Los viejitos quejosos dicen que ya se acabaron los buenos tiempos. Pero nunca ha habido un mejor momento para hallar nueva música.
Es una noche de viernes en Bushwick, Brooklyn, y estoy aquí para ver un espectáculo de la banda de rock Le Butcherettes, avecindada en El Paso. No estoy seguro de que pertenezca aquí: no me queda cabello por así decirlo, nada de ello teñido de un color brillante. Y estoy más que seguro de que soy el único tipo que recuerda con cariño haber visto a Jethro Tull en Boston en 1970 en una de las primeras giras de la banda por Estados Unidos.
Pero sí sé que ver a una banda joven en el camino a la cima es tan chido ahora como ver a Tull, Roxy Music, Patti Smith o Elvis Costello antes de que fueran reconocidos. Porque si eres fan de la música rock —o fan de cualquier tipo de música, de hecho— no hay nada como la emoción del descubrimiento.
Y resulta que el redescubrimiento también es algo muy bueno. Hace algunos años, gracias a una búsqueda en la red del tipo “me pregunto qué habrá sido de ellos”, me di la oportunidad de comprar un boleto para ver a los Zombies en un club de Nueva York. Aunque ya tenían más de 60 años para entonces, eran mejores que antes.
Algo es seguro, siempre ha sido más o menos así. La música nueva llegó cuando la música vieja fue redescubierta. Pero ahora, gracias en gran medida a la tecnología, los seguidores tanto de lo viejo como de lo nuevo viven en una era dorada.
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Hay unas cuantas razones de por qué.
Una: hay muchísimo inventario en el circuito de giras. Bandas de las décadas de 1960, 1970, 1980 y 1990 todavía están activas y todavía saben hacer lo suyo. The Cure, Fleetwood Mac, The Who, Deep Purple y los Rolling Stones (con Mick recién salido de una cirugía cardiaca) ahora están de gira o tienen planes de hacerla.
Pero la tecnología es la verdadera razón de que haya tantísima música fabulosa fácilmente disponible ahora. Cuando descubrí a Roxy Music, en 1972, fue a través de un periódico semanal alternativo. Luego tuve que ir y comprar un LP para oírlos por fin. Hoy les daría primero una mirada en YouTube o Spotify y luego descargaría o escucharía en línea su música. Según Nielsen, alrededor de 900,000 millones de canciones se escucharon en línea en Estados Unidos en 2018.
Hallar música en línea ha acabado no solo con la distancia —no tienes que dejar tu sofá para comprar u oír cualquier tipo de música—, también ha acabado con el tiempo. (Y también con el negocio de las disqueras, pero esa es otra historia.) Ya no hay un ayer. Todo es solo ahora. La vieja música no se deja de imprimir o se olvida. Por supuesto, todavía hay éxitos y listas pop, pero puedes encontrar lo que quieras en línea, remontándote a las primerísimas grabaciones que se hicieron. Los jóvenes pueden gustar de la música vieja, los viejos pueden gustar de la música nueva.
Ahora puedo sentarme en mi auto con mi hija y descubrir todo tipo de artistas grandiosos a través de Spotify. Death Grips; Aphex Twin; King Gizzard & the Lizard Wizard, de Australia, y el jazzista Kamasi Washington me fueron presentados por Linda, mi hija de ahora 19 años. (Yo: “¿Quién es ese?”. Ella: “¿De verdad quieres saber?” Yo: “En realidad, sí…”.)
Esto de lo viejo/nuevo se me presentó recientemente cuando vi dos espectáculos: Le Butcherettes, a quienes descubrí en YouTube, e Ian Hunter, un viejo favorito a quien redescubrí más o menos de la misma manera.
Me encanta Le Butcherettes.
Lo tienen todo. ¿Una carismática cantante principal? Sí. ¿Composiciones grandiosas? Sí, de nuevo. ¿Una poderosa sección rítmica? Sí. ¿Multinstrumentistas? Los tienen. ¿Se ven y tocan bien? Claro que sí.
También llamaron la atención de muchos nombres establecidos en el negocio. Su excelente álbum nuevo, bi/MENTAL, fue producido por Jerry Harrison, otrora de Talking Heads y los Modern Lovers. Jello Biafra —sí, el tipo de los Dead Kennedys— canta en el disco.
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La cantante principal y compositora, Teresa Suárez Cosío (también conocida como Teri Gender Bender), ha colaborado con Iggy Pop y John Frusciante, otrora de los Red Hot Chili Peppers. La banda le ha abierto, entre otros, a Jack White, famoso por White Stripes, y le abrirá al grupo de hard rock Incubus y otras bandas este año en una larga gira por Estados Unidos y Europa. Todavía no son grandes, pero con base en su grandioso álbum nuevo, me parece que lo serán.
Sin embargo, en realidad no puedes apreciar a la banda si no la ves en vivo. Teri es una artista dinámica y sus compañeros de grupo —la baterista Alejandra Robles Luna, el bajista Marfred Rodríguez-López, y Riko Rodríguez-López en prácticamente todo lo demás— son virtuosos y ensamblados.
Pero, cuando fui a verlos en Brooklyn, estaba un poco preocupado. Tocarían en un pequeño lugar para conciertos, abriéndole a L7, una punketa banda femenina que tuvo éxitos principalmente en la década de 1990. Los artistas abridores usualmente se las ven negras. El sonido es terrible, el público es indiferente (si es que hay público) y las intervenciones son reducidas.
Pero Le Butcherettes la armaron en grande. El sonido fue poderoso y claro, y se ganaron al público con una actuación rápida y furiosa de 30 minutos. El lugar estaba lleno a menos de la mitad al principio, pero se había abarrotado para la segunda canción. Básicamente, la banda hizo que el público dejara el bar y la mesa de mercancías.
En cuanto a Ian Hunter, él no tenía a nadie que impresionar en la City Winery de Manhattan. Estuvo allí cuatro noches de localidades agotadas —eso es alrededor de 1,200 boletos, creo yo— para la celebración de su… aguanta… cumpleaños número 80.
Hunter era el líder de los héroes del hard rock/glam Mott the Hoople en la década de 1970. Según cuenta la historia, la banda estaba a punto de desbaratarse cuando su seguidor David Bowie les ofreció una canción que él había escrito si lo reconsideraban. “All the Young Dudes” llegó a ser un gran éxito y le dio nueva vida a su carrera. Mott finalmente se dio por vencido en 1974 y Hunter entró en la tierra de los solistas.
Le perdí el rastro hasta una búsqueda en internet hace unos años, cuando me topé con el sitio web de Hunter. Resultó que Mott se reuniría con la alineación original para una serie de presentaciones en Londres. Por supuesto, fui. Y cuando regresé a Estados Unidos, me metí de lleno en el catálogo de solista de Hunter: “Cleveland Rocks” es bien conocida por The Drew Carey Show; una banda llamada Great White entró en las listas con “Once Bitten, Twice Shy” de Ian. Y Barry Manilow, de entre toda la gente, tuvo un gran éxito en Estados Unidos con “Ships” de Ian.
Aun cuando ahora está bien entrado en el territorio de los adultos mayores, Hunter se las ha arreglado para producir buena música nueva, al contrario de colegas como Billy Joel, quien parece haber dejado de componer hace años. Los últimos tres álbumes solistas de Hunter podrían ser una gran carrera para alguien más.
En todo caso, no había de qué preocuparse en el espectáculo al que asistí. Un Hunter en muy buena condición lideró a su grupo, la Rant Band, a través de una intervención de 90 minutos que incluyó material de sus discos de solista al igual que una canción asombrosa y nueva, “Dandy”, un tributo a David Bowie. Insertó uno o dos éxitos de Mott, incluida, por supuesto, “All the Young Dudes”.
Todos aquellos en el público que todavía podían bailar, lo hicieron.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek