Hasta hace poco, el cannabidiol no era más que un extracto poco conocido derivado de un primo de la marihuana, pero se ha convertido en el remedio favorito para todos los males. Así que, ahora, los científicos están dándose prisa para averiguar si de veras es milagroso o charlatanería pura.
Jonathan Duce entra en Dion, la licorería de su barrio en Waltham, Massachusetts. Pasa por el pasillo de vinos y cigarros, y enfila directamente hacia los gusanos de gomita. El frasco de 25 piezas cuesta 69 dólares —mucho más que una botella de Chateauneuf du Pape—, pero no importa. Le gustan mucho a su esposa porque la ayudan a dormir.
Las gomitas no son simples dulces. Cada una contiene 30 miligramos de cannabidiol, o CBD, uno de los componentes del primo de la marihuana conocido como cáñamo. Aunque Dion empezó a vender productos con CBD hace apenas cuatro meses, uno de cada 15 clientes compra por lo menos uno de los 30 artículos de CBD que ofrece el establecimiento, desde tinturas, cartuchos de vapeo y “flores” fumables hasta cápsulas y lociones.
“Pero las gomitas son nuestro éxito de ventas”, asegura Kristen Correia, quien atiende el mostrador.
A sus 54 años, Duce es aficionado a un ungüento que se frota en el cuello para aliviar el estrés del trabajo. “Descubrimos el CBD hace unos meses, en un mercado agrícola”, informa. “En vez de medicamentos controlados, prefiero usar algo como esto, que proviene de una planta”.
Detallistas del mercado masivo —como CVS, Walgreens y Kroger— han solicitado permisos para vender productos de cannabidiol, y se rumora que Walmart está a punto de sumarse a la lista. Los dulces y demás productos de CBD son fácilmente accesibles en línea, así como en decenas de miles de pequeños establecimientos de casi todos los estados de la Unión Americana, de modo que el comercio de los grandes detallistas añadirá gasolina al incendio. La industria de alimentos y bebidas ronda las sombras con proyectos para inundar el mundo con helados y cervezas de cannabidiol. Y según cálculos de Brightfield Group, compañía de investigaciones de mercado, las ventas estadounidenses de CBD, que hoy suman 600 millones de dólares anuales, crecerán 40 veces a un total de 23,000 millones de dólares en 2023.
Una encuesta reciente de Gallup revela que, si bien el cannabidiol era un perfecto desconocido hace tres años, hoy día dos tercios de la población de Estados Unidos sabe qué es. Uno de cada siete estadounidenses lo usa como remedio de venta libre para aliviar el dolor, la ansiedad y el insomnio. También es común que recurran al CBD como tratamiento para depresión, espasmos musculares, problemas digestivos y enfermedades de la piel. Un sondeo de Packaged Facts, compañía investigadora de mercado, asegura que uno de cada tres propietarios de mascotas lo administra a sus perros o gatos. Y no es todo, algunos promueven su uso para combatir el cáncer y las enfermedades de alzhéimer y párkinson. De hecho, una clínica médica informó que el cannabidiol alivió 90 por ciento de la sintomatología en todos sus pacientes.
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“Los consumidores están participando en uno de los ensayos clínicos no controlados más grandes de la historia, y nadie sabe qué está tomando”, comenta Pal Pacher, investigador de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y presidente de la Sociedad Internacional para la Investigación de Cannabinoides. “Es aterrorizante”.
El problema es que las afirmaciones sobre esta sustancia no han sido sustentadas, y ningún ensayo clínico ha producido evidencias de que el cannabidiol sea útil para algo más que unas formas raras de epilepsia, único tratamiento que autoriza la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés). Es más, la dependencia gubernamental prohíbe que las empresas atribuyan beneficios de salud a la sustancia (reprendió a la startup Curaleaf por hacer declaraciones infundadas sobre el cáncer y otras enfermedades).
“Por lo que se sabe, todo podría ser un efecto placebo”, agrega Pacher. “El público está ofuscado por la publicidad”.
