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Entre la herencia y el espanto: la claustrofobia narrativa de Berenice Andrade

Publicado el 12 de octubre, 2025
Entre la herencia y el espanto: la claustrofobia narrativa de Berenice Andrade
La autora Berenice Andrade Medina junto a su novela "Nadie recuerda su propia muerte (Random House, 2025)". (Cortesía)

“De niña aprendí que debo huir de la soledad durante las horas malditas del día porque el espanto pierde más rápido a quienes agarra solos”. Con estas líneas inicia un ataque de pánico —desencadenado por un trastorno de ansiedad generalizada (TAG)— y también la novela de Berenice Andrade Medina, Nadie recuerda su propia muerte (Random House, 2025), un título que suena a sentencia y a misterio.

En ese estado la mente percibe la soledad como un signo de vulnerabilidad: justo cuando ocurre un ataque, el cerebro enciende la alarma de que, si algo malo pasa, no habrá apoyo inmediato. Sin embargo, la obra no se limita a un argumento médico centrado en la salud mental; un pueblo, una maldición, la brujería y las tradiciones familiares aportan también la savia que recorre las páginas de la escritora mexicana.

“Tenía la inquietud de hablar acerca de lo que significa sentir un miedo incontrolable e irracional y encontrarse en medio de una crisis de ansiedad, pero no quería hacerlo desde algo testimonial o monográfico”, afirma la autora en entrevista con NW Noticias.

La solución fue crear a Goyita —o Gregoria—, una protagonista que experimenta esos síntomas, aunque asegura que la causa está en una maldición. La historia tomó forma hace una década, cuando Berenice imaginó a un personaje que le permitiera explorar con brutal honestidad el territorio en el que la mente pierde el control; ese deseo se extiende a lo largo de varios párrafos del libro.

“El enfermero me pregunta, sin levantar la vista de su formulario, si en mi familia hay antecedentes de enfermedades mentales. ‘No lo sé’, le digo. ‘Mi abuelo le sostiene la mirada al diablo, pero nunca se ha dicho que esté loco’, no le digo”, se lee.

“QUERÍA BRINDAR UNA SENSACIÓN CLAUSTROFÓBICA AL LECTOR”

El relato avanza en un vaivén narrativo: por momentos, la voz íntima de la primera persona encierra al lector en la claustrofobia de quien no logra escapar de su propio sistema nervioso; en otros, la tercera persona abre la mirada hacia la vida de los ancestros, años atrás. Esa doble perspectiva, confiesa la autora, resultó clave para equilibrar el peso de lo mental y lo sobrenatural.

“La primera persona permite un ángulo de visión muchísimo más reducido. Quería brindar una sensación de encierro porque Goyita está atrapada, manifiesta sus ganas de escapar de sí misma. No es un capricho formal entrelazar estas dos voces, sino una estrategia para hablar de cómo la herencia —genética y cultural— determina en parte quiénes somos, tener distintos niveles de visión”, señala.

En ese tenor, en la ópera prima de @melcochabarata —como se hace llamar en Instagram— existe una delgada línea entre tener un trastorno mental y estar embrujado, aunque Berenice no quiso dar por real ninguna de las dos opciones.

“El truco fue confiar en ambas posibilidades, como el mismo personaje de Goyita, describiendo su experiencia con la psiquiatra y al mismo tiempo articulando su vivencia en las limpias y todas estas prácticas del pensamiento mágico”, agrega.

Este equilibrio refleja algo más grande: el sincretismo latinoamericano, esa tendencia cultural a creer en todo lo que nos pueda servir. “No soy definitivamente una de esas personas que solo cree en el pensamiento científico y en la medicina homeopática”, admite la también madre de Aimée —a quien incluye en sus agradecimientos—, que sigue un régimen riguroso de contención y regulación para controlar su propio TAG.

LA PINTURA QUE ACOMPAÑA LA OBRA

Cuando le preguntamos qué pesa más, la herencia cultural o la genética en la formación de nuestra identidad, Berenice menciona la epigenética, una rama de la biología que estudia los cambios en la actividad de los genes que no dependen de alteraciones en la secuencia del ADN. Factores como la alimentación, el estrés, el ambiente, los hábitos de vida e incluso las experiencias emocionales pueden influir en que cierto material genético “se silencie”.

Pero la cuadragenaria carga no solo con la ansiedad, sino también con Reforma de Pineda, Oaxaca, tierra de su familia materna. Aunque nació en la Ciudad de México, halla en el poblado oaxaqueño —ubicada en el extremo sureste del Istmo de Tehuantepec— un espacio rebosante de belleza y vida, que forma parte de la narración trágica, bañada con humor negro.

“Es mi casa. La mayoría de mis sueños se desarrollan ahí. Es el hogar de mi alma, donde mi consciente habita. Este territorio no es solo un escenario, sino un personaje más, portador de una cultura que pesa sobre los hombros de sus habitantes. Voy dos veces al año”, relata.

La portada de la novela igualmente guarda una historia fortuita. Un diseñador de la editorial eligió una obra de Lucía Vidales, “Bajo tierra”, convencido de que dialogaba con el manuscrito. La coincidencia fue tan poderosa que, al descubrir la pintura, la autora reconoció una conexión inmediata.

“Fue un hallazgo afortunado. Encontré una esencia común entre lo que ella pinta y lo que yo escribí. Fue hermoso”, recuerda de la también artista capitalina.

GANADORA DEL PREMIO MAURICIO ACHAR

Andrade Medina, quien fue periodista antes de dedicarse a la difusión de varios festivales mexicanos de cine, en 2017 recibió la beca Jóvenes Creadores del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), con la que comenzó a escribir Nadie recuerda su propia muerte. Empero, hace poco se hizo acreedora del Premio Mauricio Achar/ Random House 2024, en su décima edición.

Obtener este reconocimiento significó para ella estar en la misma lista de escritoras que admira como Luisa Reyes Retana (ganadora por su novela Arde Josefina), Gabriela Enríquez Ortiz (Amor al prójimo), Ximena Santaolalla (A veces despierto temblando) y Aura Xilonen (Campeón gabacho).

Respecto a sus próximos pasos, Berenice reconoce que estos personajes ya quedaron hasta aquí. “Para mí sería incluso emocionalmente desgastante escarbarle un poquito más”, admite. Pero le interesa seguir explorando los límites de la mente, los lugares sombríos a los que puede llegar cuando está descontrolada. Su próximo proyecto podría abordar otro tema que la inquieta: las irrefrenables ganas de ser mamá y no poder conseguirlo en un momento determinado. N

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