La actual guerra que libra Israel contra Hamás ha arrebatado a Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, el protagonismo mediático y seguramente se acelerarán las ya iniciadas reducciones en apoyos financieros y de equipamiento militar, particularmente de países europeos y de Estados Unidos. El ya prolongado y desgastado conflicto ruso-ucraniano ha dejado de estar en los reflectores. Pareciera que dejó de ser noticia. Lo mismo ha ocurrido con otras guerras como la que azota a Yemen, así como la inacabada crisis siria y tantos otros enfrentamientos que actualmente suman más de 50 en el mundo.
Hoy los ojos están puestos nuevamente en Oriente Medio, esa inestable región que desde la desintegración del Imperio Otomano no ha visto un periodo de paz significativo. En esa zona la tan ansiada paz no ha sido sino momentos efímeros que han mediado entre guerra y guerra.
La inestabilidad en la región ha sido continua, primero con la repartición de los territorios del extinto Imperio Otomano entre las potencias coloniales, particularmente Inglaterra y Francia, luego con la creación del Estado de Israel gracias a la resolución 181 de las Naciones Unidas y la negativa por parte de un buen número de Estados, mayoritariamente occidentales, a la creación de un Estado palestino.
Asimismo, la proliferación de grupos radicales y terroristas, además de las constantes escaramuzas e intervenciones militares de los países árabes, han hecho de Oriente Medio y, más específicamente, la región de lo que fue la Palestina del mandato británico, hoy Israel, Palestina y algunas tierras más allá del río Jordán, una zona que ha vulnerado la seguridad regional y mundial por décadas.
LA HUMANIDAD DEMANDA PAZ
En este contexto, los más afectados por los bombardeos y la destrucción de la infraestructura ha sido la sociedad civil, que ha vivido repetidas masacres y devastación.
Estas poblaciones sistemáticamente han sufrido los costos de la guerra con la subsecuente violación de los derechos más fundamentales que la humanidad merece y que parecen hoy estar fuera de la ecuación bélica.
Más allá de etnias, nacionalidades, religiones, facciones, partidos políticos o cualquier otro sentido de pertenencia que solo divide y confronta, correspondería poner en el centro de las preocupaciones y de la acción multilateral a las personas, quienes son las que más padecen los efectos en cualquier conflicto.
No basta que la ONU enuncie objetivos de desarrollo sostenible con su Agenda 2030 si no se ha logrado establecer condiciones mínimas de paz en Oriente Medio y en tantas otras zonas de este mundo profundamente convulso. La humanidad lo demanda.
El sufrimiento de infantes, mujeres, ancianos y población en general debe despertar la conciencia de todos. La vida y la dignidad de israelíes, palestinos, kurdos, ucranianos, somalíes y tantos pueblos más que están bajo el flagelo de la violencia tienen el mismo valor. La humanidad está perdiendo la batalla, recordemos a Henry Miller cuando escribió: “Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. La deshumanización avanza galopante.
LAS GUERRAS LAS GANAN LOS PAÍSES PRODUCTORES DE ARMAS
Los grandes ganadores de este mundo azotado por enfrentamientos de toda índole son los países exportadores de armamento y equipo bélico, en particular los diez primeros. Sin duda, Estados Unidos encabeza esta lista con 40 por ciento de las exportaciones mundiales, seguido de Rusia, Francia, China, Alemania, Italia, el Reino Unido, España, Corea del Sur e Israel, en ese orden, que juntos acumulan 90.6 por ciento, dejando solo 9.4 por ciento para el resto de los países del globo.
También ganan los 15 países que más recursos destinan al gasto militar. Nuevamente, la lista la encabeza Estados Unidos con 39 por ciento del total mundial, seguido de China, Rusia, India, Arabia Saudita, el Reino Unido, Alemania, Francia, Corea del Sur, Japón, Ucrania, Italia, Australia, Canadá e Israel; juntos concentran 82 por ciento.
Estos datos, publicados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) en abril de 2023, constatan el peso significativo que tienen los complejos industriales militares, los cuales obtienen jugosos beneficios. Las guerras son un lucrativo negocio.
También ganan partidos en el poder que hacen de discursos bélicos y militaristas sus plataformas de campaña en elecciones en puerta. Como escribió Paul Valéry: “Las guerras son masacres entre personas que no se conocen por intereses de personas que sí se conocen, pero no se masacran”. N
—∞—
Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.