Por tres meses maratónicos, las identidades de los miembros del jurado, conformado por civiles, solo era conocido por unos cuantos privilegiados. El martes, el grupo anónimo tal vez haya convertido al narcotraficante forajido Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, apodado “El Chapo”, en un condenado a cadena perpetua después de hallarlo culpable de los 10 cargos de que se le acusaba.
Después de varios días de deliberación -que implicó un gran esfuerzo al revisar montones de testimonios de algunos de los testigos de la fiscalía-, llegó el momento poco después de las 12:30 p.m. y Brian Cogan, juez federal de distrito, confirmó que había un veredicto y repitió todos los fallos de culpabilidad.
Pero antes de la condena, que podría mandar al hombre de 61 años a prisión por el resto de su vida cuando sea sentenciado en junio por un montón de cargos, incluido el de Empresa Criminal Continua, Cogan disolvió al jurado con una sola directriz.
“En cuanto se abra esa puerta, no podrá cerrarse de nuevo”, les dijo, según Reuters.
Al parecer, el juez les enfatizaba a todos y cada uno de ellos el hecho de que este caso, incluso ahora que el final espectacular había terminado, todavía es sensible, que no se han terminado las ansiedades, expresadas durante el juicio, por el miedo a una represalia potencial del Cártel de Sinaloa.
“Él tiene una base de operaciones en el área de la Ciudad de Nueva York”, dijo a Newsweek Derek Maltz, ex director de Operaciones Especiales de la Administración para el Control de Drogas (DEA) y quien cazó a Guzmán por años. “Ellos tienen muchos agentes listos para hacer lo que sea necesario en nombre de la dirigencia en México”.
Quienes acaparan la atención mientras el jefe criminal enfrenta la posibilidad de morir en una penitenciaría federal, son los dos hijos adultos de Guzmán: Iván Archivaldo Guzmán y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, apodados “Los Chapitos”.
“No me sorprendería que los dos hijos empiecen a atacar a la gente que condenó de por vida a su padre”, advirtió Maltz. “En lo personal, creo que muchas personas deberían cuidarse las espaldas y asegurarse de que no los sigan”.
Maltz elogió las acciones de seguridad en la corte del Distrito Este por “hacer un buen trabajo al proteger a testigos y miembros del jurado” y usar muchas acciones más que probadas para evitar que alguien interfiriese, las cuales se remontan al juicio contra John Gotti, jefe de la familia criminal Gambino.
Cuando Guzmán fue considerado para una fianza, los fiscales señalaron rotundamente en el memorándum de detención previo al juicio que, más allá de una riqueza “ilimitada”, él “conserva redes sustanciales de distribución de drogas en Estados Unidos, incluida el área de Nueva York”.
Pero Maltz reconoció que como el jefe del Cártel de Sinaloa fue etiquetado como la persona en la cima de lo que él llamó una “organización terrorista internacional”, la cual usaba “la violencia más despiadada para atacar e intimidar”, no se debe escatimar en protección. En especial después del juicio.
“Con base en mi experiencia, tengo mucha confianza en que el Distrito Este y el Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos den la mejor protección y seguridad a los miembros de este jurado, pero es limitado lo que pueden hacer porque pueden defender una amenaza en la corte, pero no tienen control sobre las acciones del jurado”.
Los fiscales de la fiscalía federal de la Corte de Distrito del Distrito Este de Nueva York se negaron a comentar para este artículo.
Un portavoz de los Alguaciles de Estados Unidos le respondió a Newsweek, confirmando que la agencia continúa vigilando incluso después de que se entregan los veredictos.
“Los alguaciles de Estados Unidos son responsables de la protección del proceso judicial federal, y nos tomamos con mucha seriedad esa responsabilidad”, dice la declaración. “Aun cuando no discutimos nuestras medidas de seguridad específicas, revisamos de manera continua las medidas de seguridad implementadas y tomamos las acciones apropiadas para dar protección cuando se necesite”.
Para un miembro del jurado, que fue seleccionado y tuvo que escuchar los testimonios de 56 testigos, de los cuales una docena fueron ex subordinados de Guzmán (muchos todavía le mostraban respeto al llamarlo “Don Joaquín”), es grande la tentación de chismear o cobrar por decir cómo se sintió estar sentado en el estrado, mirando a un hombre de quien los fiscales decían que ordenó torturas salvajes y por lo menos 30 homicidios.
Los miembros del jurado podrían sentirse tentados a seguir los pasos del grupo de amanuenses principiantes que firmaron contratos de libros para contar cómo se sintió decidir el destino de O.J. Simpson, los hermanos Menendez, George Zimmerman, Scott Peterson, entre otras personas notables.
La especulación sobre contratos de libros parece ser un requisito después de un juicio, como sucedió cuando el juicio por homicidio de Aaron Hernandez, el fenómeno del fútbol americano profesional, terminó y un reportero ofendió a un miembro del jurado al preguntarle sobre un contrato de libro.
Estos juicios contenían intriga y nombres conocidos, pero podrían considerarse dentro de la media en comparación con El Chapo.
Dado cómo se repiten las cosas en las redes sociales, incluso los fragmentos más pequeños sobre el juicio de Guzmán pueden popularizarse al instante. A causa de esto, Maltz les aconseja a los miembros del jurado que eviten a toda costa la trampa de compartir sus experiencias con algún familiar, amigo o vendedor de libros.
“Yo sería muy cuidadoso con respecto a hablar con alguien sobre el caso, porque en cuanto se haga público, no puedes meter al genio de vuelta en la botella”, dijo él.
Durante las semanas gélidas del juicio de Guzmán, quedó en claro que los Alguaciles de Estados Unidos y los oficiales de la corte en la corte federal de Brooklyn hacían gala de su fuerza. Hubo sabuesos para detectar bombas circunnavegando junto con alguaciles en trajes de faena y armados con rifles.
No hubo escasez de teatralidad al descubrir los grandes gastos del sanctasanctórum del Cártel de Sinaloa.
Los fiscales etiquetaron al Cártel de Sinaloa como la “organización de tráfico de drogas más grande del mundo” que reclutaba jovencitas para ser arruinadas por Guzmán y sus pares narcotraficantes, revelaron detalles de un asesinato fallido que implicaba una arepa aderezada con cianuro, la afirmación de un soborno por 100 millones de dólares al ex presidente mexicano Enrique Peña Nieto, un acuerdo malgastado de cocaína con las guerrillas colombianas con tierras extorsionadas usadas como garantía, una aparición de Sean Penn catalogada como evidencia federal, y su esposa Emma Coronel Aispuro, de 29 años y otrora concursante de belleza, imitando la moda de su marido, y en cierto momento negando que hubiera dado mensajes mediante señales en la corte.
Aispuro, quien estuvo en la galería durante gran parte del juicio negó esto, pero el juez Cogan se negó cuando ella pidió un abrazo.
Adentro, no podías escaparte al tufo de colonia cara o el dramatismo entretenido que siempre estuvieron a la mano. Hubo un momento de histeria el 8 de enero, cuando las luces en la corte se apagaron de repente y alguien gritó en la galería: “¡Se escapó!”
En el cuarto día de deliberación del jurado, un entrometido, llamado René Javier Rivera Martínez, se presentó en la corte afirmando que era pariente de Guzmán. Los alguaciles lo arrestaron rápidamente y lo entregaron al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
En el caso que los fiscales presentaron en contra de Guzmán, el jurado fue recluido parcialmente, y aun así no impidieron que dos miembros del jurado se acercaran a Cogan para explicarle sus preocupaciones con respecto a ver los titulares noticiosos del juicio.
El bombo y platillo no importó. Se dio un veredicto de culpabilidad y se leyó antes de que los miembros del jurado se marcharan bajo la custodia de alguaciles federales armados. Y hasta ahora, han seguido el juramento de silencio tácito del juez.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek