La fascinante y sangrienta secuela de Tierra de nadie: Sicario, Día del Soldado, llega a lo más hondo, y a los encabezados.
En tensión y emoción, pocas películas de 2015 sobrepasaron a Sicario. Escrita por Taylor Sheridan y dirigida por Denis Villeneuve, logró la trifecta de las películas independientes: los críticos la alabaron, tuvo múltiples nominaciones a los Premios de la Academia y una ganancia considerable cercana a los 85 millones de dólares, casi el triple de su presupuesto. Una secuela se anunció rápidamente.
Sicario se ubicó en la frontera de México, donde el FBI, el Departamento de Justicia y la Administración para el Control de Drogas tratan de abatir a un cártel brutal de Juárez. La estelarizó Emily Blunt como Kate Macer, una virtuosa agente del FBI disgustada con los métodos de sus superiores: Matt Graver (Josh Brolin), el jefe de la fuerza especial del gobierno, y su sicario solitario, Alejandro Gillick, interpretado escalofriantemente por Benicio del Toro.
Para la secuela, Sicario: Día del soldado, regresó el guionista Sheridan y descartó todo juicio moral, y por lo tanto también al personaje de Blunt. La historia esta vez se centra en Gillick. Él y Graver ahora lidian con carteles mexicanos de la droga que llevan terroristas a Estados Unidos. Su plan: instigar una guerra entre pandillas rivales mediante secuestrar a la hija adolescente de un capo de la droga, el trabajo de Gillick.
Al igual que en la película original, la trama está llena de detalles y exige mucha atención, y el sobrio y desolado paisaje desértico es filmado hermosamente. También muy pronto se ve manchado de sangre, cuando Soldado se convierte en una ráfaga de ejecuciones al lado del camino y escapes por un pelo. Y Del Toro da una actuación totalmente perturbada; su escena final vale el precio del boleto.
Fue su personaje lo que atrajo al director italiano Stefano Sollima al proyecto, específicamente la paradoja de un hombre quien, en un giro inteligente, evoluciona de ser el asesino vengativo de Sicario (la familia de Gillick fue asesinada por el capo de la droga de Juárez) a ser el protector inesperado de su víctima de secuestro. Esta vez, dice Sollima, “él va en contra de todo en lo que cree, incluida la misión”.
El director italiano, cuya obra incluye la aclamada serie criminal Gomorra y la película de 2012 ACAB—All Cops Are Bastards, es hijo del difunto director de spaghetti westerns Sergio Sollima. Como su padre, es fan de los antihéroes. “No gente mala”, dice Sollima. “Gente que por razones diferentes está en el otro lado [de la ley]”. En ello, encontró a la pareja perfecta en Sheridan, cuyos personajes matizados (también ve Enemigo de todos y Viento salvaje) son personas buenas que hacen cosas malas o viceversa. “No hay mucha maldad pura en el mundo, pero es increíble cuán poco se necesita para hacer gran daño”, dijo él a Newsweek el año pasado. “La mayoría de nosotros no nos enfrentamos a algo puro. Nuestra vida involucra mucho de 60/40 y 70/30”.
A Sheridan le preocupan los acontecimientos actuales que separan familias, y es imposible ver Soldado —ubicada en la frontera militarizada de México— y no pensar en la crisis real que domina los encabezados. Sollima evita las preguntas sobre las políticas inmigratorias de Estados Unidos; su película, dice él, habla de problemas universales. “Es tan relevante, va más allá de la política. Esto tiene que ver con los seres humanos”, comenta él. “Es lo mismo en todo el mundo. Pagan dinero, arriesgan sus vidas, mueren por un sueño. Y el sueño es vivir una mejor vida”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek