rica, por citar algunos ejemplos.
Es por esto que el Modelo Bukele atrae cada vez más seguidores. Mientras en Chile, Honduras e incluso en ciudades como Los Ángeles se organizan marchas a favor de Bukele, el sector político busca con mayor insistencia tomar algunas páginas de la estrategia del rockstar político.
En septiembre del año pasado, Honduras decretó su propio estado de excepción, sin ocultar su intención de seguir el ejemplo de su país vecino. El sector público peruano también sostiene un debate abierto acerca de los méritos del enfoque Bukele. Costa Rica a su vez sopesa la «bukelización» de sus políticas de seguridad a raíz del reciente repunte de la delincuencia. El recién electo presidente argentino, Javier Milei, ha hecho varias veces referencia al éxito de Bukele en entrevistas televisivas previas y posteriores a su propia elección y aceptó algunos consejos del presidente salvadoreño antes de su toma de posesión. «Necesitamos a Bukele en nuestro país», corean los usuarios de Twitter a lo largo del continente en respuesta a los tuits que publica el presidente.
Mientras tanto, las cifras evidencian claramente la popularidad de Bukele, pues es el único presidente de la historia contemporánea en mantener una tasa de aprobación superior al 90 % durante más de una semana. Su reputación llega hasta los Estados Unidos, país que alberga una comunidad creciente de admiradores a pear de sus subtuits ocasionales hacia el régimen estadounidense… o quizá justamente por esa razón.
Más allá del brillo de la maquinaria impecable de relaciones públicas del mandatario, al adentrarnos en la subcultura del Bukelismo, encontramos el culto a la personalidad que el presidente establece por medio de su marca sumamente minimalista, similar a cualquier fundador de una startup de Silicon Valley, que trasmite casualmente por TikTok sus ideas y proyectos.
La confianza de Bukele en su futuro se ve reforzada por el éxito que considera ha tenido su mandato hasta ahora. Mientras su primer periodo presidencial se ha marcado en gran medida por su implacable combate a las pandillas que habían asolado al país durante décadas, el gobierno de Bukele también ha introducido iniciativas importantes en infraestructura, turismo, el crecimiento del empleo y la adopción del Bitcoin como moneda de curso legal, entre otras medidas.
Pero conforme los planes de Bukele se van desvelando, se impone una pregunta apremiante: ¿el fin siempre justifica los medios?
DEL MARKETING A LA POLÍTICA
Descendiente de migrantes palestinos que se establecieron en El Salvador a principios del siglo XX y llegaron a construir un imperio de empresas en diversos sectores, Bukele creció en la clase alta social y económica del país y asumió la dirección de varias empresas dentro del imperio corporativo familiar, prácticamente al terminar el bachillerato.
Con el camino allanado hacia una carrera como el heredero de un acaudalado magnate empresarial, la idea de postularse para un cargo público habría parecido descabellada inicialmente. Pero en medio de su éxito corporativo, existía una búsqueda por algo mas significativo.
Fue en 2011 cuando el joven de 29 años tomó la decisión de entrar a la política. En ese momento, Bukele estaba al frente de la agencia de publicidad de su familia, que en el año 2000 había fichado como cliente al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El antiguo grupo guerrillero y oponente principal en un sistema bipartidista de facto durante una década, necesitaba con urgencia un cambio de imagen; sus aristas rebeldes se habían ido atenuando progresivamente hasta llegar a parecerse a los mismos dinosaurios viejos que alguna vez intentaron derrocar.
La necesidad de Bukele de provocar un cambio más profundo del que él podría lograr desde la vida empresarial coincidió con la búsqueda por parte del FMLN de un candidato para la alcaldía de Nuevo Cuscatlán. Bukele se lanzó a la contienda y fue nombrado candidato local del FMLN.
Desde el arranque Bukele adoptó un enfoque un tanto particular, optando por una retórica etérea con el fin de inspirar y lograr un vínculo emocional con sus votantes. Algunos días, su página de Facebook estaba repleta de fotos del joven candidato al frente de sus iniciativas, posando junto con los lugareños con una floja camisa blanca de botones. De las diferentes citas que publicaba otros días, la mayoría coincidían en su acercamiento al tema de los sueños y el poder de la ambición. «Pobre no es el hombre cuyos sueños no se han realizado, sino aquel que no sueña», rezaba una cita publicada por el joven Bukele en septiembre de 2011. Apenas dos semanas después, citó a Michael Jackson: «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo».
Su campaña fue exitosa y lo convirtió en 2012 en un alcalde sin experiencia política más allá de haberse encargado de la cuenta del FMLN en su agencia de publicidad. Sin embargo, Bukele tardó apenas tres años para ser alcalde de San Salvador, cargo que históricamente ha sido un peldaño político en el camino hacia la presidencia. En cada uno de sus mandatos en los cargos públicos, Bukele mantuvo su característica y efectiva comunicación política.
Al inicio fue criticado por priorizar medidas aparentemente cosméticas, como la instalación de sistemas de alumbrado público en toda la capital o la revitalización del centro histórico, proyectos que fueron calificados como los sueños costosos e ilusorios de un alcalde idealista y novato. Pero según Bukele, iluminar las calles era la forma de encender un nuevo sentido de orgullo en sus compatriotas. Al revitalizar el centro histórico, pretendía revitalizar la inspiración de una identidad colectiva nacional, una identidad que no fuera empañada por la guerra y las pandillas, sino centrada en los teso- ros de la nación.
CREANDO LA MARCA BUKELE
A PESAR DE SER MIEMBRO DEL FMLN, A Bukele nunca le importó mucho la afiliación política. Desde el principio, optó por imponer su marca personal en lugar de la de su partido.
Durante su periodo como alcalde de San Salvador, Bukele se fue distanciando cada vez más del FMLN mientras que una serie de disputas agravaban los crecientes roces internos. A medida que su popularidad eclipsaba la de su partido, se sintió frenado. Empezó a ventilar sus críticas públicamente, fomentando más la enemistad y rompiendo un tabú para el FMLN, que se dio cuenta que su carta joven había ascendido más allá de su control. Las tensiones acabaron escalando hasta la ruptura entre ambas partes, dejando a Bukele sin partido en 2017.
Fue entonces que Bukele fundó Nuevas Ideas, estableciendo un partido diverso en un panorama político que se había dividido históricamente entre dos gigantes. La estrategia de Bukele fue ganarse a la creciente mayoría silenciosa que no votaba por no identificarse con los dos partidos grandes. Con «el dinero alcanza cuando nadie roba» como lema de su campaña ganadora en 2019, puso fin a décadas de bipartidismo con una victoria en primera vuelta en las elecciones presidenciales.
Su habilidad para incrementar el poder de su marca continuó en la presidencia Bukele: cada foto y cada video se capturan con una luz impecable y son retocados y editados cuidadosamente antes de su publicación; los subtítulos llevan su contenido más allá de las fronteras continentales y su dominio de las redes sociales sigue dando forma a su personalidad política, diseñada con esa intención. En noviembre del año pasado, durante su última semana en el cargo antes de su licencia de seis meses, Bukele se despidió temporalmente con la fanfarria de varias transmisiones antológicas anunciadas de antemano, que mostraban al presidente inaugurando un nuevo sistema de emergencias médicas y colocando la primera piedra de un nuevo estadio, entre otras producciones cinemáticas.
En un marcado contraste, el presidente millenial aparece en escena con suéteres de un solo color, jeans y tenis, todo un hombre del pueblo, accesible y con sentido del humor, aunque nunca sin su teléfono en la mano y un ojo puesto en sus redes sociales.
Bukele apela a la conciencia del público por diversas vías, desde promover los paisajes de lagos y volcanes, hasta impulsar el proyecto Surf City. El gobierno de Bukele invierte fuertemente en estas iniciativas para mejorar la imagen de El Salvador, tanto en el escenario mundial, como en las mentes de los salvadoreños. En su joven presidente, los salvadoreños han encontrado un líder idealista con grandes ambiciones que pretende ejecutar a la velocidad de la luz.
MUÉVETE RÁPIDO Y ROMPE COSAS
DESDE EL PRINCIPIO, EL funcionamiento interno de su gobierno fue la piedra en el zapato del mandatario. Bukele no quería obstáculos innecesarios en su camino y pronto quedó claro que no se detendría por nada con tal de garantizar la realización de su visión.
Mientras su partido Nuevas Ideas acusaba a la Asamblea Legislativa dominada por la oposición del bloqueo sistemático de cada movimiento del Ejecutivo con el fin de frenar el progreso y dañar la aprobación del presidente, protegiendo al mismo tiempo sus propios intereses, los críticos del Gobierno cuestionaban sus procesos opacos y precipitados.
Aunque Bukele nunca ocultó su desdén por la ineficacia gubernamental, no dejó de llamar la atención cuando tampoco tuvo reparo en tomar medidas radicales desde el primer momento, eliminando diferentes controles sobre los procedimientos gubernamentales en los primeros meses luego de su toma de posesión. Cuando se enfrentaba a la oposición, Bukele se dedicó a movilizar a sus votantes mediante calculadas campañas en las redes sociales, imponiéndose a través de la popularidad cuando no podía gobernar a través del poder.
En febrero de 2020, acompañado por soldados armados, Bukele ingresó a la asamblea legislativa en un hecho que ahora se conoce infamemente como el 9-F. Todo el desenlace fue televisado, dejando innumerables imágenes del presidente de la República haciendo valer su poder desde el curul del presidente de la Asamblea. Fue la cúspide de una larga disputa sobre un préstamo de $109 millones que el presidente buscaba para financiar su Plan Control Territorial. Bukele interpretó un artículo de la Constitución que le daba la potestad de convocar a los diputados a sesionar y, cuando éstos se negaron a asistir, los acusó de romper el orden constitucional, concluyendo en lo que elevó el clamor de diferentes voces internacionales y las advertencias de retrocesos democráticos que llovían sobre la pequeña nación.
Poco más de un año después, el partido de Bukele ganó una supermayoría en la Asamblea a través de las elecciones legislativas, acercándolo un paso más al poder absoluto. En uno de sus primeros movimientos, los diputados procedieron a destituir a varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia por acusaciones de corrupción, sustituyéndolos por magistrados afines al régimen.
La medida provocó un déjàvu en las mentes de los críticos, algunos de los cuales compararon al líder salvadoreño con el nicaragüense Daniel Ortega o el húngaro Viktor Orbán, quienes habían aprovechado su popularidad inicial para socavar la democracia. Bukele se defendió en Twitter (¿dónde más?). Respondió a las críticas diciendo: «En El Salvador, nos costó 30 años liberarnos del régimen. No vamos a retroceder ahora».
Poco después, la recién nombrada Corte Suprema emitió una reinterpretación de la Constitución salvadoreña que le permitiría a Bukele buscar la reelección, revocando así un fallo de 2014 en el sentido contrario. Desde entonces, los salvadoreños se han visto atrapados entre acusaciones de retrocesos democráticos y el aumento meteórico de la popularidad de Bukele. Sus medidas han sido poco convencionales (para algunos directamente inconstitucionales) pero en general han contado con el apoyo de su pueblo.
Un sondeo de opinión realizado en 2023 reveló que a más de la mitad de los latinoamericanos no les importaría que un Gobierno no democrático tomara el poder, siempre y cuando resolviera sus problemas. Pero una vez que cedes el control, es difícil recuperarlo. A lo largo de su historia, América Latina ha tenido más de un par de experiencias con caudillos que llegaron al poder (a veces a través de elecciones democráticas), y que se han escudado tras su popularidad inicial mientras acaparan gradualmente más y más control hasta el punto de no retorno.
Sus detractores pronostican una trayectoria similar para Bukele y lo acusan de instrumentalizar sus encantos y su dominio de la propaganda para desviar la atención de la digitalización del viejo manual autoritario.
Sin embargo aunque la fase de luna de miel de su presidencia ya terminó, la popularidad de Bukele sigue aumentando. Es un fenómeno extraño en la política contemporánea, en que los jefes de Estado apenas esperan mantener su tasa de aprobación inicial, tratando de no caer demasiado.
CINCO AÑOS MÁS
NO CABE DUDA DE QUE BUKELE HA seguido consolidando su poder y tiene prácticamente a todo el gobierno bajo su control. Pero en El Salvador al presidente se le perdona, si es que no se le aplaude, casi todo.
Independientemente de que Bukele decida o no hacer algo de campaña real durante los últimos días previos a las elecciones, todo apunta a una victoria fácil. Se anticipa otro periodo más de cinco años, lo que le daría tiempo para continuar implementando su visión.
Aunque es válido cuestionar sus osados métodos, los salvadoreños han señalado de forma clara y abrumadora que por ahora prefieren la eficacia sobre el constitucionalismo.
Y es que en estos tiempos modernos, para muchos la política se ha convertido en un juego de ping- pong. Los funcionarios no tienen ningún incentivo para pensar más allá del ciclo electoral en curso y priorizan campañas y políticas que dejan resultados rápidos, rentabilizables electoralmente. Pero en muchas ocasiones, estas son precisamente las políticas que tienden a estallar en la cara del próximo Gobierno, creando un círculo vicioso que perjudica principalmente al pueblo.
A Bukele no le hace falta decirlo para comunicar su postura al respecto: tiene poco interés en mantener lo que percibe como normas obsoletas, una molestia que a su criterio hace más mal que bien. No obstante, en su Twitter Space en enero, Bukele afirmó que (pese a las acusaciones de la oposición) no pretendía reelegirse para siempre, aunque tampoco especificó cuánto tiempo esperaba mantenerse en el cargo.
LATINOAMÉRICA: LA PRÓXIMA GRAN FRONTERA
BUKELE TIENE CADA VEZ MÁS seguidores fuera de las fronteras nacionales. El presidente lo sabe, y sería ingenuo creer que no es parte de su estrategia. Aunque no ejerza un poder polít
ico inmediato en América Latina, ha alcanzado un nivel de influencia demasiado grande para ser ignorado, incluso por los Estados Unidos, que hace algún tiempo se retractó de su postura inicialmente crítica del régimen salvadoreño. Pero especialmente cuando China llama a la puerta de El Salvador, Washington no puede permitirse quemar puentes con el político más popular del continente.
Bukele, por su parte, sigue echando más leña al fuego con picardía calculada, agudizando su retórica contra la intromisión extranjera en la política de su país; desde las acusaciones de la comunidad internacional sobre retrocesos democráticos hasta la financiación por Estados Unidos de la destructiva guerra civil de El Salvador. Con el característico estilo Nayib, pone a prueba los límites y los excede presumidamente, y con ello redefine, como un experto, el alcance de lo aceptable.
El próximo período supondrá un nuevo reto. Bukele ya puso la vara demasiado alta para sí mismo, convirtiéndose, de esa manera, en su propio gran rival. Además de consolidar la nueva seguridad de El Salvador, Bukele tendrá que enfrentar los problemas estructurales que todavía afectan al país, pero que antes se sentían pequeños frente al apremiante problema de la inseguridad. Esfuerzos y recursos tendrán que destinarse para mejorar la salud y la educación, tareas monumentales que requieren persistencia y paciencia, y que tienen menos probabilidades de producir los resultados sensacionales e inmediatos a los que el presidente de las redes sociales podría estar acostumbrado.
Mientras tanto Bukele continuará orquestando sus grandes medidas con un característico don por lo dramático, desde mostrarse en televisión al frente de un enorme ejército hasta publicar un video, cuidadosamente producido, sobre el CECOT, la megacárcel más grande del continente, con capacidad para 40,000 privados de libertad; el símbolo de la lucha inmisericorde de El Salvador contra las pandillas.
¿El fin justifica los medios? Todo apunta a que la respuesta de los salvadoreños será un rotundo «sí» en estas elecciones. Bukele considera el éxito de su abordaje directo como una validación de sus métodos, y no tiene reparos en decirlo. En un comentario
sobre la reciente medida de Costa Rica de considerar seguir el ejemplo de Bukele en su propia guerra contra las pandillas, el presidente de El Salvador opinó en Twitter: «Quien salva a su país no viola ninguna ley». N
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