La delincuencia organizada extiende sus alas y se posa en todo el territorio nacional para atacar ya no sólo a los seres humanos. Los animales son las nuevas víctimas. Te presentamos las historias de cinco especies del aire, la tierra y el agua que podrían, en poco tiempo, no estar con nosotros.
EL TERROR que hunde el país no sólo lesiona a los hombres.
En México hay 2,486 especies animales en riesgo. La extinción, una amenaza feroz, se impone en todo el territorio. Hasta hace unos años el peligro lo constituían la ignorancia (se cazan animales porque se les atribuyen fuerzas mágicas o poderes medicinales), los consumidores de pieles y animales disecados, el deseo de personas que quieren poseer mascotas exóticas o los ricos coleccionistas con zoológicos privados que pagan fortunas por ciertos ejemplares. Hoy, sin embargo, el peligro es mayor: la delincuencia organizada sabe que las especies en riesgo de desaparecer son un botín con el que obtienen ganancias fabulosas.
Tanto la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente como la Ley General de Vida Silvestre son, muchas veces, letra muerta que poco contribuye a salvar la vida animal de México, el quinto país con más biodiversidad del planeta después de Brasil, Colombia, China e Indonesia.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y la poderosa Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) son vías para proteger animales que pronto podrían dejar de existir. Sin embargo, los hábitats, a simple vista espacios de paz natural, con cada vez más intensidad se vuelven áreas de acción de cazadores que clandestinamente las vacían de vida.
Estas son las historias del pavón cornudo, el jaguar, el mono araña de manos negras, la vaquita marina y la víbora de cascabel de cola negra, cinco especies en riesgo según la Norma 059 de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que enlista la fauna amenazada.
El pavoroso panorama que enfrentan estos animales ilustra cómo el gobierno desfallece ante una realidad criminal.
PAVÓN CORNUDO: EL ESTIGMA DE LO “EXTRAÑO”
En un mundo habituado a que los animales con cuernos sean mamíferos, el pavón o guan cornudo (Oreophasis derbianus) sufre el estigma de su “extravagancia”: en lo alto de su cabeza se alza un cuerno rojo, completamente vertical, que le sirve para que sus depredadores, como la tucaneta verde y el búho leonado, se alejen pensando que sólo se trata de la flor de una bromelia. “Los coleccionistas buscan las aves más raras”, explica el conservacionista Óscar Moctezuma, representante en México de ParksWatch, organización internacional que fortalece parques que sirven a especies de refugio.
Y entonces, por esa “rareza”, el hombre no ha tenido piedad con el pavón.
Un primer factor para su desaparición gradual ha sido la deforestación de su hábitat: los bosques húmedos montanos del sureste de México —en particular la Sierra Madre de Chiapas— se transforman en asentamientos humanos y cultivos agrícolas; la subsistencia del ave es imposible porque carece de habilidad para adecuarse a entornos alterados. Y una segunda razón por la que pronto esta especie pudiera dejar de existir son las bandas delictivas: “Hay traficantes que venden el pavón en fortunas”, lamenta Moctezuma.
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Cada vez menos visible en los ecosistemas mexicanos, el pavón cornudo es, según la Norma 059 de la Semarnat, una especie en riesgo de extinción.
Incapaz de volar, el ave se traslada dando grandes saltos en las copas de árboles frondosos, donde construye sus nidos a unos veinte metros de altura. Ahí tiene sus crías y se comunica con demás miembros de su bandada. Come invertebrados diminutos, hojas, pequeños frutos y obtiene agua de las bromelias, la planta de la que en un proceso simbiótico de entre veinte y cuarenta millones de años ha adquirido su peculiar morfología.
De noventa centímetros de largo, un cuerno de seis centímetros y plumas negras azuladas, es llamada, dentro de la colectividad científica, “unicornio del bosque de niebla”.
¿Cómo salvarla? “Primero, fortalecer a la Profepa; segundo, aplicar las leyes de vida silvestre. Tercero, resolver la corrupción en Semarnat —exige Rodrigo Medellín, protector de animales en peligro e investigador del Instituto de Ecología de la UNAM—. El problema es que nuestras autoridades ignoran el potencial de nuestra vida silvestre.”
El propio gobierno mexicano, a través del Programa de Acción para la Conservación de la Especie, admite que el “estatus de riesgo” del pavón cornudo obedece a la destrucción de su hábitat, presiones de cacería y captura de individuos vivos en México y Guatemala. A diferencia de otros animales que pese a ser capturados gozan de una elevada tasa de multiplicación, la baja capacidad reproductiva (sólo dos huevos al año) de esta ave de cabeza y cuello aterciopelados agrava el riesgo de extinción, que comenzó en la década de 1980. Además, la incubación se prolonga 36 días, un lapso especialmente largo en relación con otras aves de la familia Cracidae.
