En aquella visión, Tatiana Avendaño trataba de detener a una niña que corría sonriente en una atmósfera completamente oscura, mientras la pequeña pedía que la dejara jugar en paz.
También ha visto serpientes, y aunque asegura que solo quería encontrar significado a lo que pasaba por su cabeza bajo los efectos de la ayahuasca, termina admitiendo que sintió miedo.
“Porque sientes que mueres (…) Después de eso todo vale la pena, porque mueres y renaces”, dice la joven de 25 años de edad.
La ayahuasca es un preparado psicoactivo que beben comunidades indígenas del Amazonas como parte de su cosmovisión para el aprendizaje personal y la sanación espiritual.
Hoy es conocida en varios países y puede ser consumida en Tijuana donde al menos hay ocho personas que ofrecen sesiones con distinta frecuencia. César Cobos, uno de ellos, dice que todos se conocen y cada uno tiene un modo distinto de llevar las sesiones.
Tatiana encontró hace año y medio este brebaje ancestral que en la cultura chamánica llaman “medicina”.
La buscó para comprobar si realmente ayudaba contra la depresión y la ansiedad, y ahora está a unas semanas de tomarla por tercera ocasión.
“Es como algo que te purga por dentro y te saca todo lo malo que traes. Es como una medicina de Dios”, comenta dejando escapar una risa temblorosa que hace sus ojos rasgados todavía más pequeños.
La ayahuasca también es conocida como “la abuelita”, porque dicen que regaña pero apapacha y enseña. En su origen quechua significa “la soga de los muertos”, pues en la tradición amazónica el alma usa una liana para desprenderse de la carne.
Y uno de los dos ingredientes de esta amarga y espesa bebida color café hecha con plantas es justamente una enredadera de nombre ayahuasca; el otro es un arbusto llamado Chacruna.
Éste último tiene el psicoactivo Dimetiltriptamina (DMT), una sustancia natural que tienen algunas plantas y animales, mientras la liana selvática permite al cuerpo absorberlo en grandes cantidades.
José de Jesús Manríquez Torres es investigador de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), se especializa en drogas de origen vegetal, y explica que el efecto del DMT es similar al de la dopamina y la adrenalina que el cuerpo humano produce naturalmente.
La primera está relacionada con las sensaciones de deseo y placer, la segunda es liberada ante estrés o peligro.
Pero su efecto dura apenas unos segundos porque el organismo no puede mantenerse en ese estado por tanto tiempo.
Por eso la ayahuasca que actúa por alrededor de cinco o seis horas puede provocar alucinaciones, taquicardias y movimientos involuntarios del cuerpo, pero por si sola no es mortal, comenta.
“Bajo condiciones controladas, no debería pasar nada. Estamos hablando que es una alteración del estado de la conciencia, como puede ser fumar marihuana, como puede ser utilizar peyote. Pero tanto la marihuana como el peyote pueden en ocasiones tener efectos contraindicados”, anota.
El riesgo es por ejemplo con personas que tienen problemas del corazón o enfermedades como diabetes porque es necesario seguir una dieta blanda al menos una semana antes de beber la mezcla.
Por eso la discusión para considerarla o no una droga ilegal es amplia a nivel mundial, y pone a los especialistas en un terreno fangoso, en parte porque apenas hay investigación.
El DMT está incluido en el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971 al que está adherido México, pero éste no contempla a las plantas que lo contienen.
Para conocer el estatus legal del preparado se contactó vía telefónica a la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), pero ésta refirió al Instituto de Servicios de Salud del estado que pidió enviar las dudas vía correo electrónico, sin que hasta el cierre de edición hubiera respuesta.
Luis Villalobos Gallegos, profesor en la Facultad de medicina y psicología de la UABC, prefiere no usar la palabra droga, sino hablar de sustancias capaces de generar adicción.
“El problema no son las sustancias, el problema es cómo reaccionamos las personas cuando las consumimos”, comenta.
Dice que tienen mayor potencial las relacionadas con receptores de dopamina, pero el resultado dependerá de cada persona, su estado emocional y salud mental.
