Algo está fallando en la comunicación del gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, que apenas a una semana de cumplir sus primeros seis meses en el poder ya ve desplomarse la popularidad de la que gozaba su antecesor, Miguel Márquez Márquez y colocarse en una modesta media tabla nacional, lo que no es mucho dado el desprestigio de la mayoría de los mandatarios estatales.
Juan Aguilera Cid, quien fungió como el vocero de campaña de Diego Sinhue Rodríguez decidió no regresar al cargo que había ocupado en la primera parte del gobierno de Márquez y se mantuvo en su búnker de TV Cuatro, la televisora estatal que opera en forma descentralizada.
No es para menos, Sinhue decidió no tener un comunicador oficial, al designar para el cargo formal de la Coordinación de Comunicación Social a una eficaz operadora administrativa que no tiene ninguna experiencia en el trato con medios.
La explicación extraoficial para encargar a Angélica Aguilar esa área, donde se desempeñó durante varias administraciones como responsable de la programación publicitaria, fue la necesidad de recomponer el desorden heredado por Enrique Avilés, el comunicador de Miguel Márquez.
Sin embargo, resulta evidente que el verdadero diseñador de las políticas de medios e, incluso, el trato con los mismos, sobre todo los nacionales, es Aguilera Cid, pues en esos terrenos Angélica Aguilar ni siquiera aparece.
También ha sido Aguilera el encargado de cuidar a los medios de comunicación que tienen contratos publicitarios, o aspiran a tenerlos, para que controlen sus impulsos críticos y evitar que fustiguen a un gobierno que hasta ahora tiene pocas cosas para hablar positivamente.
Sin embargo, la decisión de no tener un vocero propiamente dicho y realizar solo plomería subterránea ha traído dificultades en áreas donde la velocidad es esencial, como en los temas de seguridad, terrenos en los que Juan Aguilera ni quiere ni puede meterse pues su relación con Carlos Zamarripa y Alvar Cabeza de Vaca está rota desde el anterior sexenio.
Esa circunstancia ha originado que se busque desesperadamente un esquema de vocería para la seguridad, con tan mal tino que en menos de seis meses ya han desfilado tres responsables y probablemente deban ser más.
Ni Luis Ernesto Ayala, que ha pasado de ser un prospecto de poderoso secretario de gobierno a un acompañante protocolario del gobernador; ni Marco Antonio Sánchez Aparicio, secretario ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad; tampoco Sophia Huett, a quien se le creo la Unidad de Análisis y Estrategia para la Seguridad Ciudadana, lograron articular un discurso coherente para enfrentar la emergencia que vive la entidad.
Más expuesta que sus dos antecesores, además por la coyuntura con la que inició el año derivada de la guerra contra el huachicol, Huett parece desgastada, carente de información desde las áreas sustantivas de inseguridad y tratando de sobrellevar las crisis con respuestas vagas y generalizaciones.
Sin embargo, justo es decir que en todo este desbarajuste solo hay un gran responsable y ese es el jefe máximo de todos los anteriores, el gobernador Diego Sinhue Rodríguez que es el responsable de haber diseñado o de haber aceptado un diseño tan confuso como casuístico y carente de lógica.
Además, desde que recibió el cargo de Fiscal General, Carlos Zamarripa ha empezado a activar con más fuerza, apareciendo en medios locales y nacionales y generando una política de filtraciones que ha contribuido en buena medida a aumentar el desorden.
El propio gobernador ha debido salir al paso de la confusión reinante para aceptar la interlocución de los medios en entrevistas banqueteras a las que originalmente se resistía.
Por si algo faltara está el tema de las ocurrencias para salir del paso, que ya no son una ni dos, sino varias: llamar “golpe de timón” a la operación para enfrentar a la banda huachicolera de El Marro, lo que subsumió un programa que se quería sexenal en una simple acción coyuntural que ni siquiera fue coronada por el éxito, por lo menos no a estas alturas; anunciar la construcción de un instituto de formación de cuadros policiales en Santa Rosa de Lima, al calor de la operación, sin esperar los resultados; disputar con la alcaldesa de Salamanca la responsabilidad del deterioro de la situación de seguridad en el municipio.
Todo esto configura un panorama preocupante, pues los mayores problemas que el gobierno de Sinhue ha tenido hasta ahora para consolidar una imagen o generar una identidad no provienen del entorno exterior, sino de las limitaciones de su estrategia y las equivocaciones de su cuarto de guerra, si se le puede llamar así.
El sexenio apenas inicia y lo ocurrido hasta ahora puede ser simplemente anecdótico al pasar de los meses, eso sí, siempre y cuando se corrija.
La idea de carecer de un vocero institucional par dar lugar a un rosario de vocerías ineficientes no parece ser la mejor forma de enfrentar la actual coyuntura conflictiva de Guanajuato. Alguien en el entorno del gobernador debe empezar a darse cuenta de este fallo estructural y empujar para la instrumentación de otro modelo.
Al interior del gobierno empieza a concentrarse la percepción de que hay demasiado poder concentrado en la oficina del jefe de gabinete, Juan Carlos Alcántara, mientras que la secretaria particular, Juana de la Cruz Martínez, se encuentra holgada y desperdiciada si se piensa en la experiencia que ha acumulado a lo largo de 12 años de altas responsabilidades gubernamentales, a los que se suman otros seis de responsabilidades partidistas.
Otra situación que no debe perderse de vista es la aún aplazada independencia de Diego Sinhue con respecto a Miguel Márquez. Piénsese tan solo en la intensidad del aplauso recibido por el ex gobernador en el informe de su pupilo y sucesor, para colegir que buena parte del aparato de gobierno aún extraña el estilo personal del de Purísima y no acaba de hacerse a la idea de que las cosas cambiaron, quizá porque no lo han hecho tanto.