Cada vez es más difícil distinguir entre un ciberataque contra una instalación militar convencional y los preparativos para un ataque nuclear inicial.
Hoy en día, hay muchas personas que no tienen presente el peligro existencial de una guerra nuclear. Es fácil olvidar que Rusia y Estados Unidos tienen miles de misiles dirigidos hacia sus territorios, y en un estado de preparación permanente. Sin embargo, la amenaza —relativamente— reciente de un ciberataque ha renovado la aterradora urgencia de este impasse de hace décadas.
Estados Unidos, Rusia, China y otros países dependen de satélites y redes de computadoras para controlar sus arsenales nucleares. Los satélites vigilan las actividades de las potencias rivales, mientras que las redes de computadoras transmiten actualizaciones del estatus de las armas nucleares y coordinan lo que serían sus objetivos. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia se abstuvieron de intervenir los satélites y sistemas computarizados de sus oponentes para evitar una Tercera Guerra Mundial.
Pero parece que esa cortesía se ha vuelto anticuada. Las fuerzas militares convencionales —con sus drones, misiles de crucero y demás armas de alta tecnología— utilizan los mismos satélites y redes computarizadas que las armas nucleares, en tanto que la guerra cibernética empieza a integrarse al arsenal militar estándar. Esto significa que cada vez es más difícil distinguir entre un ciberataque contra una instalación militar convencional y los preparativos para un ataque nuclear inicial.
El gran temor de los planificadores militares es que alguna nación nuclear, feliz de provocar, confunda un ataque convencional con una incitación a la guerra. “Desde la perspectiva estadounidense, si perdemos esos satélites, nuestra respuesta podría ser ‘Vaya, quieren atacarnos’”, dice Brian Weeden, director de planificación de programas en Secure World Foundation, en Washington, D. C., y exoficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Imaginemos lo que podría ocurrir durante una situación tensa derivada de la independencia de Taiwán o de las reclamaciones territoriales chinas en el Mar de la China Meridional. En un esfuerzo para impedir que Estados Unidos vigile sus fuerzas de misiles convencionales, los chinos podrían ceder a la tentación de derribar uno o dos de los satélites estadounidenses para alerta de misiles que escudriñan la región; y Estados Unidos podría concluir que China está preparándose para lanzar sus misiles nucleares.
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No es necesario que un ciberataque afecte un sistema de armamento nuclear para que ocurra un escalamiento. Cuando estaban por concluir las Olimpiadas de Invierno de 2018, líderes militares estadounidenses presuntamente consideraron lanzar ciberataques contra el Ejército norcoreano y dejar a Pyongyang con la “nariz ensangrentada”. Muchos analistas temieron que eso pudiera desatar un conflicto mayor, incluida la posibilidad de que Corea del Norte utilizara sus armas nucleares contra Corea del Sur y Japón.
No está claro cómo respondería Estados Unidos a los ciberataques directos contra sus sistemas nucleares, pues los planificadores militares aún no han explorado esa situación en sus ejercicios bélicos. En los efectuados entre 2011 y 2016, en el Colegio de Guerra de la Armada de Estados Unidos (que contemplaron ciberataques contra objetivos convencionales), líderes y expertos estadounidenses se mostraron renuentes a responder de la misma manera. En vez de ello, optaron por ataques convencionales y pusieron en alerta sus fuerzas nucleares. Jacquelyn Schneider, experta en estrategia nuclear del Colegio, atribuye esa respuesta a “los alarmistas cibernéticos, quienes han hecho analogías entre las armas convencionales y las armas nucleares con la finalidad de demostrar a los legisladores que deben tomar en serio la amenaza cibernética”.
Sería difícil implementar un acuerdo internacional que prohíba los ciberataques contra sistemas nucleares de comando y control; de hecho, no hay un acuerdo semejante a la vista. Por el contrario, las naciones están fortaleciendo su ciberseguridad y la detección temprana de interferencias en sus redes computarizadas, al tiempo que eligen con cuidado a los proveedores de los componentes de hardware y software que utilizan en sus sistemas nucleares de comando y control. Schneider sugiere que, a la vez que más países migren a sistemas digitales, sería conveniente que conservaran el respaldo de sus sistemas análogos anteriores. “El mayor disuasivo para un escalamiento cibernético es la resiliencia”, concluye Schneider.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek