

LA CIENCIA FINALMENTE EXPLICA LA MALDICIÓN DE LOS GOLFISTAS. Un nuevo estudio publicado en la revista Royal Society Open Science pone fin a uno de los misterios más frustrantes del deporte: el famoso lip-out, ese golpe en el que la pelota parece caer en el hoyo… pero rebota y sale de nuevo.
Durante años, los jugadores han atribuido el fenómeno a la mala suerte, pero los físicos Stephen Hogan, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), y Mate Antali, de la Universidad Széchenyi István (Hungría), han demostrado que en realidad se trata de una cuestión de precisión matemática.
Los investigadores identificaron dos tipos de lip-out: el rim lip-out (del borde) y el hole lip-out (del hoyo).
En el rim lip-out, la pelota gira alrededor del borde del hoyo y da la impresión de hundirse, pero su centro de masa nunca llega a descender por debajo del nivel del césped. En ese caso, la física dicta que la pelota “rueda sobre el borde” en lugar de “caer dentro”.
El borde del hoyo, explican los autores, contiene puntos de equilibrio extremadamente delicados, a los que apodan “pelotas de la muerte”, donde el más mínimo cambio en la fuerza o el ángulo decide si la pelota cae o se queda fuera.
Más raro, y también más cruel, es el hole lip-out, donde la pelota llega a entrar en el hoyo, pero vuelve a salir. Esto sucede cuando el balón gira sobre un eje perpendicular a la pared del hoyo.
Dentro del cilindro, ese giro hace que la pelota se mueva como un pequeño péndulo, transformando energía potencial en rotacional y viceversa. Si el movimiento es lo suficientemente rápido como para evitar que toque el fondo, la energía puede impulsarla de nuevo hacia la superficie, como si “saltara” fuera del hoyo.
El equipo desarrolló un modelo unificado de rodamiento sin deslizamiento, que analiza tanto el comportamiento de la pelota sobre el borde como dentro del hoyo. A partir de este modelo, establecieron límites precisos de velocidad e impacto que determinan cada resultado posible: caída inmediata, caída durante el giro, lip-out o entrada limpia al hoyo.
Cerca de esos límites, incluso microscópicas variaciones en la fuerza o el ángulo de tiro pueden cambiar completamente el desenlace, lo que explica por qué dos golpes aparentemente idénticos pueden producir resultados opuestos.
El estudio coincide con trabajos anteriores que situaban la velocidad máxima de captura en 1.6 metros por segundo. Velocidades más altas o trayectorias desviadas del centro favorecen los lip-outs, mientras que tiros más centrados suelen lograr el objetivo, a menos que el giro dentro del hoyo los haga rebotar de nuevo.
Los autores concluyen que la llamada “maldición del golfista” no es un golpe de mala fortuna, sino el resultado inevitable de las leyes de la física. En otras palabras, no es superstición: es ciencia aplicada al milímetro. N
(Con información de Lydia Patrick / Newsweek Internacional)