Durante la pandemia de COVID-19 se ha comprobado que los niños se contagian tanto como los adultos, pero generalmente la enfermedad los afecta de manera más leve. Investigadores del Hospital General de Massachusetts demostraron que los niños “pueden tener una alta carga viral a pesar de tener síntomas leves o ser asintomáticos”.
Empero, la carga viral mide la concentración del virus analizada en una muestra del paciente. Pero alta carga viral no es sinónimo de alta capacidad infectiva.
“La infectividad está determinada por muchos factores, como la fuerza y la frecuencia con que se tose, la proximidad de los contactos, la ventilación del entorno. Si una persona tose con más fuerza proyecta las partículas virales a más distancia. Ese es un factor muy importante”. Al pasar la enfermedad con síntomas más leves, los niños tosen con menor intensidad, explica a la agencia científica Sinc la pediatra Begoña Santiago, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Carmen Muñoz-Almagro, especialista en Microbiología molecular del Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, explica que “la mayor carga viral se observa en los primeros días de sintomatología, en los que toser, hablar o exhalar va a favorecer la transmisión de la infección; un enfermo tosedor con baja carga, que no mantiene distancia social y no usa mascarilla, va a transmitir mucho más que un paciente con carga más alta pero que usa mascarilla, se lava las manos y no tose porque está asintomático”.
El vicepresidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, Pedro Gorrotxategui, también cree que “la menor capacidad de contagio de los niños podría deberse a que tosen con menos fuerza”.
En tanto, aunque una alta carga viral generalmente va asociada a una presencia mayor de virus, las partículas virales detectadas podrían no ser infectivas.
YA HABÍA ANTECEDENTES
La viróloga del Centro Nacional de Biotecnología Sonia Zúñiga señala: “Cuando hablamos de carga viral detectada por PCR significa que hay mucho ácido nucleico del virus [su material genético], que no tiene por qué ser lo mismo que virus infectivo. Para asegurar eso habría que cuantificar el virus en cada caso, cosa que no se puede hacer porque se necesitan laboratorios P3 [de alta seguridad], y desde luego no hay tantos como para hacer eso en cada caso”.
En el primer informe realizado por investigadores de la OMS en Wuhan (China), en febrero, ya se recoge la imposibilidad de identificar ningún contagio de niño a adulto; pero era pronto para llegar a una conclusión.
En mayo, una revisión del pediatra sueco Jonas Ludvigsson, publicada en Acta Pediátrica, se tituló: “Es improbable que los niños sean los principales transmisores de la pandemia de COVID-19”.
Las evidencias epidemiológicas han seguido atribuyendo a los niños un papel secundario. En agosto, un informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades Infecciosas (ECDC) daba cuenta de que se detectaban “muy pocos” brotes en colegios, y escasa transmisión entre niños.
La Asociación Española de Pediatría (AEP), en un reciente comunicado, explica que “los niños parecen infectarse de forma similar a los adultos, suelen expresar de forma más leve los síntomas y son una potencial fuente de transmisión a otros niños y adultos, aunque menos eficientes, especialmente los menores de diez años”.
La AEP también puntualizó que aún falta mucho por saber y se debe asumir que “los niños son contagiosos y posibles fuentes de reintroducción de la transmisión a otras poblaciones vulnerables”. De ahí la necesidad de medidas de prevención en escuelas.
Ludvigsson, pediatra y epidemiólogo clínico en el Instituto Karolinska y la Universidad de Columbia, sigue creyendo “que la evidencia apunta a que los niños no transmiten la enfermedad tanto como los adultos”, informa Sinc.