Los bebés parecen saber cómo ayudar a quienes lo necesitan, de acuerdo con investigadores que estudiaron signos de altruismo en casi 100 niños.
Los investigadores deseaban averiguar si los niños le darían su alimento a un extraño aparentemente necesitado sin que se les alentara a ello, como podrían hacerlo algunos adultos, y encontraron que los niños hicieron justamente eso, aun estando hambrientos.
Los científicos reclutaron a 96 niños de 19 meses de edad para participar en su trabajo en el Instituto para el Aprendizaje y Ciencias Cerebrales de la Universidad de Washington. Durante los experimentos, un niño y un investigador se sentaron frente a frente. En el grupo de control del primer conjunto de experimentos, los investigadores arrojaron una fruta a una bandeja donde no podían alcanzarla, pero el niño sí. No hicieron nada más.
En contraste, los investigadores del grupo de prueba simularon dejar caer la fruta en la bandeja y luego trataron sin éxito de tomar la fruta. El equipo pensó que esto le indicaría al niño que el adulto deseaba el alimento.
En el grupo de control, únicamente 4 por ciento de los niños tomaron la fruta y se la dieron a los investigadores, en comparación con 58 por ciento, es decir, más de la mitad, del grupo de prueba.
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A continuación, el equipo averiguó si los niños serían altruistas al dar su fruta, aún a costa de ellos mismos. Se repitió el primer conjunto de experimentos con un grupo distinto de niños antes de la hora del refrigerio, cuando tenían mayores probabilidades de sentir hambre. De manera similar, 37 por ciento de ellos le dieron su fruta al investigador, en comparación con ninguno de los niños del grupo de control.
Los experimentos se repitieron cuatro veces y se usaron diferentes frutas cada vez. En todos los casos, los niños ayudaran al investigador a pesar de no conocerlo. Los niños con hermanos y los de ascendencia hispánica o latina y de familia asiática compartieron más la fruta, descubrió el equipo.
Andrew Meltzoff, coautor del estudio publicado en la revista Scientific Reports y catedrático de psicología de la Universidad de Washington, declaró a Newsweek: “Solemos pensar que los bebés son impulsivos e incapaces de controlar sus deseos egoístas. Sin embargo, encontramos que los bebés humanos están dispuestos a mostrar generosidad hacia otras personas, aún si no pertenecen a su familia.
“Es importante señalar que los bebés están dispuestos a ayudar a otras personas aun cuando les represente algún ‘costo’ a ellos mismos. No es solo que les den objetos ordinarios a otros. En lugar de ello, lo importante es que, aun cuando sienten hambre y tienen en la mano una deliciosa y deseable fruta, están dispuestos a dársela espontáneamente a una persona que la necesita”.
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Meltzoff dijo que esto indica que los seres humanos son prosociales, es decir, que realizan actos para ayudar a los demás y que son capaces de reaccionar ante la conducta de otros.
“Esta investigación es un inicio para descubrir signos tempranos de moralidad en la mente humana”, afirmó Meltzoff. “Es difícil pensar en algo que sea más atrayente e importante.
“El altruismo es un componente clave del tejido social de una sociedad. Nosotros y otros científicos nos vemos impulsados a explorar sus orígenes y lo que puede hacerse para maximizar la expresión del altruismo en los niños”.
Al abordar el tema de por qué los niños provenientes de ciertos entornos culturales tuvieron mayores probabilidades de compartir su fruta, Rodolfo Cortés Barragán, investigador posdoctoral de I-LABS y autor principal del estudio, declaró a Newsweek: “Pensamos que esto refleja lo que los psicólogos sociales como Hazel Markus de Stanford denominan ‘interdependencia’, que tiene que ver con enfatizar la importancia de la conexión interpersonal con la adaptación a los demás.
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“Tener hermanos y ser criado por padres de una cultura en particular son dos experiencias que pueden influir en la conducta humana, y nuestros resultados indican que estas experiencias tienen un efecto incluso en etapas muy tempranas de la vida. Las experiencias sociales que los niños tienen en su familia podrían repararlos para ayudar a personas desconocidas”.
Al dar un contexto para el trabajo, Barragán explicó: “Nuestro estudio de los bebés humanos fue diseñado para compararlo con estudios hechos con chimpancés, donde se ha descubierto que estos últimos no comparten su fruta, y mucho menos cuando están hambrientos”.
Continuó diciendo: “El trabajo con los bebés es desafiante, y a esto se debe que siempre hayamos realizado un “calentamiento” con juguetes, para que los niños tuvieran la oportunidad de interactuar con juguetes en la sala donde serían examinados. Esta es una parte importante de las investigaciones con niños pequeños”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek