Sentir afectos es medianamente fácil. Pero hallar caminos para amar, convertirlos en espacios de cuidado y con responsabilidad afectiva es un trabajo permanente.
El amor parece estar en un mal momento. Se cuenta de él solo como un resultado químico en nuestro cerebro. O como una idealización impuesta por las películas románticas de Hollywood, alejadas de nuestras realidades sociales.
Al recordar a Bell Hooks, en su libro Todo sobre el amor. El amor es potencia y redime, la activista afroamericana critica cómo las nuevas generaciones están decepcionadas del poder del amor.
También advierte: “Podemos encontrar el amor que anhelamos. Pero antes es preciso haber dejado de sufrir por el amor que perdimos hace tiempo, cuando éramos pequeños y no teníamos voz para expresar los deseos de nuestro corazón”.
La activista y pensadora explica en dicho libro la dificultad de aprender a amar y ser amados para quienes no tuvieron ese ejemplo desde la primera infancia. Muchas veces el ser humano se engaña pensando que el amor implica abusos o violencias de vez en cuando, como si fuera parte del paquete.
Dejar de creer en el amor perfecto de las películas o darnos cuenta de que nuestras familias, amistades y relaciones no son perfectas no es razón para tirar la toalla. Bell Hooks anima en creer fervientemente en el amor.
¿Pero cómo trabajar en vínculos afectivos más responsables, centrados en el cuidado e incluso, la justicia?
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Hablamos con Maynné Cortés Escobedo, psicóloga integrante de Laboratorio Afectivo. Este es un centro de salud mental con enfoque de justicia social. Ahí se ofrecen talleres, se genera contenido y se cuenta con grupos de acompañamiento con un enfoque de trabajo colectivo.
“Para nosotras es muy importante tener como brújula que no hay salud mental sin justicia. Tenemos que alejarnos de modelos individualistas carentes de análisis social que, por mucho tiempo, desde la salud mental han violentado a muchísimas personas”.
LA RESPONSABILIDAD AFECTIVA
Todos somos capaces de ejercer amor y, también, de violentar a los demás. En ese sentido, Maynné Cortés dice que debemos comprender que nuestras acciones y palabras afectan a los demás, y por tanto es importante hacernos responsable de ello.
Por eso, la responsabilidad afectiva es “que ambas personas dentro de un vínculo, cualquiera que sea este, tengan la capacidad e intención de hacerse cargo de sus emociones, acciones y palabras, de cómo aceptan su entorno, a la otra persona y a sí mismas”, nos explica Cortés Escobedo.
El hacerse cargo, puntualiza Maynné Cortés, también implica “una disposición para poder trabajar en conjunto, poder hablarlo y tomar en cuenta todo el tiempo que lo que hacemos impacta en nuestras relaciones y, por lo tanto, generar herramientas para poder estar desde un lugar mucho más consciente”.
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Ejercer una responsabilidad afectiva es un trabajo difícil porque necesita una reflexión personal sobre nuestras necesidades y las heridas profundas que carguemos que afecten nuestro presente. En este sentido, de acuerdo con Hooks, “todavía lloraba por el paraíso que había perdido. Solo pude volver a amar cuando ese duelo terminó”.
Dejar atrás los diferentes duelos no se consigue encerrándolos e ignorándolos. Se necesita la siempre difícil acción consciente de ser capaces de enunciarlos, entenderlos y trabajarlos. Para ello no tenemos que hacerlo solos, sino que podemos acudir a quienes nos brinden herramientas.
Los espacios de salud mental son fundamentales, como nos explica Maynné Cortés: “Esos espacios son muy importantes porque nos permiten generar herramientas distintas que nos hacen falta, que nadie nos ha enseñado. Nos permiten también conocernos mejor y, en ese sentido, ser más responsables con las demás personas”.
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Al mismo tiempo, no todos los espacios de salud mental pueden ser las mejores opciones. Cortés Escobedo específica: “Los espacios de salud mental son importantes siempre y cuando tengan características muy relevantes, con enfoque de justicia social, que trabajen de manera ética, con personas que realmente están formadas y capacitadas para liderar y guiar.
Trabajar con nuestra responsabilidad afectiva conlleva plantear claramente, con respeto y cuidado, nuestras necesidades”, añade. “Asimismo, la comprensión de que todos tenemos historias diferentes y surgirán diferencias”.
Por ello, las conversaciones incómodas son necesarias. Sobre esto, Maynné Cortés menciona: “Si se tienen esas conversaciones incómodas es porque vamos llegando a lugares diferentes del vínculo. Y para ir avanzando se debe de tener la disposición para tenerlas”.
JUSTICIA Y CUIDADO EN LOS AFECTOS
El amor y la justicia no están necesariamente relacionados, nos cuenta Maynné Cortés. Así, parece que para encontrar este vínculo debemos preguntarnos: ¿Qué tipo de acciones promueve mi vínculo afectivo?
Ya sea entre dos personas o una comunidad, ¿el vínculo suscita y acciona en favor de la igualdad, el respeto? El amor puede ser un gran motor para la justicia, pero debemos estar constantemente preguntándonos cómo nuestro andar abona a espacios más justos.
Por ejemplo, una forma de ser más justos dentro de nuestros vínculos afectivos es que todos participemos en las tareas de cuidado. Maynné Cortés enuncia que muchas veces dentro de las relaciones solo las mujeres ejercen esta carga.
“Creo que la primera parte del cuidado hacia nosotras mismas tiene que ver con identificar lo que quiero y poder comunicarlo. También poder sostenerlo y entender que la otra persona tampoco está obligada a dármelo. Incluso, quizás, ni siquiera puede darlo”.
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De esta manera, parece que construir afectos no significa necesariamente la satisfacción inmediata y total de nuestras necesidades, sino un permanente ejercicio de enunciación y negociación.
Bell Hooks describía como la incredulidad por el amor, más que hacernos fuertes, debilitaba nuestras capacidades de accionar en conjunto. Ella explica cómo el amor es motor de la justicia social, pero también nos ayuda a redimir tiernamente nuestros dolores internos.
¿Y qué es el amor? Bell Hooks, elige a M. Scott Peck, en El camino menos transitado: el amor es “la voluntad de extender el propio yo para favorecer el crecimiento espiritual de uno mismo o de otra persona”. N