La ciudad del Cabo, la segunda más grande de Sudáfrica enfrenta la inminentemente llegada del llamado Día Cero, cuando los depósitos serán tan bajos que la ciudad cerrará los grifos municipales a sus 3.74 millones de habitantes.
En principio las autoridades fijaron para mediados de abril, el “Día Cero”, pero fue postergado hasta mayo, según la municipalidad de El Cabo. No obstante, la fecha podría adelantarse si los residentes no cumplen con las restricciones de agua actuales de utilizar solamente 50 litros por día.
Este escenario supone una de las crisis de agua más graves de cualquier ciudad moderna, por ello, las autoridades sudafricanas declararon este martes el estado de catástrofe natural en todo el país a causa de una sequía histórica que afecta desde hace meses a Ciudad del Cabo, amenazada por un corte del abastecimiento de agua potable.
Esta decisión, publicada en el diario oficial, fue tomada tras una “reevaluación de la gravedad de la sequía actual”. El gobierno ha tomado a su cargo la gestión de esta crisis, según la AFP.
Bajo su autoridad, todas las instituciones del Estado tienen órdenes de poner en marcha “planes de urgencia, ayuda inmediata y las medidas de construcción” necesarias, según el texto del decreto firmado por el jefe del Centro de gestión de situaciones de urgencia, Mmaphaka Tau.
El concepto de Día Cero suena definitivo, pero en realidad no significa que los depósitos se secarán por completo. Alrededor del 13.5 por ciento del agua utilizable permanecerá disponible para los servicios de la ciudad más esenciales, incluidos hospitales y cuerpos de bomberos, publicó la revista Smithsonian.
De acuerdo con especialistas, los residentes necesitarán redefinir sus hábitos diarios. La ciudad ya ha publicado materiales que sugieren cómo reducir el consumo de agua en el hogar, lo que incluye permitir que las duchas se atenúen y se detengan.
Los culpables de esta crisis, dicen investigadores parecen ser una combinación de cambio climático y mala administración de la ciudad.
Sin reservas de agua
Mucho antes de la sequía en Ciudad del Cabo que podría privar a la urbe sudafricana de agua corriente, el mundo ya vivía una crisis de este recurso vital.
Las señales de que las reservas de agua dulce peligraban eran evidentes: grandes ríos bloqueados por represas explotados hasta la última gota, capas freáticas milenarias vacías, aguas afectadas por diversos tipos de contaminación.
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Sin embargo, la segunda ciudad sudafricana no sufría estos problemas. En 2014, la media docena de depósitos que suministran agua para sus cuatro millones de habitantes estaban llenos.
Pero después de tres años de una sequía histórica, las reservas están a su nivel más bajo y el gobierno sudafricano debió este martes declarar el estado de “desastre nacional”.
Los expertos climáticos lo habían previsto, pero no tan temprano. “El cambio climático debería habernos golpeado en 2025 (…) Los servicios meteorológicos de Sudáfrica me comentaron que sus modelos ya no funcionan”, comentó la responsable de la provincia del Cabo occidental, Helen Zille.
De prestado
A escala global, la crisis del agua se perfilaba desde hacía décadas. El Foro Económico Mundial incluye cada año este fenómeno entre las amenazas mundiales potencialmente más graves, por delante de las catástrofes naturales, las migraciones masivas y los ciberataques.
En la llanura del Indo y del Ganges, donde viven unos 600 millones de personas en India, Pakistán y Bangladés, “el agua subterránea es extraída a un ritmo inaguantable y muy preocupante”, constata Graham Cogley, de la universidad canadiense de Trent. Y más de la mitad del agua, contaminada por la sal y el arsénico, es inutilizable para el consumo y la irrigación, según un estudio reciente.
Las capas subterráneas proveen agua potable a al menos la mitad de la humanidad, así como el 40 por ciento del agua utilizada para la agricultura.
Pero los acuíferos no se llenan tan fácilmente como un depósito tras una tormenta: a escala del tiempo humano, no son un recurso renovable.
La mayoría de regiones del mundo ya sobrepasaron lo que el climatólogo Peter Gleick llama “el techo del agua”.
“La gente vive en lugares donde utilizan todo el agua renovable, o lo que es peor, viven de prestado bombeando excesivamente las aguas subterráneas no renovables”, explica a la AFP.
Una sobreexplotación que genera a la vez infiltraciones de agua salada y hundimientos de terreno, hundiendo cada año un poco más a decenas de metrópolis como México, Yakarta y Tokio.
“500 millones de personas en el mundo hacen frente a penurias todo el año”, de las cuales más de un tercio en India, indica por su parte Arjen Hoekstra, de la universidad de Twente en Holanda.
Solo el inicio
Y “el cambio climático viene a sumarse a todo ello”, advierte.
El planeta ya se calentó 1ºC desde la era preindustrial, y podría todavía sumar uno o dos grados. Según los expertos de clima de la ONU (IPCC), con cada grado adicional, alrededor de 7 por ciento de la población mundial pierde al menos 20 por ciento de sus recursos de agua renovable.
De aquí a 2030, el mundo se enfrentará a un déficit de agua de 40 por ciento si no se actúa para limitar el cambio climático. Al mismo tiempo, la demanda mundial aumentará un 55 por ciento, bajo la presión de las metrópolis de los países en desarrollo.
“Con el agravamiento del cambio climático, los impactos sobre los recursos de agua también empeorarán”, previene Gleick.
La perspectiva de contar con unas canalizaciones vacías preocupa ya a algunas zonas urbanas, como en California, que sale de un lustro de sequía, o Sao Paulo, que a punto estuvo de sufrir un “Día Cero”, sin agua corriente, en 2014-2015.
Grandes regiones de África serán particularmente vulnerables a medida que se agrave el cambio climático.
Así, en Ciudad del Cabo, el espectro del “Día Cero” es solo un inicio. “El riesgo de años secos aumenta a medida que nos acercamos al final del siglo”, comenta Piotr Wolski, hidroclimátologo de la Universidad del Cabo.
(Con información de Marlowe Hood/AFP)