“Hay gente que está en riesgo de desarrollar enfermedades. Solo les falta poquito, solo les falta el empujoncito. Y ese empujoncito es el que da precisamente el efecto químico de la sustancia en el cerebro”, explica el especialista en sicología de las adicciones.
A la par, en 2008 Perú declaró patrimonio cultural de la nación “los conocimientos y usos tradicionales de la ayahuasca practicados por comunidades nativas amazónicas”.
“Se busca la protección del uso tradicional y del carácter sagrado del ritual de Ayahuasca, diferenciándolo de los usos occidentales descontextualizados, consumistas y con propósitos comerciales”, determinó el gobierno de Perú.
Y es que la notoriedad de estas plantas consideradas “sagradas” o “maestras” por las antiguas comunidades del Amazonas también ha traído complicaciones.
“Hay personas que hacen esto indiscriminadamente, y como en todas partes, hay muy malas prácticas, aquí también lo hay”, dice César Cobos, que se considera un facilitador y no un chamán.
Él conoció la planta hace 12 años cuando perdió familia y negocio. Se encontró entonces en un vacío emocional del que salió con la ayuda de un amigo que la trajo desde Sudamérica.
Tras una preparación de cuatro años bebiéndola habitualmente, comenzó a realizar sesiones ordenando la bebida hasta Perú con chamanes que asegura conocen bien la mezcla.
La bebida llega vía aérea por paquetería, así que en ocasiones ha quedado detenida en la aduana, pero sería el menor de los problemas.
“Hay también mucha charlatanería en la ayahuasca en Perú. Si no sabes quién te está mandando la medicina y cómo la hicieron, te pueden mandar algo que nosotros llamamos aguayasca”, comenta entre risas.
También dice que hay un aumento de personas interesadas en la experiencia en los últimos cinco años y lo atribuye a las redes sociales.
En una de sus más recientes sesiones asistieron 13 personas, el doble de las que recibe normalmente, por eso necesitó ayuda para cuidar al grupo.
Y es que al beber la ayahuasca nada detiene “el viaje” alimentado por la música de tambores, flautas, el incienso y la luz de las veladoras en medio de la habitación.
Brotan recuerdos, lágrimas, sonrisas y la revaloración de acciones pasadas. En algunos casos hay diarrea, y lo seguro es que habrá mucho vómito, algo que en la tradición es la purga del alma, pero entre los especialistas es una respuesta a la intoxicación por DMT.
Y no solo ha crecido el interés por las propiedades de la planta, también el precio que hace 10 años rondaba los 150 dólares por litro, y hoy no baja de 400 a 500 dólares, de acuerdo con César Cobos.
En Tijuana el costo por vivir la experiencia, incluyendo las recomendaciones previas, la bebida, el espacio para pasar la noche y en algunos casos seguimiento a quien lo requiera, cuesta entre mil 500 y mil 800 pesos.
¿Es negocio? “No, para nada. Al menos para mí no. Conozco personas que viven de esto, yo no. Tengo mi trabajo, soy gerente de una distribuidora de telas, vivo de ello”, responde.
Asegura que el dinero sirve para comprar más “medicina”, enseres para las ceremonias y para darlo a quienes no lo pueden pagar, como personas con adicciones.
Y no solo está siendo usado para tratar adicciones, algunos médicos están probando con enfermedades como Alzheimer e incluso cáncer, algo que se ha discutido en la Conferencia mundial de ayahuasca que este 2019 tuvo su tercera edición.
En este punto los especialistas de UABC advierten que es necesario separar los ingredientes activos que pudieran ayudar contra enfermedades, y no es nada sencillo.
Probar que una sustancia es inocua y tiene un beneficio médico puede tomar entre 20 y 30 años, y la ayahuasca tiene alrededor de 100 componentes, destaca el especialista en drogas de origen vegetal, José de Jesús Manríquez.
Eso no le preocupa a Tatiana, quien después entendió que aquella niña sonriente que jugueteaba sin temor a la oscuridad era ella misma, y no cree que un psicólogo le hubiera ayudado tanto como “la abuelita”.
“Si no te abres con el psicólogo no te va a ayudar en nada. Aquí estás contra ti mismo, estás peleando contra ti mismo, contra tus miedos, tus demonios. No puedes negarlo, no puedes mentir”.