La posmodernidad adecuó el escenario de la posverdad, un contexto en el que no se puede discutir argumentada y razonadamente, sino poner cara de aceptación ente los gritos del emisor. Esta es una bisagra difícil para los entendimientos, más en situaciones de crisis, la actual dificultad que padecemos es por falta de información del Estado mexicano, se cruza con la ola de datos e información de las redes sociales que han saturado el tema Covid-19, lo han dejado, algunos, a la suerte de voces proféticas, a castigos de Dios. Nuestra vida compartida está ligada a procesos de producción y consumo, construimos un mundo cósico que determina un formato existencial, el “tsunami” del consumismo “signo de progreso”. Dentro de esta vida, cada día más inauténtica, en términos de Heidegger, respondemos a “lo que otros nos dicen”, en la escena novedades, no solo tecnológicas, sino de enfermedades propias al modo de vida, el estrés que impulsa comportamientos suicidas, la nihilidad social y personal, la súper egolatría; con ello un uso indiscriminado de drogas, nueva medicalización, en fin, un nuevo panorama social y de convivencia global. “El misterio del mal” se hace presente en la pandemia, belcebú se muestra en la mutalidad de los virus; pero es preciso que la voz de Ticonio (teólogo de la época de Agustín de Hipona) nos ayude a reaccionar, “… el mal está en las personas”, el cerco sanitario, el distanciamiento social, son pasos esenciales para atender la pandemia. Las razones ideológicas, los pleitos que rompen esencia en las entidades de interés público, las ocurrencias maniqueas, el vituperio de “soy mega-chingón”…, no aplican en política, bastante deteriorada por cierto; es momento de reconciliar la política con el pueblo, las manecillas del reloj social marcan la hora del Otro. Es tiempo que se muestren, para afectarse, los presupuestos provenientes de impuestos destinados a contingencias, deben aparecer con imaginación coherente y lucida para atender a los más vulnerables, es decir visión política “de banda ancha”. No dudaría ver en próximas campañas electorales, frases triunfalistas, el patentado de la “kriptonita” para vencer el coronavirus. Hechos y opiniones que nos dejan un otro virus: pandemia mediática.
La falta de esfínteres éticos de la modernidad se diluyó en crecimientos, desarrollos, progreso, comodidades…, hasta las náuseas. El nuevo modo de vida cambió alimentos naturales por productos empaquetados, ello impactó en la salud del pueblo, cambiamos nuestro hábitat y nuestras culturas, han mutado llevando en su entraña alteraciones genéticas de alimentos, que a su vez alteran virus y sus propagaciones. La transnacionalización de la industria, el desarrollo tecnológico han contribuido en el proceso salud-enfermedad. Los formatos de modernidad tienen en su responsabilidad la destrucción de bosques, selvas, litorales…, para responder a los emergentes hábitos de consumo. Tenemos una asignatura pendiente con el recalentamiento global, con la incidencia en la ecología de microbios y sus mutaciones e invasiones. Las personas somos estelares en la destrucción de la naturaleza, también del humanismo. Muchas enfermedades se manifiestan no solo en su ruta natural, sino antropogénica, efecto ambiental provocado por la acción de los seres humanos, “el progreso”, contaminaciones ambientales por actividades económicas, por consumo irracional de recursos no renovables y renovables.
La política, obvio, sufre mutaciones, gobernar se volvió actividad sin requisitos, sin conocimientos, sin talentos, sin virtudes, solo “grilla” y la hacienda pública en el centro de la ambición. Ante una pandemia, todas y todos somos solo UNO, aparece una teología cuyo discurso logra reconocimiento. Con certeza, la pandemia será un ejemplo de colaboración humana, la sociedad civil es un rostro que muestra cómo enfrentar los desafíos de la humanidad, una vez más.
Este episodio de salud pública debe hacernos conscientes que debemos tener una buena actitud en una nueva mentalidad; reclamar políticamente el acceso a los servicios de salud; que la pandemia nos humanice y que el Otro sea el eje del pensamiento y de sus prácticas; que la pandemia nos conduzca a la reconciliación social; que sea la lección que eduque para el diálogo civilizado, educativo, cultural, que permita las diferencias y las pluralidades en el marco del debate civilizado de las posiciones. Distanciados pero unidos un nuevo “cogito” social: “piensa, luego, unidos-distantes”. Esta atmósfera va a terminar tarde o temprano. Mientras tanto, esperemos nos haga entender un humanismo con que la sociedad rescate la política, insisto, el error es dejar la política a los “políticos”, la política es tema de todas y todos, ciudadanía, pueblo, sociedad, lo ha demostrado reiteradamente cuando une fuerzas, impulsos, esperanzas, históricamente ha superado a los gobiernos con sus temores y baremos ideológicos. ¡Cuidado con las manipulaciones!
¡Di no a las epidemias mediáticas “online”! “La sociedad red” merece una pedagogía pública que explique este episodio para bien de la sociedad. El Otro es prioridad, su buena salud está en peligro.