Se quedan solos. Extrañan a sus amigos y a su familia. Por ello, a pesar del peligro que representa exponerse a una venganza, los desertores rusos que se esconden en el extranjero realizan llamadas telefónicas o envían correos electrónicos a sus familiares en Rusia. Y cuando lo hacen, el Kremlin escucha. “Es fácil encontrarnos”, declaró a Newsweek un desertor que radica en Estados Unidos. “Si realmente están decididos a hacerlo”.
Aunque las llamadas telefónicas y los correos electrónicos abren canales para que los espías rusos localicen a los desertores, los familiares que los visitan desde su patria hacen que esto sea aún más fácil. Los agentes pueden seguirlos hasta las puertas de la casa del desertor.
Algunas fuentes de seguridad estadounidenses afirman que, en años recientes, se ha producido un leve aumento en la actividad rusa en Estados Unidos; se ha visto a supuestos agentes rusos recorriendo los vecindarios de desertores protegidos por equipos de seguridad de la CIA. El FBI y la CIA han “sacado a las personas de su retiro, personas que trabajaron contra los usos en la década de 1990”, para hacer frente al desafío, señala el desertor, quien habló desde el anonimato por temor a poner en riesgo su seguridad (la CIA declinó hacer comentarios. El FBI no respondió a preguntas sobre la actividad rusa en Estados Unidos).
Durante el mes pasado, organismos estadounidenses de contrainteligencia han estado especialmente nerviosos. Uno de los factores principales: el ataque con un agente nervioso perpetrado el 4 de marzo pasado en un centro comercial de Salisbury, Inglaterra, contra Sergei Skripal, un exespía que colaboraba con la inteligencia británica. Londres y Washington culparon a Moscú, que negó haber participado en el ataque. “Todo el mundo ha estado en alerta desde el envenenamiento de Skripal”, afirma Michelle Van Cleave, directora de contrainteligencia nacional durante el régimen del presidente estadounidense George W. Bush. El 29 de marzo, Boris Karpichkov, otro antiguo doble agente ruso en el Reino Unido, dijo que había sido informado de que agentes del Kremlin también irían en su busca. “[E]s probable que ocurra algo”, le dijo un viejo camarada a mediados de febrero, de acuerdo con NBC News. “Es muy grave, y no eres el único”.
Skripal y su hija, Yulia, quien lo visitaba desde Rusia, fueron atacados con Novichok, un agente químico letal inventado por ingenieros soviéticos en la década de 1980. El exespía se recuperó lentamente; un mes después del ataque, Skripal y su hija fueron declarados fuera de peligro. Un policía que investigaba el ataque también resultó lesionado.
No es imposible que se produzca un ataque similar en Estados Unidos, señalan veteranos de la CIA con largos antecedentes en relación con Moscú. Los rusos “prácticamente se retiraron de ese negocio a mediados de la década de 1970”, señala Mark Stout, exanalista de la CIA y especialista en Rusia, pero con el ascenso de Vladimir Putin en la década de 1990, volvieron a “rastrear y cazar a los desertores”.
Dos antiguos jefes de estación de la CIA en Moscú no descartan la posibilidad de que se produzcan ataques igualmente audaces en Estados Unidos. “Putin ha demostrado que no tiene límites en los métodos que puede utilizar para atacar al ‘enemigo principal’ de Rusia y a nuestros aliados”, afirma Daniel Hoffman, veterano de ese organismo, con 30 años de servicio. “El ataque contra Skripal debería hacer sonar la alarma para todos los países miembros de la OTAN, incluido Estados Unidos, de que algo como eso podría sucederles a ellos”. Sin embargo, aunque Moscú “siempre han buscado ubicar a los desertores rusos en Estados Unidos y el Reino Unido”, afirma John Sipher, miembro de ese organismo, también “intenta atraerlos de vuelta a Rusia” con el mensaje de que “todo ha sido perdonado”.
Eso funcionó bastante bien en los últimos días de la Guerra Fría, cuando hasta 40 por ciento de desertores rusos, como el tristemente célebre Vitaly Yurchenko, mordieron el anzuelo y volvieron a casa, afirman dos veteranos del organismo. “Con frecuencia, se debió a que se sentían nostálgicos, solos y tenían grandes dificultades para adaptarse a la vida en Occidente”, afirma uno de ellos, hablando desde el anonimato debido a que tales temas siguen siendo muy delicados. “Algo tan simple como elegir un tubo de pasta dental resultaba muy difícil porque había demasiadas opciones”. Dado que no podían hablar con familiares y amigos detrás de la Cortina de Hierro en aquellos días anteriores a la Internet, “la existencia diaria se volvía abrumadora”.
Esto ya no es así. Los sucesos recientes indican que Moscú pudo haber dejado atrás la zanahoria para utilizar de nuevo el garrote. En 2016, en una investigación oficial realizada por el Reino Unido, se implicó a Putin mismo en el asesinato de Alexander Litvinenko, un antiguo oficial de inteligencia ruso que vivía en el exilio en Inglaterra y que murió por un envenenamiento por radiación en 2006, pero el escándalo se desvaneció sin producir ninguna consecuencia diplomática. El ataque contra Skripal, señala Aaron Arnold, exanalista de inteligencia del FBI, “podría ser… la prueba de fuego para ver qué tan lejos les dejarán llegar”.
No mucho, a juzgar por la reacción de los líderes europeos, encabezados por la Primera Ministra británica Theresa May, quien expulsó a una gran cantidad de presuntos espías rusos que trabajaban bajo una fachada diplomática. El presidente estadounidense Donald Trump declinó no unirse a los europeos en sus críticas contra el Kremlin, pero el gobierno expulsó a 60 diplomáticos rusos de Estados Unidos y cerró el consulado ruso en Seattle. Moscú respondió expulsando a 60 diplomáticos estadounidenses, además de 59 de otros países, y cerró el consulado estadounidense en San Petersburgo. Más tarde, Estados Unidos añadió nuevas sanciones contra oligarcas rusos, sus empresas y funcionarios del Kremlin de alto nivel.
Sin embargo, algunos espías veteranos plantearon dudas sobre la participación del Kremlin en el caso de Skripal. Y el desertor ruso que hablo con Newsweek calificó al ataque como “muy poco profesional” debido a que no solo no logró matar al objetivo, sino que hizo que se señalará inevitablemente al Kremlin. El principal laboratorio militar del Reino Unido también señaló que no pudo identificar “el origen preciso” de la complicada arma.
¿Y por qué Skripal?, preguntó el desertor. El exfuncionario del GRU, el organismo de inteligencia militar de Rusia, había sido desenmascarado como espía británico años atrás y fue interrogado para revelar todo lo que sabía antes de ser liberado en un intercambio por 10 espías arrestados en Estados Unidos en 2010. “Ya no tenía más secretos”, señala el desertor. “No representaba ninguna amenaza para Rusia”. Afirma que es más probable que algunos excamaradas del GRU a quienes Skripal delató ante la inteligencia británica estuvieran vengándose, utilizando “idiotas” de la mafia rusa para llevar a cabo el ataque. También menciona un documental que apareció en los medios controlados por el Estado ruso en el que se afirma que varias reservas de Novichok se habían perdido.
Resulta que esas también son las líneas de investigación de Moscú. Anatoly Antonov, el embajador de Rusia ante Estados Unidos, explicó a NBC News que Skripal “pasó cinco años en una cárcel rusa. Ese tiempo fue suficiente para que nos revelara todo lo que sabía. ¿Por qué tendríamos que vengarnos?”
Es fácil, dice Hoffman. “Putin deseaba sacudir a sus electores con una retórica antioccidental” antes de la elección presidencial del 18 de marzo. Y esto le garantizo “una intensa reacción” por parte de May, que era Secretaria del Interior en 2006 cuando Litvinenko fue fatalmente envenenado con plutonio. Las expulsiones, señala Hoffman, le permitieron a Putin “presentar a Rusia como una fortaleza bajo asedio a la que sólo él podía defender”.
El Kremlin, señalan sus críticos, tiene una larga historia de asesinatos no muy sutiles. Un agente ruso asesinó al exrevolucionario Leon Trotsky con un piolet en México, en agosto de 1000 940.6 meses después, Walter Krivitsky, un franco desertor ruso, fue encontrado en un charco de sangre en su habitación de un hotel de Washington D.C. Sin saber que estaba en una lista de objetivos soviéticos, los investigadores llegaron a la conclusión de que se había suicidado.
El año pasado, en Washington, D.C., la policía concluyó oficialmente que Mikhail Lesin, ex jefe de medios de comunicación de Putin, había muerto debido a múltiples caídas en su habitación de hotel después de una borrachera. Sin embargo, “todo el mundo piensa que fue molido a golpes y que Putin o el Kremlin estaban detrás de todo el asunto” declaró recientemente a BuzzFeed un agente del FBI. En febrero pasado, el sitio reveló pruebas que implicaban a Rusia en 14 muertes sospechosas ocurridas en suelo británico y que el gobierno de ese país había pasado por alto en gran medida.
En enero de este año, los demócratas del Comité de Relaciones Exteriores del Senado publicaron un informe en el que advertían que el largo brazo de la inteligencia rusa podía alcanzar a Estados Unidos y eliminar a alguien. “El rastro de muertes misteriosas, todas las cuales se relacionan con personas que poseían información que el Kremlin no deseaba hacer pública, no debe ser pasado por alto por los países occidentales bajo el supuesto de que están a salvo de esas medidas extremas”, se lee en el documento.
Putin confirmó lo anterior cuando el FBI atrapó a Anna Chapman y otros nueve “ilegales” rusos encubiertos en 2010. Quienquiera que los hubiera traicionado, sufriría. “Las cosas siempre acaban mal para los traidores”, dijo. “Como regla, su fin llega por beber o usar drogas, y terminan tirados en las cloacas”.
Mientras tanto, el desertor se muestra fatalista. “Sé que esto va a ocurrirme tarde o temprano”, dice. “Lo único que puede hacer es renovar mi seguro de vida. Si mandan a un profesional, estoy acabado”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek