Según Aristóteles, el concepto de amistad solo puede generarse entre hombres virtuosos o buenos, pues los verdaderos amigos son aquellos que procuran el bien del otro. Para el filósofo los corruptos no pueden trabar una relación de amistad puesto que no podrían desear el bien de los demás; únicamente les interesa su propio bien. La amistad es una virtud, concepto mucho más amplio respecto a lo que entendemos.
La sociedad es el caldo de cultivo para la vida y desarrollo del individuo; es la expresión esencial de la condición racional del ser humano. El hombre no solo es un animal gregario, como las parvadas o los cardúmenes, sino que, además, es sociable debido al uso del lenguaje y la comunicación, que, a través de la palabra, vincula a uno con el otro.
Siguiendo con Aristóteles, la palabra se distingue de la voz, pues es la expresión del conocimiento racional. El hombre es el único animal que tiene palabra.
La palabra no solo constituye el nexo para expresar la naturaleza racional, es también instrumento para que la especie humana no se reduzca a ser movida por meros instintos, puesto que, a través de ella, el hombre asume su propia condición social y la ejerce racionalmente como parte de la sociedad. No solo se vincula a ella como relación estrictamente corporal y de sobrevivencia, sino como ser que requiere un medio organizado en una comunidad para aspirar a una vida feliz.
Santo Tomás, ferviente seguidor de la filosofía aristotélica, también aborda con profundidad el tema de la amistad. Para él, la amistad constituye el pilar de la sociedad, desde todos los ángulos del quehacer humano. Según la filosofía tomista la amistad es una de las principales experiencias que más nos hacen integrarnos a la vida social. Amistades las hay de muchos tipos, desde el amor espiritual, hasta el carnal; el simple hecho de congregarnos en comunidad es un signo de amistad entre los humanos.
Al igual que Aristóteles, Santo Tomás encuentra en la amistad la esencia del ser social. Es producto instintivo de su propia naturaleza y se basa en la razón. La amistad no es un bien como cualquier otro y en ella encuentra tres niveles: amistad de utilidad, amistad deleitable y amistad honesta.
La amistad útil se da cuando se busca al amigo por algún interés material, como la ayuda en el trabajo, el apoyo de su poder o la conexión con otros que puedan producir algún beneficio. La amistad deleitable se caracteriza por la búsqueda del placer o de la compañía de la otra persona para sentir gusto y contento, y la amistad honesta está en función de la virtud y, como la principal virtud en el nivel humano es la de la justicia, esta amistad está orientada hacia ese fin.
Parece que la concepción tomista de la amistad permanece vigente desde la Edad Media. En el primer caso, la amistad útil, no cabe la menor duda de ello. Se da en función del interés del sujeto para poder acceder en connivencia con el otro al progreso y bienestar de ambas partes.
Podría decirse que esa no es verdadera amistad, sino un mero interés en obtener una ganancia o lucro a través de una hipócrita cercanía, aunque no necesariamente tiene que ser así.
Es verdad que el interés puede motivar el acercamiento amistoso hacía alguien en particular, pero ello no es obstáculo para que verdaderamente se labre un verdadero y sólido vínculo entre los interesados. Si no fuere así, entonces no podrían explicarse las exitosas relaciones entre los socios de una empresa o entre el jefe y el subordinado, sin que haya nada tóxico en ellas.
La amistad deleitable es tan necesaria como la más profunda de las amistades. Requerimos de esos amigos con los cuales eventualmente podemos tener momentos de convivencia, sin que necesariamente sean nuestros compañeros más íntimos y conocedores de nuestros secretos. Es una amistad tan honesta como cualquier otra, que se eleva al nivel de la buena camaradería y cordialidad de la cual todos requerimos.
Por lo que toca a la amistad honesta, es en este rubro donde contamos a los verdaderos amigos cercanos, aquellos que se cuentan con los dedos de una mano y sobran. Es la verdadera amistad que se forja bajo el deseo de la búsqueda del bien del otro y el bien común, es la amistad por antonomasia.
Sabemos bien que el Día del Amor y la Amistad es una fecha artificiosamente impulsada para que el comercio logre reestablecerse en un periodo del año en el que las ventas suelen decaer.
No obstante, en estos tiempos aciagos y de división que vive México, bien vale la pena recapacitar sobre este apreciable valor de la amistad. Es un buen pretexto para celebrar ese regalo que la vida nos da a través de nuestras amistades; es una oportuna excusa para encomiar a esos entrañables afectos como mi hermana que es mi amiga y mis amigas que son mis hermanas.
En estos días donde parece que priva el ánimo de señalar, culpar y dividir, nos haría bien un 14 de febrero todos los dias.