Por Bronwyn Howell
Durante la temporada festiva, la conversación en mi hogar inevitablemente giró hacia el fenomenal ascenso —y caída— del precio del dólar (tasa de cambio) por bitcoins durante diciembre.
Esta montaña rusa de la moneda basada en las cadenas de bloques ha estado en la primera plana de las noticias de los medios de comunicación tradicionales, donde se la ha vinculado con y disociado del auge y caída de la tristemente célebre moda de los tulipanes holandeses de 1637.
No se puede negar que diciembre de 2017 marca el punto en que los términos “bitcoin” y “criptomoneda” se hicieron populares.
Pero mientras que en 1637 el participante promedio en el mercado del tulipán holandés tenía una idea muy buena de lo que se prometía, en el amanecer de 2018, abunda la confusión sobre qué exactamente son el bitcoin y otras criptomonedas como Ethereum, Litecoin y Dash; cómo se diferencian de otras monedas o mercancías, y si intercambiarlas amerita una atención política especial.
Preocupaciones monetarias
Un punto para empezar a entender las similitudes y diferencias entre los bitcoins y los tulipanes lo da William Stanley Jevons. Su obra de 1875, “Money and the Mechanism of Exchange”, define las cuatro funciones de una moneda: como un medio de intercambio, una medida de valor (o unidad de cuenta), un estándar de pago diferido, y un depósito de valor.
Para calificar como una moneda, el bitcoin y otras criptomonedas (las cuales puede decirse que incluyen créditos digitales como Airpoints) deben cumplir todas esas cuatro funciones.
Claramente, un rango de comerciantes está dispuesto a etiquetar en y aceptar bitcoins (y Airpoints) a cambio de bienes y servicios, y se pueden usar para transferir valor de una persona a otra (aunque la transferibilidad de Airpoints es en cierta forma limitada) y, por lo tanto, saldar deudas.
Una suma de bitcoins (o Airpoints) se puede mantener por un período de tiempo como un depósito de valor para ser transferido o redimido en el futuro, aunque los términos del intercambio podrían ser diferentes a los que prevalecían cuando la unidad de moneda se adquirió por primera vez. Su condición de monedas parece segura.
Sin embargo, comparar el bitcoin con los tulipanes revela que los tulipanes cumplen solo la función de depósito de valor. Los tulipanes son mercancías, como los títulos y acciones, en vez de monedas, como el dólar estadounidense.
Los tulipanes (y las acciones) no se han usado comúnmente para etiquetar y en transacciones de otras mercancías, o para saldar deudas. Tampoco se han usado principalmente como medios para mover riqueza de una ubicación o persona a otra.
Sin embargo, tanto los tulipanes como las acciones se han comprado en anticipación de que conserven o aumenten su valor a un mayor grado de lo que el comprador puede esperar al conservar la suma usada para su compra en una moneda (o las alternativas que pueden ser compradas con ella).
¿Una moneda o algo más?
Si se puede trazar un paralelo entre el auge en 2017 del bitcoin y la moda de los tulipanes de 1637, es que la gran mayoría de personas quienes compraron bitcoins en diciembre han comprado (y vendido) un depósito de valor que se percibía que ofrecía mejores (peores) rendimientos que las alternativas en oferta.
No están comprando una moneda con la cual hacer transacciones verdaderas, como cuando convierto mi cheque denominado en dólares estadounidenses en dólares neozelandeses, por ejemplo. Una función de la moneda —un depósito de valor— parece haber rebasado a las otras tres.
De hecho, puede decirse que el frenesí por comprar bitcoins se asemeja mucho más a la compra especulativa de acciones en corporaciones digitales como Google y Amazon que a la moda de los tulipanes.
Irónicamente, una de las diferencias importantes entre la criptomoneda y las monedas de estados-nación emitidas y vigiladas por bancos centrales parece haber llevado a que esta situación fuera posible en primer lugar.
La diferencia es que, desde el 15 de agosto de 1971, cuando EE.UU. terminó unilateralmente la convertibilidad del dólar estadounidense con el oro, el dólar y la mayoría de las otras monedas nacionales han sido monedas fiduciarias.
La moneda fiduciaria tiene valor solo por decreto gubernamental. (Los Airpoints son monedas fiduciarias corporativas porque su valor es determinado por decretos corporativos.) El precio (en otra moneda) que los individuos están listos a pagar por un dólar (o Airpoint) es una función de la fe que esos individuos tienen en las acciones del gobierno (o entidad corporativa) de sostener el valor del dólar (o Airpoint) en relación con la moneda alternativa en que se puede sostener ese valor.
Acciones como la expansión cuantitativa —aumentar la reserva de dólares/Airpoints— reduce el precio de un dólar en relación con otras monedas donde no ocurren cambios mediante alterar el equilibrio de oferta y demanda.
En contraste, las monedas digitales como el bitcoin son híbridos. Así como exhiben algunos aspectos de las monedas fiduciarias, conservan algunos de los elementos de monedas mercancías y del dinero representativo.
Las monedas mercancías derivan su valor del valor de una mercancía subyacente (por ejemplo, el oro usado en las monedas). El dinero representativo consiste en objetos simbólicos que pueden ser intercambiados por una cantidad fija de una mercancía (por ejemplo, el oro). El valor del dinero representativo es una función del valor de la mercancía subyacente.
Si la oferta de esa mercancía es limitada (por ejemplo, ya no se puede extraer oro para hacer monedas), entonces la capacidad para manipular el precio de la moneda (tasa de cambio) hacia abajo mediante variar la cantidad en circulación (como ocurre con la expansión cuantitativa en las monedas fiduciarias) ya no es una opción.
Una parte de la acción
En el caso del bitcoin, por diseño, la oferta total que siempre estará disponible es 21 millones. (La cantidad actual en circulación es un poco inferior a 17 millones.) Por las leyes simples de la oferta y la demanda, cuanta más gente quiera comprar una parte de la cantidad conocida y fija de bitcoins, se espera que sea más alto el precio, si todas se conservan iguales.
De esta manera, los bitcoins funcionan más como la cantidad limitada de acciones disponibles en una oferta pública inicial (IPO, por sus siglas en inglés) que como una unidad de moneda como el dólar estadounidense, cuya cantidad total varía constantemente. (La cantidad de tulipanes no era fija, ya que algunos bulbos podían usarse para propagar más bulbos, en vez de ser plantados para dar flores.)
Mientras que la organización que vigila el bitcoin no es comerciable, las “monedas” en sí operan como un delegado de las acciones si fueran comercializadas, reflejando tanto la cantidad de individuos que quieren comprar una acción como sus expectativas colectivas de lo que vale la compañía.
Y como en el caso de la mayoría de IPO, ese precio puede ser influenciado por la cantidad y calidad de la información en el dominio público. De ahí que el precio del bitcoin ha sido tremendamente volátil, ya que ha abundado la especulación en los medios de comunicación con respecto a si la ruta de precio actual es razonable o sostenible.
Aun cuando bitcoin ha sido la criptomoneda de que más se ha hablado, no es la única “en el mercado”. Bitcoin terminó diciembre 25 por ciento más alto (en relación con el dólar) de lo que empezó, pero su criptocolega menos conocido (y sin topes) Ethereum aumentó 75 por ciento.
Esta discusión sugiere que la primera pregunta a resolver antes de que se pueda formular alguna política es si los objetos de interés son monedas, o algo más, y si son monedas, qué tipo han adoptado.
Como con el debate con respecto a si Uber es una plataforma electrónica de emparejamiento o un servicio de taxis, esto podría llevar algo de tiempo, ya que el ejercicio está lejos de ser claro.
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Este artículo apareció primero en el sitio del Instituto Americano de la Empresa.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek