La pandemia dejó a su paso una serie de desafíos sin precedentes, entre ellos, la salud mental que ha sido uno de los aspectos más afectados. ¿Cómo impactó exactamente? Aunque aún no conocemos la dimensión real del problema, es innegable que dejó huellas profundas en la vida emocional y psicológica, particularmente de las generaciones más jóvenes.
En primer lugar, es importante definir la salud mental o bienestar psicológico —como le llamaré en este texto—, el cual implica tener una conducta que nos permita ser quienes somos, al mismo tiempo que nos adaptamos a un contexto que demanda cambios que nos dejen vivir en sociedad y tenemos satisfacción con nuestra vida.
En gran medida la pandemia afectó el bienestar psicológico de los jóvenes; sin embargo, es importante destacar que, en muchos casos, aquellos afectados ya tenían factores de riesgo que los estaban predisponiendo y se agravaron porque las condiciones eran completamente desconocidas, inciertas y limitadas.
A pesar de que se adaptaron rápidamente, en la pandemia los adolescentes tuvieron un retraso en etapas críticas del desarrollo que generó problemas de autoestima, de conformación de la identidad, de interacción social, de manejo de normas y de control de impulsos. De hecho, la falta de interacción cara a cara afectó sus habilidades sociales clave, una preocupación que se refleja en el llamado a aprender a socializar nuevamente.
ALTOS NIVELES DE ANSIEDAD
La presión académica y el aislamiento de la contingencia provocó en los jóvenes altos niveles de ansiedad, tanto en su dimensión de rasgo (es decir, su personalidad), como en su dimensión de estado, presentándose en situaciones que les provoque un conflicto o una crisis.
Se generaron también más estados depresivos y se identificaron casos de trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Resulta interesante que, en varios casos, estos tres trastornos se presentan simultáneamente.
Sin embargo, la pandemia no solo tuvo efectos negativos. Someternos a una situación tan drástica y complicada, como fue la contingencia, puso a prueba nuestra resiliencia. En algún momento todos nos vimos alterados, pero finalmente logramos adaptarnos, no solamente durante ella, sino ahora que concluyó.
Ahora bien, en los jóvenes, aspectos como la autogestión funcionan mejor ahora de lo que funcionaban anteriormente, pues tuvieron que llevar su aprendizaje de manera independiente en muchos sentidos, sin el seguimiento tan cercano que permite el aprendizaje en las aulas. Eran ellos quien debían medir sus tiempos, entender cómo funcionaban las plataformas de aprendizaje, y recordar las fechas de entrega.
El tema del trabajo colaborativo también es algo que se desarrolló. Estaban trabajando con personas de otros estados de la república, e incluso de otros países. La interacción probablemente se vio mermada en términos de contacto físico, pero las interacciones a nivel global crecieron, y esto también abrió el camino para que las generaciones más jóvenes empiecen a trabajar de esta manera.
LA SALUD MENTAL NO TIENE PRECIO
Por otro lado, la pandemia trajo consigo más apertura, poniendo el foco en el bienestar psicológico. Las enfermedades físicas siempre han sido consideradas, pero todo lo psicológico era minimizado. Ahora nos hemos dado cuenta de que cuando hablamos de bienestar psicológico, estamos hablando de una parte fundamental de nuestra salud mental, que tiene el mismo impacto que la salud física.
Ejemplo de ello fueron las líneas de apoyo que se abrieron en las instituciones clínicas de salud, así como en las instituciones educativas, y que hicieron posible tener un psicólogo a distancia.
La participación activa de los jóvenes en la búsqueda de ayuda psicológica también ha sido alentadora. Todavía nos estamos enfrentando a un poco de resistencia por parte de algunas personas que pueden tener conflictos que requieren ayuda o de sus redes de apoyo, quienes pueden llegar a considerar estos temas como algo sin importancia; sin embargo, es indiscutible que hay un incremento por reconocer estos problemas.
Entonces, ¿la pandemia impactó? La respuesta es sí, pero no solo detonó problemas, sino que nos hizo apreciar y valorar nuestro bienestar integral, y trabajar más en conseguirlo. A través de esfuerzos continuos por parte de las instituciones y la propia comunidad, podemos aspirar a mejorar los indicadores de bienestar psicológico, construyendo un camino hacia un futuro emocionalmente saludable para la generación que enfrenta la dualidad de la pandemia y la promesa de un mañana incierto. N
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La Dra. Nallely Arias es directora nacional de Psicología de la UVM. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.