La violación y el ataque contra la periodista Lara Logan en El Cairo, ocurridos en 2011, llegaron a los titulares de la prensa. Ahora, muy lejos de la atención mediática, las mujeres en Egipto continúan con su sufrimiento. Pero esto podría estar cambiando.
EN EL INTERIOR DE LA CARPA el aire era próximo y electrificante. Hosni Mubarak acababa de renunciar, dando fin a una era en Egipto que parecía tan permanente e incuestionable como el agua que fluye eternamente por las orillas del Nilo. Vista desde las calles aquella noche de 2011, la caída del régimen fue todo un espectáculo.
A mi lado, en la carpa llena de hombres, un niño egipcio llamó mi atención, pues intervenía constantemente mientras yo entrevistaba a su padre. Estaba ansioso por que yo conociera a su madre. Tan pronto como nuestras cámaras de 60 Minutes dejaron de grabar, puso en mi mano un arrugado billete de banco egipcio: una reliquia del régimen, que me pidió conservar para recordar el momento en que Egipto cambió.
Luego tomó mi mano y me guió fuera de la carpa, emocionado. Aún conservo ese billete de banco. Afuera, en la Plaza Tahrir, estaba oscuro, algunas partes de la plaza estaban iluminadas, y miles de personas celebraban y cantaban. Siempre he dicho que esto me recordó a las multitudes que celebran justo después de que su equipo favorito gana el Super Bowl.
Sin embargo, el chico se detuvo en un punto oscuro, no muy lejos de la enorme carpa, donde apenas podía distinguir a alguien hasta que mis ojos se acostumbraron. Lo que vi me resultó familiar, un grupo de mujeres acurrucadas, muchas de ellas ya mayores, sentadas en el suelo con el cuerpo y el rostro cubiertos con el chador [manto] negro tradicional, de manera que solo podía ver sus ojos.
Además lee: El movimiento #MeToo redujo el acoso sexual, pero aumenta otros tipos de acoso: estudio
Me puse en cuclillas con el chico y conocí a su madre; hablamos a través de nuestro traductor. Ese traductor era un increíble joven estudiante egipcio que también fue un guía invaluable para comprender la revolución, pues había estado en el centro de esta desde el inicio.
La madre y yo hablamos durante un tiempo, y nunca olvidaré cuando me levanté, me dirigí a mi traductor y le dije: “Veo que la libertad para Egipto aún no significa la libertad para las mujeres de Egipto”. Me miró alarmado y dijo: “No quiere que traduzca eso, ¿verdad?”. Negué con la cabeza. Era un joven inteligente y gentil, por lo que no quise meterlo en problemas; de cualquier manera, nunca les habría dicho eso a aquellas mujeres.
Menos de una hora después luchaba por mi vida, tirada en el suelo, siendo violada, sodomizada y golpeada por una chusma de 200 o 300 hombres, no muy lejos de aquella carpa en la Plaza Tahrir, mientras aquel joven, mi traductor, pedía ayuda a gritos, con todo el poder de sus pulmones y la fuerza de su cuerpo.
Más tarde leí un estudio académico que me abrió los ojos con respecto a la agresión sexual, la violencia y la violación en la sociedad egipcia y la forma en que esos terribles crímenes se usaban como un arma de control social para someter a las mujeres.
Descubriría que, para muchas mujeres en Egipto, salir de su casa sin un hombre presente no solo era algo que se desalentaba, sino que era una experiencia tan desagradable que justificaba el hecho de desalentarla.
“Menos de una hora después luchaba por mi vida, tirada en el suelo”.
Para las trabajadoras no calificadas de países como Sudán, tomar el transporte público en El Cairo era algo traumático, pues se exponían a sufrir acoso y ataques sexuales todos los días sin ninguna posibilidad de defenderse y sin esperanzas de que hubiera algún tipo de justicia. Me enteraría de jóvenes estudiantes para quienes el único espacio seguro era el interior de sus autos mientras conducían todos los días a la escuela en El Cairo, pero una vez que llegaban al estacionamiento de la universidad, eso ya no bastaba para protegerlas.
Por supuesto, me enteré de la carga de culpa que el Estado, la policía, los fieles y la familia imponían a las mujeres egipcias. Leí sobre los carteles en las calles donde se recordaba a las mujeres su deber de vestir apropiadamente para no llamar la atención; un tema familiar de “culpar a la víctima” que se repite en muchas sociedades, incluida la nuestra, pero afortunadamente, mucho menos que nunca en la historia de Estados Unidos.
Te puede interesar: #MeTooMx: Romper con el silencio
No tuve duda de que fui una de las muchas mujeres violadas y atacada sexualmente en la Plaza Tahrir aquella noche, que la mayoría de esas víctimas eran egipcias y que esos ataques no llegaron a los titulares de todo el mundo. Sé que hubo otras mujeres africanas violadas en esos momentos en El Cairo porque me escribieron y sus historias fueron horribles y aún viven en mí.
Ver que las mujeres de Egipto han tomado las redes sociales recientemente para su propio movimiento “Me Too”, hablando sobre sus experiencias de agresión sexual y uniéndose en línea para apoyarse unas a otras, es algo que me llena de esperanza.
Este levantamiento femenino hizo que las autoridades investigaran y acusaran finalmente a un estudiante egipcio con tres cargos de ataque indecente. Esto nos muestra que las voces de las mujeres egipcias tienen un impacto, como corresponde.
Sé que cada vez que me reúno con alguna persona de Egipto, especialmente si es varón, se desvive por disculparse y asegurarme que no todos los hombres egipcios son “así”. Mi respuesta es siempre la misma, y la digo en serio: sé que en todas partes hay buenos y malos y no culpo a los egipcios, que son personas maravillosas.
Nunca tuve un solo momento de ira en mi corazón. Pero tengo esperanza de que la marea esté cambiando en Egipto para quienes viven con esta injusticia y abuso.
Tengo la esperanza de que las mujeres valientes que se manifiesten contra las normas que han definido a generaciones sepan que no están solas y que esta lucha vale la pena. Y sé con certeza que se requieren hombres y mujeres valerosas para luchar y permanecer unidas.
—∞—
Lara Logan es conductora del programa Lara Logan Has No Agenda, de FOX Nation, y es una galardonada periodista de investigación. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.
—∞—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek