La oposición política en México le está dando muy duro al presidente Andrés Manuel López Obrador por su visita a Estados Unidos, a la Casa Blanca, al presidente —conservador, neoliberal— Donald Trump, el pasado 8 de julio.
Bueno, no solo la oposición, también ciertas agrupaciones proinmigrantes tanto en tierras aztecas como estadounidenses vienen calificando al mandatario izquierdista mexicano de “traidor a sus principios”, “vendido al amo gringo”, “arrastrado”, “una vergüenza nacional” … y más… y más…
Creo que se han calentado demasiado los muchachos de la izquierda mexicana, y de cierta zona de los descendientes de Benito Juárez residente en Estados Unidos.
Algunos analistas presumen que Donald Trump le dio como una especie de orden a López: “Necesito que vengas”, o algo así.
Y agregan que Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, recibió la misma orden. Pero desobedeció.
¿Será?
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Suman los querellantes que de ninguna manera tenía sentido la visita del mandatario mexicano a Estados Unidos solo para firmar, contemplar, aplaudir, vacilar el nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), sino que el descendiente de Lincoln estaba urgido de que López le prodigara una especie de espaldarazo que, en buena medida, le proporcionara un elegante aire electoral.
¿Será? ¿Será que la visita del presidente mexicano resultaría algo tan fuerte, capaz de influir en el ánimo de los electores estadounidenses? Algo que una buena parte de aquellos electores considerarían más o menos así: “Ya ven la fortaleza de nuestro presidente: no se le resiste ni la izquierda más rancia”.
López Obrador resultó, a lo largo de su campaña electoral —la más larga de la historia: 16 años—, uno de los políticos latinoamericanos que más candela le puso a ese tema del antiimperialismo, del sentimiento antigringo. Y hoy…, ya ven, quizá no pocos de los que fueron sus alumnos en esta materia lo desaprueban. ¿Con razón? ¿O es que los tiempos han cambiado? ¿O es que cuando uno anda en la oposición dice o promete cualquier cosa con tal de estremecer la sangre de sus compatriotas?
EL MÍNIMO DE HIDALGUÍA REQUERIDO
Lo cierto es que, si repasamos lo manifestado por el presidente mexicano, y asimismo lo dicho por él en la conferencia de prensa conjunta con Trump, al finalizar la visita, sí, hubo besos y abrazos y promesas de más y más amor… pero este cronista, a riesgo de que quieran lincharme los fervientes críticos —aun de la izquierda, o sobre todo los de izquierda— de López Obrador… creo que este, en medio del vendaval, mantuvo el mínimo de hidalguía requerido.
Lo que ocurre, entre otras razones, es que el presidente mexicano hoy cosecha lo que tan bien sembró, abonó, cuidó: muchos de sus partidarios —¿o expartidarios?— piden sangre… ¿Cómo es eso de que un presidente de izquierda, un abanderado de la causa de los humildes, de los ninis, de las mujeres y los indígenas discriminados, un alumno aventajado del extinto líder comunista Fidel Castro —proa de la lucha antiimperialista—… visite el imperio, comulgue con el máximo representante de este?… Eso, estoy seguro de que piensan no pocos de sus críticos y compatriotas… eso, sencillamente, no se perdona. “Un izquierdista cinta negra se muere en la raya”.
En cuanto a su visita a la Casa Blanca el pasado miércoles 8 de julio, una de las cuestiones que sus enrabiados críticos, compatriotas y correligionarios le reprochan hoy a López es que no tratara el tema de la emigración México-Estados Unidos y, sobre todo, que no se interesara por el destino de los 5 millones de indocumentados mexicanos que viven en la Unión Americana. Pero bueno, tranquilos, quién sabe si esto lo platicó con Donald Trump, a solas. ¿Eso suele ocurrir? ¿O no?
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Por otra parte, sus verdugos recriminan a Andrés Manuel López Obrador las confesiones que, arrobado, le dedicara a su homólogo estadounidense; principalmente, “somos amigos”, “borrón y cuenta nueva”.
Bueno, ¿y acaso las peleas, las discrepancias, las guerras, las desavenencias son eternas? Claro que no. De manera que borrar y comenzar la nueva cuenta es algo que ocurre desde las guerras púnicas y aun antes.
Vaya, que no se puede ser tan intransigentes.
Por lo pronto, lo que no podemos obviar, camaradas, es que el pasado miércoles 8 de julio, como nunca antes, la izquierda y la derecha figuraron como un par de manos del mismo cuerpo.
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Félix Luis Viera (Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, ciudadano mexicano por naturalización, reside en Miami. Sus obras más recientes Irene y Teresa y La sangre del tequila. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.