En buena medida, la inflación alta se debe al aumento del consumo, lo barato del crédito y el abultado gasto de los gobiernos; empero, hay otras razones que hacen suponer que será más perdurable de lo que creemos.
EXISTE la disposición a creer que la inflación global será pasajera. La razón, según se argumenta, es que la recuperación económica que experimenta buena parte de las economías es un rebote que necesariamente tendrá que ajustarse a la baja como todo ciclo económico.
Igualmente, se esgrime que pronto tendrán que irse retirando las fuertes medidas expansionistas monetario-fiscales, con el aumento de impuestos, disminución del gasto gubernamental y el ajuste de las tasas de interés al alza, así como el retiro de liquidez de los mercados; este proceso irá retirando presiones al incremento de la inflación tanto global como local en los diversos países.
Para darnos una idea de las presiones que está resistiendo el proceso de formación de precios, por ejemplo, podemos enunciar el alza de porcentaje de los siguientes productos en México: aguacate (54), aceites (18), manzana (17), tortilla (13) y carne de res (7). Lo mismo podríamos decir del costo de la luz en España o de los combustibles en Estados Unidos.
En nuestra opinión, la inflación no puede ser tan pasajera como creen los analistas y como desearíamos todos. Los altos niveles que presenta en todas partes va a orillar a que los precios se estacionen en un piso elevado difícil de revertirse; en el mundo, por arriba del 4 o 5 por ciento, y en el caso de México, 5 por ciento. No son buenas noticias.
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Una inflación alta es quizás el peor indicador económico para una sociedad. Cuando está fuera de los rangos establecidos es, por naturaleza, dañina para todos los agentes económicos. Sin embargo, las pequeñas empresas, al igual que las personas necesitadas, son las más afectadas. En los años 60 y 70 la inflación no era tema de preocupación, pues se consideraba que con crecimiento se mitigaba el fenómeno inflacionario.
Pero el crecimiento, la estabilidad y la disminución de la pobreza siempre perdieron la batalla contra la inflación. Luego de múltiples crisis, en los años 80 se observaron monumentales niveles de endeudamiento, y en ello, América Latina fue campeona. A raíz de esta contundente evidencia, ha sido de aceptación generalizada la noción de que la inflación debe necesariamente mantenerse debajo de los niveles de crecimiento.
Es el caso de Estados Unidos que, por muchos años, con un crecimiento del 2.5 por ciento promedio, ha presentado niveles de inflación del 1.4 por ciento, lo que ha generado que los salarios reales se fortalezcan y que la clase media se mantenga creciendo junto con su capacidad de consumo e inversión.
Y VENDRÁN LOS AJUSTES MONETARIOS
Para este año, la historia será otra con un crecimiento esperado del 3.4 por ciento, y el crecimiento de los precios rondará en 4 por ciento, algo pocas veces visto en ese país. Para México, se espera un crecimiento del 6 por ciento con una inflación similar del 6 por ciento, lo que limitará la recuperación de los salarios que se venía teniendo en los últimos tres años.
Es un hecho que, ante la creciente inflación, las autoridades monetarias alrededor del mundo comiencen los ajustes. Eventualmente, deberíamos esperar que los gobiernos actúen en el mismo sentido y restringiendo el gasto. En buena medida, la inflación alta se debe al aumento del consumo, lo barato del crédito y el abultado gasto de gobiernos; empero, hay otras razones que hacen suponer que será más perdurable de lo que creemos.
En efecto, la velocidad y solidez de la recuperación económica no es la misma para las diferentes economías. Básicamente, las naciones desarrolladas están alcanzando niveles de crecimiento previos a la pandemia, y el resto francamente está muy rezagado. Infortunadamente, las cadenas de producción global llevan al menos 50 años integrándose. Las materias primas, maquila y mano de obra barata la siguen aportando los países subdesarrollados, mientras que los desarrollados aportan la mayor parte del consumo, tecnología y recursos financieros.
No se han dado pasos significativos para aumentar la tecnología y el valor agregado de las economías menos desarrolladas. El suministro de materias primas y producción maquilada tendrán, en consecuencia, retrasos considerables en sus entregas, lo que afectará el consumo y la creación de nuevos productos en los países desarrollados que terminará encareciendo los precios.
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A lo anterior deberemos sumarle la decisión de Rusia de subir el precio del gas que abastece de manera dominante a todo Europa. Lo mismo con el petróleo, que mantendrá su precio alto ante la demanda excesiva y la decisión de las naciones productoras de no bajar su precio. Al mismo tiempo podemos hablar del considerable rezago en la entrega de semiconductores, lo que afectará a muchas industrias, en especial, la automotriz y tecnológica.
También debemos considerar el riesgo de que surjan muertos en el clóset, como el caso de Evergrande en China u otros países, en tanto la pandemia pudo haber afectado más de lo que pensamos los balances de empresas globales que aún no salen a la luz pública.
Este desbalance no se resolverá en uno o dos años. Todo podría estarnos indicando claramente que habrá que estar preparados para fuertes correcciones en los mercados a través de incrementos en las tasas de interés, ajustes severos a los tipos de cambio e inestabilidad financiera por más tiempo del que parece. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Es socio de Excel Technical Services. Su correo es drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.