“CREO QUE LA GENERACIÓN a la que estoy tratando de reflejar le sucedió un poco lo que nos sucede ahora: un enfrentamiento del fin de las ideologías”, sentencia Maruan Soto Antaki, cuya nueva novela, Clandestino, descubre las intimidades del bloque socialista a través de Ramón Costa, hijo de republicanos españoles que emigra a México tras el asesinato de su padre por las tropas de Franco.
En la búsqueda de una carrera en el teatro, Costa se forma en los centros de adiestramiento del régimen soviético. Encargado del tráfico de armas a Centroamérica, reclutador del Partido Comunista, combatiente que, sin serlo, viajó por el mundo persiguiendo una revolución, personaje que no tenía nada y lo debe todo al comunismo, Costa interpreta el icono de un mundo próximo a extinguirse con la caída del Muro de Berlín.
Publicada recientemente bajo el sello editorial Alfaguara, la novela es una obra a tres voces que narra también un triángulo amoroso que transita de la Unión Soviética a Francia, Madrid, Siria, Nicaragua y México, siguiendo la ruta de la ocupación israelí en Palestina, el golpe de Estado en España de 1981, el inicio del terrorismo religioso y la guerra de los Contras, auspiciados por la CIA.
En entrevista, Soto Antaki añade que en los tiempos modernos, cuando más se le ha restado influencia a las religiones, está costando mucho trabajo digerir el fin, justamente, de las nuevas religiones, las ideologías: “Y eso termina siendo una tragedia, sobre todo cuando se está teniendo una generación que se va encontrando con generaciones más nuevas y no tiene a qué asirse, pues resulta que estas estructuras geométricas terminan siendo un espejismo casi necesario para poder tener algo de relación con el mundo, pero resulta que tampoco es él. Es una tragedia, pero es una tragedia con la que yo estoy dispuesto a ir porque creo que la presencia de las ideologías le ha hecho mucho más daño al mundo que la ausencia de estas, al igual que las religiones le han hecho más daño que beneficio al mundo”.
“Yo lo que estoy viendo es un mundo que no me gusta”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
Clandestino se presenta con un famoso epígrafe de Octavio Paz: “Estamos condenados a inventarnos una máscara y, después, a descubrir que esa máscara es nuestro verdadero rostro”. El autor explica que eso es precisamente lo que trataron de hacer las religiones y las ideologías del mundo, tanto de izquierda como de derecha: “¿Qué pasa con Ramón Costa? En su clandestinidad se transforma en él mismo. Su personaje ya no es el que oculta, sino el que oculta se transforma en el que es. Esta dualidad nos la permitían las religiones y las ideologías para que este mundo tuviera un asidero no necesariamente a lo que realmente sucedía, sino solamente un imaginario”.
—¿Hacia dónde se encaminan, Maruan, las nuevas generaciones, las nuevas sociedades, ante esta carencia?
—Yo lo que estoy viendo es un mundo que no me gusta. Estamos en un camino increíblemente vacío en donde ya nadie se detiene a reflexionar, donde todo el mundo está tan ocupado en responder que ya se le olvidó preguntar. ¿Qué pasa con un mundo en donde todos tienen las respuestas, que dejó de plantearse preguntas? Eso es lo que hacían las ideologías, eso es lo que hacen los dogmas. Entonces resulta que en este mundo, en el que al parecer ya desechamos los dogmas, primero religiosos y luego políticos, nos hicimos increíblemente dogmáticos al estar seguros de que tenemos la verdad. A mí me gustaría que nos preguntáramos un poco más, que nos preguntáramos dónde estamos parados, y uno de los caminos más sencillos para hacerlo, pues lo hemos probado a lo largo de miles de años, es la literatura, pero cada vez hay menos literatura y más libros.
—¿Eso cómo se explica?
—No es lo mismo libros que literatura, no tienen absolutamente nada que ver. La literatura dudo que tenga alguna función, pero en su posible futilidad, quizá la única función que tenga sea crear un espejo que nos permita vernos en los personajes para poder hacernos preguntas. La verdadera literatura, a la que creo que hay que aspirar, te da preguntas, no respuestas, pero estamos demasiado ocupados en tener respuestas.
“La literatura dudo que tenga alguna función”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
—¿Entonces por qué razón el lector debería leer tu novela?
—Cuesta mucho trabajo responder esa pregunta pensando en lo que acabo de decirte, que no hay ninguna razón para acercarse a esta ni a ninguna otra novela porque no hay una utilidad, pero quizá por las mismas razones que uno se puede acercar a El conde de Montecristo, a Diablo guardián, a la novela que quieras, para poder verse en los personajes, es la única razón para poder sumergirnos en esta o en cualquier otra novela. Si te interesa un poco el entorno político y te interesa saber dónde estamos parados dentro de estos esquemas ideológicos, Clandestino puede ser un vehículo para hacerse una que otra pregunta, para hacerse las mismas preguntas que yo me hice: ¿cómo hacemos, qué sucedió en una época, que al parecer se está repitiendo, para que los individuos se acerquen a los dogmas con la idea de una esperanza? ¿Es en serio la necesidad de esperanza tan fuerte que somos capaces de creernos lo que sea? La escritura de todos los libros depende de varias cosas, de lo que uno ve, de lo que uno vive, de lo que uno lee, de lo que uno imagina, y en el caso de Clandestino se lo debo muchísimo a lo que viví y a lo que atestigüé.
Maruan Soto Antaki. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
—¿Notas cambios considerables entre aquello que atestiguaste en América Latina y el resto del mundo y lo que existe hoy?
—Salvo en Nicaragua. Para mí, Nicaragua es, junto con Venezuela, una de las mayores derrotas de América Latina. Y al final los gobiernos de los dos países son muy cercanos. Y en Oriente Medio, después de las primaveras árabes, nos hemos dado cuenta de que cambió mucho la realidad porque la Primavera Árabe no funcionó, y quizá no funcionó porque estos países no funcionan con las estructuras que el mundo quiere, la democracia no funciona en Oriente Medio, y en su búsqueda de la democracia se ha terminado por romper algo que ya estaba muy quebradizo. La Siria que retrato en Clandestino es la Siria del inicio de la dictadura de Háfez al-Asad, padre de Bashar al-Asad, el actual dictador. En esa época ciertos cambios conductuales de la sociedad siria, con todo el terrible costo humano que representaba, de alguna forma funcionaban mejor que lo que tenemos hoy.
“Y en el caso de los países de América Latina y de los proyectos latinoamericanos —concluye Soto—, la mayor tragedia es que nada cambió. Los proyectos ideológicos que buscaban ciertas ideas de justicia se acercaron a las estructuras más injustas porque se les olvidó que la libertad del individuo es lo único que no puede estar en juego, porque terminan igual que las estructuras religiosas, por modificar la identidad del individuo en pos del grupo”.