Hablemos de una de las escritoras más manipuladas, más humilladas, más violentadas y más patriarcalizadas del mundo de la literatura: Emily Dickinson. La historia y las traducciones conocidas nos han tratado de vender a una Emily que no tenía nada que ver con su realidad. ¿A poco al leerla no se han imaginado que era una solterona frustrada que sufría por un amor heterosexual no correspondido? “Preferible” verla así antes que presentarla como una escritora que dedicó todos sus poemas y escritos a otra mujer.
Susan Hufftington fue el único y verdadero amor e inspiración de todos esos poemas que nos hicieron suspirar alguna vez y que erróneamente pensamos que estaban inspirados en un “él” y no en una “ella”.
Me quieres estás seguro (el original dice “estás segura”) / No temo equivocarme / No me despertaré engañada / Una complaciente mañana / Y descubriré que el sol se ha ido / ¡que los campos estas desolados! / y que mi amor se ha marchado.
No debo inquietarme estás seguro (el original dice “estás segura”) / Nunca llegará la noche / En la que, asustada, corra a tu casa / Y encuentre las ventanas oscuras / Y mi amor se haya ido, dime / ¿Nunca llegará?
Emily y Susan se conocieron cuando andaban en sus veinte, y ese amor duró hasta que la muerte de la poetisa las separó. Vamos a empezar a desenredar la historia, porque es un culebrón digno de cualquier reality show.
EMILY DICKINSON Y SU CUÑADA
Susan estaba casada con el hermano de Emily, Austin Dickinson. ¡Era su cuñada! Y cuentan las malas lenguas que ellos hicieron un pacto entre los tres, supuestamente él sabía del amor de su esposa y su hermana, entonces les hizo el paro y se casó con Susan para que pudieran estar juntas sin que nadie sospechara. Además, eran vecinas y se gritaban de ventana a ventana: “¿Quieres un cafecito?”, “¿No te sobra una tacita de azúcar?”, “¿No quieres que cenemos juntas?”.
Emily nunca publicó en vida, solo algunos poemas. ¿Entonces cómo pasó a ser una imprescindible de la literatura universal? Bueno, Lavinia Dickinson, su hermana más chica, fue la encargada de cumplir con la última voluntad de la poetisa una vez que muriera. Lavinia dedicó días enteros a revisar el cuarto de su hermana y ¡oh, sorpresa! ¡Que se va tropezando con un baúl que contenía 40 cuadernos! La misión de Lavinia era quemar todo por instrucciones de Emily. Y en efecto, quemó las cartas que Susan le escribió.
Aquí aparece la primera manipuladora: Mabel Loomis Tood, la amante de Austin, quien al ver el potencial que los textos de Emily tenían, convenció a los hermanos de pulirlos y publicarlos. Ella fue la primera en meterle mano y cambiar los pronombres, tituló cosas que no existían, cambió el orden de las cartas e hizo un cochinero para que Emily pudiera ser presentada en sociedad como la gran escritora que fue, omitiendo el verdadero valor de la autora.
AL RESCATE DE SU OBRA
La buena noticia es que hay una página llamada mutilations.com que se dedica a rescatar la obra de Emily como debería de haber sido publicada desde su origen.
Otros historiadores y biógrafos han tratado de recuperar la obra y hay muchos libros al respecto; y si le quieren entrar con ganas a sus poemas y leerlos como deberían de ser les recomiendo: Emily Dickinson, de María Milagros Riveros Garretas, y Open Me Carefully, de Ellen Loius, en donde vienen todas las cartas que Emily le escribió a Susan.
Entonces, el gran problema de las obras de Emily es la censura y la traducción, porque hay muchas traducciones donde también se le cambió el género de ella a él. Fueron más de 300 poemas dedicados a Susan, y es algo que el canon purista de la literatura siempre trató de ocultar.
Ahora nos toca a nosotros reivindicar a Emily de esta violencia patriarcal y machista, leyéndola como debe de ser y que Emily y Susan pasen a la eternidad por tener un amor que duró más de 40 años y no solo Romeo y Julieta. N
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Magali T. Ortega es @nenamounstro en redes sociales, en donde comparte información sobre escritores y libros. La participación de los firmantes de esta sección se lleva a cabo con el apoyo de Comunicación KrearT. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.