“La rareza es lo que hace más codiciado a un animal”, enfatiza el ecologista Óscar Moctezuma, director de Naturalia, una ONG que desde hace veinticinco años resguarda especies amenazadas. Los números de esta ave “rara” son escalofriantes: en estimaciones de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, sobreviven no más de mil ejemplares.
JAGUAR: GUERRERO QUE AGONIZA
Los aztecas llamaban “jaguar” (ocēlōpilli) exclusivamente a los hombres que tenían como profesión ser guerreros.
Pero ese felino letal y sagaz que cautivaba a esta región del mundo antes de la Conquista hoy padece cinco frentes de guerra. a) Las selvas, humedales y bosques tropicales que habitan se vuelven campos de cultivo y zonas urbanas. b) Son asesinados por cazadores ilegales que codician su piel para venderla en el mercado negro. c) Pese a que desde 1986 se prohíbe atraparlo, los cazadores lo buscan al considerarlo un “trofeo” cotizado. d) Como su hábitat se torna área de crianza de animales susceptibles de ser sus presas, son asesinados por ganaderos que protegen vacas y otros animales destinados al comercio. e) La delincuencia organizada los captura, traslada, domestica o vende.
“El tráfico de armas y drogas está seriamente penalizado y vigilado; el de fauna no. Es la actividad ilícita que menos le interesa al gobierno”, denuncia Óscar Moctezuma, director de Naturalia. Su ONG, con veinticinco años de historia, controla en Sonora una reserva de 22 000 hectáreas que protege al jaguar (Panthera onca) y lucha contra su extinción. “México es uno de los cinco países con biodiversidad mas amenazada”, dice, y añade que nuestro país es el gran abastecedor de Estados Unidos, consumidor número uno del planeta de vida silvestre amenazada.
Por el aniquilamiento de su hábitat y la caza sin control, el jaguar ya no existe en Los Tuxlas, Veracruz, y en ciertas zonas del sureste del país.
Aunque cada vez más escaso, el felino más grande de América, y tercero del mundo después del león y el tigre, se distribuye en una gran porción del territorio: desde las selvas del sureste hasta el Río Bravo, y de la Sierra Madre Occidental hasta la orilla del Pacífico.
Las hembras y crías suelen quedarse en sus guaridas y el riesgo de ser cazadas es menor. Pero los machos, animales errantes que encaran disputas territoriales, están expuestos al peligro humano. Aunque gozan de áreas protegidas como la Reservas de la biosfera de Calakmul y la de Sian Ka’an en Quintana Roo, su vida no está asegurada.
El año pasado la jaguar Corazón fue matada y calcinada en el municipio sonorense de Granados, colindante con la Reserva Jaguar del Norte. “La matanza de jaguares es una tragedia espantosa. Se pierden hasta dos al mes”, dice Rodrigo Medellín, conservador de mamíferos del Instituto de Ecología.
Hace un siglo había en México unos veinticinco mil jaguares; hoy, no existen más de cuatro mil. Pese a que en el país opera la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar junto con la Profepa, no se ha podido contener un modus operandi simple: “La gente del campo es muy buena para seguir las huellas animales y establecen cuál es un paso de jaguares. Ponen cebo y trampas. Al pisarlas, un lazo se cierra alrededor de sus patas”, explica el conservacionista Moctezuma.
—¿Y de qué modo actúa la Profepa?
—Como sus inspectores van desarmados no pueden detener a nadie. Y en este país tan corrupto se cuelan “pitazos”. Se hacen operativos para atrapar traficantes y cuando Profepa llega, ya no están: la PGR participa del tráfico.
MONO ARAÑA DE MANOS NEGRAS: SANGRE TRAS LA TERNURA
La simpatía del mono araña de manos negras lo vuelve uno de los consentidos de la caza ilegal, el tráfico y la domesticación fuera de la ley. En México, los Ateles geoffroyi pueden vivir lo mismo encadenados en talleres mecánicos, azoteas de colonias populares y jardines de lujosos residenciales que en tiendas ordinarias de mascotas. “Aunque parezca tierno ver a un hombre darle mamila a una cría de mono araña, detrás hay una historia de tráfico ilegal de vida silvestre —explica Juan Bezaury, representante en México del organismo internacional The Nature Conservancy—. Esos bebés fueron arrancados de su madre, y el que le está dando de comer es, de un modo u otro, un captor.”
¿Cómo se cazan en México los mono araña? El Instituto de Ecología ha descubierto en prácticas de campo el modus operandi del primer eslabón del tráfico: los cazadores entran en selvas tropicales o bosques húmedos, y al detectar en un árbol a una madre que abraza a su hijo (a la delincuencia organizada sólo le interesan las crías) se esconden en el follaje. Ahí, con una escopeta apuntan a la mamá, ubicada a entre veinticinco y treinta metros de altura, para dispararle.
Cuando la madre cae muerta, los traficantes recuperan a la cría desvalida. No obstante, en ocasiones matan al pequeño por la dificultad que implica dar con un blanco tan elevado. Si es el caso, los traficantes buscan otra madre acompañada por su pequeño.
Según el protector de mamíferos de la UNAM Rodrigo Medellín —quien ha atestiguado el tráfico de primates en la Selva Lacandona de Chiapas—, “cada monito que vemos y al que le decimos: ‘Ay, qué bonito’, representó de cinco a diez monos asesinados, entre hembras y crías”.
—¿Y qué pasa con los animales atrapados cuando crecen?
—Mientras es chiquito es: ‘Mira qué lindo cómo agarra al niño’. Pero crecen y son animales silvestres que muerden y nadie quiere: los acaban regalando a tiendas de mascotas.
En México y en el mundo la especie ya se califica como en riesgo de extinción.
El puma (Felis concolor) ha perdido el reinado como depredador del mono araña desde que el hombre persigue al primate en regiones donde también han ido desapareciendo, además de ese felino, el tapir, el jaguar y el ocelote.
Los monos araña de manos negras se mueven en grupos de hasta cuarenta individuos; su cola prensil, larga y ágil, resiste el peso de todo un animal y funciona como quinto miembro corporal. En su madurez, un mono araña pesa nueve kilos.
Desde tiempos prehispánicos el mono araña despertó interés, quizá porque la población lo asumía cercano al hombre en la cadena evolutiva. En el calendario azteca de 260 días, el día once recibe el nombre que entonces se le daba al mono araña (nahua ozomatli).
Las noticias sobre recuperación de monos araña en cautiverio son habituales y brutales. Por ejemplo, apenas el 20 de abril pasado, un boletín oficial anunciaba la recuperación de una hembra de cinco años: “La Profepa aseguró un mono araña en un taller mecánico de Boca del Río, Veracruz, debido a falta al trato digno y respetuoso del animal, el cual se encontraba amarrado a un árbol (…) El ejemplar de vida silvestre estaba sujetado de una cadena galvanizada con eslabones de 1 cm de largo x 0.5 cm de ancho y 3/32 pulgadas de diámetro”.
VAQUITA MARINA: ENTRE REDES ASESINAS
Ningún pescador, ni en su peor delirio, pretende matar una vaquita marina (Phocoena sinus) para hacer negocio. Pero las matan.
Los pescadores del Alto Golfo de California enganchan en la arena, dentro del mar profundo, cuerdas sostenidas con plomo con que se mantendrá firme la red de enmalle, como se llama a una valla vertical submarina. En sus travesías, los peces comunes chocan con el paño cuyas aberturas permiten el ingreso de la cabeza, pero no así de las branquias, por donde quedan capturados. El forcejeo desesperado concluirá cuando mueran enredados en los hilos.
Si las vaquitas marinas no interesan, ¿qué buscan esos pescadores con sus redes ilegales? La Totoaba macdonaldi, pez en extinción cuya vejiga es un manjar para los chinos, que por la pesca de un día pagan hasta 15 000 dólares.
La malla no distingue y, así como caen totoabas caen vaquitas marinas, que aunque sin branquias son asidas por las aletas.
Si la tragedia no se frena, pronto la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres catalogará a la vaquita marina como extinta.
La matanza no cesa desde hace veinte años. En 1997 había 567 ejemplares, en el 2000 no existían más de trescientos y hoy sobreviven 97.
De las 129 especies de mamíferos marinos que existen en el planeta, ninguno como ella sufre tan elevado riesgo de extinguirse.
Si la desaparición de cualquier especie es una afrenta al planeta, el fin de este mamífero será imperdonable para México. El cetáceo de la familia Phocoenidae, una de las seis especies de marsopa, es endémico: es decir, este pequeño animal marino que alcanza 1.5 metros de largo y pesa un máximo de 50 kilos sólo existe en México, específicamente en el Golfo de California.
Retraído y asustadizo, el también llamado “cochito” es para los hombres difícil de observar. Emerge a la superficie para respirar y de inmediato retorna a las profundidades. Ahí busca corvinas, truchas y calamares para alimentarse en sus recorridos, siempre solitarios salvo que esté acompañada de su cría.
“El gobierno concentra esfuerzos en la vaquita marina y le mete más dinero que a ninguna especie”, asegura Juan Bezaury, jefe en México del organismo internacional The Nature Conservancy. Pero ni los drones de la Semarnat, ni sus doce patrullas marinas Defender, ni la vigilancia satelital que ha dispuesto bastan.
Por la gravedad de la masacre, desde hace tres meses Greenpeace recorre la zona con su más grande y moderno buque, el MV Esperanza. El 22 de julio pasado la tripulación fotografió redes de enmalle en el refugio de la vaquita marina —donde el implemento se prohíbe— y proporcionó las imágenes al gobierno. A los dos días, la Profepa detuvo a siete pescadores por posesión ilegal de 3.6 kilos de carne de totoaba, un delito contra la biodiversidad. Las redes de enmalle acaban con los últimos ejemplares de vaquita marina, cuya boca redondeada parece tatuarle una sonrisa.
Delante suyo, sin embargo, está la muerte.
VÍBORA DE CASCABEL: FALSO DIOS DE LA SALUD
Leamos un párrafo del Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana sobre la víbora de cascabel: “La ingestión de la carne fresca, cocida, seca o en polvo se reporta para tratamiento de acné, alergias, anemia, anginas, asma, artritis, cálculos biliares, cálculos renales, cáncer, ciática, cirrosis, cistitis, colitis, conjuntivitis, diabetes, diarreas, enfermedades venéreas, enfermedades eruptivas, hemorroides, hinchazones, impotencia sexual, leucemia, lumbago, mal del pinto, mareos, mezquinos, piorrea, quebraduras, reúmas, sarna, torceduras, tumores, úlceras, várices”.
Nuestra medicina tradicional, sin haber aportado una prueba, encumbra a la víbora de cascabel de cola negra (Crotalus molossus) como un dios todopoderoso que cura enfermedades de toda índole y reparte bienestar. Y entonces el país se vacía de esta especie pese a que su hábitat se extiende en majestuosos territorios: la serpiente vive en las más diversas regiones áridas, lo mismo en desiertos y ríos secos que en espacios rocosos con poca agua.
Aunque todo el norte del país le brinda fabulosas condiciones climáticas, un pueblo de San Luis Potosí es su infierno: Charco Cercado. Ahí, entre coyotes, búhos, venados, zorrillos, cernícalos, gavilanes y otras especies que están cerca de desaparecer y son vendidas ilegalmente, las víboras de cascabel aguardan en peceras al comprador que le dará muerte y luego la volverá un polvo que será encapsulado y al que se atribuyen poderes milagrosos.
Según la Profepa, en San Luis Potosí ninguna especie es tan decomisada en operativos como la víbora de cascabel.
Rodrigo Medellín, investigador de la UNAM, piensa que en esa entidad no ha habido autoridad con valor de enfrentar sistemáticamente a un grupo delictivo amparado por el poder federal y estatal.
Como existe una aprobación social hacia su consumo, la venta no amerita realizarse de modo sigiloso, como ocurre con otras especies: los locatarios del mercado de Sonora, en el DF, ofrecen ejemplares de víbora de cascabel (inscrita en la lista de la Norma 059 como en riesgo de extinción) por 700 pesos, como se constató en un recorrido por ese espacio comercial.
Con una longitud máxima de 2.2 metros, la serpiente depreda reptiles, aves y, más importante aún, fauna nociva, en particular roedores. No sólo tiene como enemigo a los traficantes de vida silvestre y a la modificación de su hábitat por urbanización: la ignorancia y el prejuicio la han ido aniquilando.
Hace un año, personal de Protección Civil del municipio de Guasave, en Sinaloa, sacrificó veintidós ejemplares de víbora de cascabel. Al parecer, su intención era resguardar a la población de un animal venenoso. Aunque matar ejemplares protegidos por la Semarnat es un delito grave en el Código Penal Federal, el ambientalista Óscar Moctezuma considera que la justicia mexicana actúa con ligereza si las víctimas son animales: “Las penas deberían endurecerse mucho; es muy raro que alguien se mantenga en la cárcel. Y las multas que permiten salir bajo fianza son fácilmente cubiertas con parte de lo que obtienen de su actividad legal. Los traficantes lo cubren; total, es negocio”.