Lo único comprobado es que el CBD es razonablemente seguro, y numerosas investigaciones respaldan la aseveración de que no causa daños. “No hay pruebas verosímiles sobre su toxicidad, y la mayoría de los usuarios lo tolera bastante bien”, señala Michael Tagen, farmacólogo investigador que asesora farmacéuticas en cuanto a la neurociencia del cannabis.
Excepto por la seguridad, la ciencia no nos dice mucho más, y esto da cabida a la posibilidad de que el CBD ofrezca algún beneficio, y de que algunas de las afirmaciones sobre su capacidad restaurativa sean verídicas. Muchos investigadores opinan que ensayos ulteriores podrían desvelar otros beneficios. Sin embargo, está por verse cuáles son, si es que existen.
Debido a las persistentes restricciones de Estados Unidos, Europa e Israel se han puesto a la vanguardia de la investigación en cannabidiol. Y aunque los estadounidenses están dándose prisa para ponerse al día, “el público está en libertad de probar con el CBD para averiguar si funciona”, señala Tagen.
¿PARA QUÉ SIRVE?
Pareciera que todos conocemos a un entusiasta de los beneficios del CBD, mientras que los informes mediáticos suelen utilizar adjetivos como “milagroso”. Y fuera de las referencias anecdóticas, hay evidencias científicas de que podría ser útil para tratar más que la epilepsia. Eso sugieren ciertos estudios observacionales que han hecho un seguimiento de personas que lo usaron para aliviar problemas como insomnio, ansiedad, trastornos digestivos, y una amplia colección de dolores y malestares.
Es verdad que esos estudios no definieron controles con placebo o algún otro tratamiento —requisito indispensable para la aprobación de cualquier medicamento—, mas no por ello dejan de ser pruebas científicas (ciertamente endebles y que, además, definen el potencial de la sustancia mucho antes que cualquier ensayo clínico ulterior pueda confirmarlo).
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Aun cuando esas evidencias observacionales respaldan la eficacia potencial del CBD en varios padecimientos animales y humanos, los resultados no son del todo claros. Por ejemplo, hablemos del impacto de la sustancia en el insomnio y la ansiedad. A principios de este año, la Universidad de Colorado en Denver publicó los resultados del seguimiento de 103 participantes que manifestaron una combinación de insomnio y ansiedad, y recibieron tres meses de tratamiento con cannabidiol. Los investigadores hallaron que, en promedio, el compuesto fue útil para la ansiedad, pero el beneficio de dormir se disipó al cabo de un mes; tal vez porque el cerebro desarrolló tolerancia.
Ahora bien, un estudio similar obtuvo los resultados opuestos: el cannabidiol produjo beneficios sostenidos en el insomnio, mas no en la ansiedad. Y estudios con roedores también han producido estos contrastes.
Estas evidencias contradictorias han emergido en investigaciones sobre la capacidad del CBD para combatir la “inflamación” que causa el sistema inmunológico cuando ataca las células sanas del cuerpo. Se considera que la inflamación es causa o síntoma de muchas dolencias, como alergias o enfermedades cardiacas e intestinales. “Buena parte de las enfermedades son inflamatorias, y en ello estriba la utilidad del cannabidiol”, explica Maurizio Bifulco, investigador y profesor de la Facultad de Medicina Federico II, en la Universidad de Nápoles, Italia.
Por otra parte, las investigaciones apuntan a que el CBD puede —o no— ser útil para tratar trastornos como psicosis, abstinencia de opioides, artritis, infecciones resistentes a los antibióticos, temblores no párkinson, enfermedad de alzhéimer, esclerosis múltiple, rechazo de trasplantes, efectos secundarios de la quimioterapia, y hasta varios tipos de cáncer, incluida la forma de cáncer cerebral más agresiva e intratable (cabe señalar que la propiedad del cannabidiol más preconizada —la analgesia— es también una de las menos demostradas, ya que muy pocos estudios con la sustancia han observado este efecto).
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A pesar de todo, los hallazgos conflictivos no disuaden a los científicos, porque muchos medicamentos nuevos producen resultados de prueba mixtos. De hecho, el propio Tylenol® (paracetamol; un analgésico que ha demostrado su eficacia en millones de personas) se ha quedado corto en varios ensayos clínicos. Por otra parte, es posible que el fracaso de muchos estudios se debiera a que utilizaron el CBD en alguna forma que no contenía todas las propiedades curativas, así que ya están en proceso otros centenares de ensayos que podrían centrarse mucho más en dichas propiedades. “En este momento desconocemos los parámetros que debemos medir en los pacientes de nuestros ensayos clínicos”, confiesa Pacher. “Pero terminaremos por averiguarlo y obtendremos algunos resultados positivos a largo plazo”.
Lo que más impresiona a los investigadores es que el cannabidiol ofrece, al menos, un indicio de eficacia para una amplia variedad de trastornos graves y difíciles de tratar, pero sin los efectos colaterales problemáticos y peligrosos que conllevan casi todas las otras sustancias, de allí que hasta 40 por ciento de los usuarios consuma aceite de CBD todos los días, informa Paul Norman, CEO de Heavenly Rx, importante proveedor de estos productos. Más aun, a principios de año, una encuesta de Consumer Reports halló que 22 por ciento de los consumidores lo utiliza como sustituto de medicamentos controlados.
IRRUMPE EN LA INDUSTRIA
El auge del cannabidiol es consecuencia de un ambiente regulador más relajado. Si bien el cáñamo es un pariente cercano de la marihuana, solo contiene pequeñas cantidades de THC (tetrahidrocannabinol; cabe señalar que la marihuana de donde se extrae el THC también contiene CBD). Pese a ello, siguen circulando anécdotas de redadas y decomisos de CBD en sembradíos de cáñamo, pequeños negocios y hasta en aeropuertos. No obstante, estos incidentes empiezan a ser menos frecuentes debido a la indignación pública que se desata contra cualquier intento de suprimir lo que se considera una sustancia benéfica e inofensiva; y, por supuesto, a los esfuerzos federales y estatales para legalizar el cannabidiol. Mucho ha contribuido que el Congreso estadounidense haya aprobado la Ley Agrícola de 2018, la cual brinda protección jurídica a los cultivadores, procesadores y vendedores de cáñamo que cumplan con ciertos requisitos, como mantener el nivel de THC por debajo de 0.3 por ciento del peso seco del producto. “La FDA mantiene algunas restricciones”, comenta Brandon Beatty, CEO de Bluebird Botanicals, uno de los principales proveedores de CBD, cuyas ventas ascendieron a 14 millones de dólares en 2018. “Pero ya no tenemos la amenaza de la Administración para el Control de Drogas”.
Ante el entusiasmo de los consumidores y el repliegue del gobierno, el mundo comercial está redoblando esfuerzos para satisfacer la demanda. En 2018, Bluebird duplicó sus ventas de 2017 y espera que sus transacciones aumenten a más del doble durante este año. Y este fenómeno se ha generalizado en la industria. Por ejemplo, Veritas Farms —otro actor importante que, además, cotiza en la bolsa— también ha duplicado sus ingresos anuales en los últimos dos años y, durante el primer trimestre de 2019, generó 1.5 millones de dólares: casi cuatro veces más que el mismo trimestre de 2018.
Esta tendencia continuará gracias a la intervención de los grandes detallistas. Veritas ya está presente en 950 establecimientos, incluidos los de las cadenas de farmacias CVS y Rite Aid; y este año, a medida que Kroger empiece a ofrecer productos, Veritas espera colocarse en un total de 1,359 establecimientos de 22 estados. Por su parte, el atractivo de Heavenly Rx hizo que el CEO Paul Norman abandonara su cargo en Kellogg, donde era responsable de las operaciones en América del Norte, valuadas en 9,000 millones de dólares. “El futuro de la industria del CBD es la distribución en el mercado principal”, afirma Norman, y agrega que en 2022 las grandes tiendas venderán hasta dos tercios de todos los productos de cannabidiol.
El auge será mucho más poderoso cuando el CBD empiece a comercializarse en artículos de primer nivel, como los cosméticos. A la fecha, casi todos los ofrecimientos consisten en tinturas y cápsulas, pero ya que muchos consumidores han dado en aplicar la sustancia en la piel, gran parte de los productores ha lanzado alguna línea de lociones y bálsamos; incluido Sephora, el mayor detallista de cosméticos, que ya está ofreciendo productos tópicos de CBD de marcas como Estée Lauder y otras compañías.
Muy pronto, los consumidores podrán obtener cannabidiol en casi cualquier cosa que se lleven a la boca. “Las compañías de alimentos, bebidas y tabaco están aguardando a que la FDA les permita añadir CBD. Llegado el momento, entrarán con todo”, asegura Brady Cobb, CEO de SOL Global Investments, sociedad de inversiones centrada en el cannabis y propietaria de 45 por ciento de Heavenly Rx.
Según diversos informes, las compañías que ya tienen planes para ofrecer productos con cannabidiol incluyen Coca-Cola, Molson Coors Brewing y American Premium Water. Por su parte, Heavenly Rx ha invertido en Jones Soda, fabricante de refrescos artesanales, con la idea de producir versiones con CBD. Y no solo eso, también ha adquirido una línea de barras de proteína con la misma intención. “El CBD puede ayudar a reponerte de una sesión de yoga”, declara Norman. Argumento que respaldarían muchos usuarios, pese a que ningún estudio ha demostrado que el cannabidiol contribuye a recuperarnos del ejercicio.
¿QUÉ HAY EN LA BOTELLA?
Es difícil saber qué recibes cuando compras un producto de CBD. Y es que, a excepción de THC, casi todas las empresas se jactan de ofrecer productos de cannabidiol de “amplio espectro” o “espectro completo”, lo cual significa que la sustancia está mezclada otros ingredientes del cáñamo.
La planta contiene cientos de compuestos que caen en categorías denominadas cannabinoides, terpenos y flavonoides, y muchos consumidores han aceptado el concepto del “efecto de séquito”: la afirmación —nada científica, aunque no del todo inverosímil— de que los distintos ingredientes se combinan de alguna manera para brindar beneficios de salud que trascienden los efectos de cada componente. En otras palabras, es casi imposible precisar cuáles son los ingredientes presentes en determinado producto de CBD, y en qué cantidades.
“‘Espectro completo’ es un término de mercadotecnia que no tiene sentido”, acusa Tagen. “Es raro que esas empresas realicen pruebas para identificar los ingredientes, y más aún que publiquen los hallazgos”.
De hecho, es muy difícil que los consumidores tengan alguna información sobre lo que reciben al comprar un producto de CBD. “Hay empresas que operan sin el menor rigor científico”, agrega Karyemaître Aliffe, médico e investigador farmacéutico de Seattle, quien dirige una pequeña empresa de biotecnología y es catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami. “El control de calidad y el cumplimento de las reglamentaciones para el cannabidiol no es mucho mejor que para los chocolates”.
Varios estudios sugieren que algunos proveedores ofrecen productos con concentraciones de CBD inferiores o superiores a las que indican las etiquetas, además de niveles ilegales de THC y otros contaminantes, incluidos metales pesados y pesticidas. La planta de cáñamo absorbe y retiene todo lo que encuentra en la tierra, de modo que al no hacer pruebas del suelo y con los productos que crean (problema frecuente en muchos ofrecimientos de CBD, sobre todo los importados a Estados Unidos), los proveedores exponen a sus clientes a cualquier cantidad de toxinas.
Distribuidores como Bluebird, Veritas y Heavenly Rx insisten en que realizan pruebas y que han implementado rigurosos programas de calidad, además de que recurren a empresas independientes para analizar y certificar sus productos.
Pero, aun sabiendo qué hay en la botella, ¿cómo estar seguros de que la cantidad es suficiente para producir algún beneficio? Aún se desconoce la dosificación adecuada de CBD, y lo único que saben los científicos es que las cantidades propuestas como “dosis típica” podrían ser mucho más bajas de las necesarias para tratar un problema de salud. La epilepsia infantil (único trastorno en que el CBD ha demostrado su eficacia) requiere de una dosis diaria de alrededor de 500 miligramos; y hablamos de niños. En cambio, en adultos, la dosis recomendada de aceite de CBD es un gotero lleno, lo que representa cualquier cantidad entre un quincuagésimo y un centésimo del CBD utilizado en la epilepsia infantil. Por supuesto, no es conveniente que utilices cientos de miligramos al día sin supervisión médica (tendrías que ingerir toda la botella de aceite). Y si lo haces, tendrás que desembolsar más de 1,000 dólares mensuales para costear tu hábito.
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Cecilia Hillard, directora del Centro de Investigación en Neurociencias del Colegio Médico de Wisconsin —y una de las investigadoras sobre el cannabidiol más eminentes de Estados Unidos—, afirma que algunas personas consumen dosis inmensas de productos de venta libre y que, de hecho, obtienen altos niveles de alivio en padecimientos como el dolor neuropático. Con todo, Hillard previene que el inconveniente principal es, justamente, la dosis elevada, ya que muchos productos de CBD podrían estar aportando TCH, cuyo efecto psicoactivo podría ser responsable del alivio.
“El efecto del CBD tiende a ser muy leve, incluso en dosis elevadas”, afirma Hillard. Investigaciones humanas con CBD han utilizado versiones puras de la sustancia —con poco o nada de THC—, y han demostrado que alivia la ansiedad aguda. No obstante, las dosis administradas han oscilado los 300 miligramos, decenas de veces más alta que la convencional. Si los proveedores de CBD recomendaran semejantes cantidades, surgirían inquietudes en cuanto a los posibles efectos colaterales, hasta ahora desconocidos. Y, además, el precio del tratamiento estaría fuera del alcance de la mayoría de los usuarios.
LENGUA VS. INTESTINO VS. ENSAYOS CLÍNICOS
La eficacia del CBD depende también de la manera como llega al torrente sanguíneo, que es donde debe estar para tener algún efecto. Fumar y vapear son métodos bastante eficientes —casi la mitad de la dosis llega a la sangre en cuestión de segundos—, pero conllevan los mismos riesgos que fumar y vapear tabaco. La tintura depositada bajo la lengua (consumo sublingual) aporta casi 20 por ciento de la sustancia, pero implica una demora de varios minutos. Y la estrategia menos conveniente es la ingestión oral: solo 10 por ciento de la dosis llega al torrente sanguíneo, porque las enzimas hepáticas descomponen la sustancia en el intestino, y lo que queda entra en la sangre hasta dos horas después. Los alimentos grasos ayudan un poco, debido a que el CBD es liposoluble (se disuelve en la grasa) y, por consiguiente, el intestino absorbe más antes que se degrade. Hay que señalar que la ingesta no grasa —en cerveza o refrescos— es muy poco conveniente. “Terminarías con cantidades mínimas en el organismo, ni siquiera suficientes para tener un efecto”, previene Hillard.
Por todo lo anterior, el consumo sublingual es la primera opción de muchos expertos y aficionados, aun cuando no encontrarás esta recomendación en tu botella de aceite de CBP. La razón es que a muchos usuarios les desagrada tener en la boca una sustancia oleosa y de sabor herbáceo. Y, por otra parte, la FDA prohíbe toda referencia no autorizada sobre la dosificación sublingual, pues esta vía es un mecanismo para administración medicamentosa.
“Mi preferencia es ponerlo bajo la lengua”, revela Alexander Salgado, CEO de Veritas Farms. “Pero no puedo poner eso en la etiqueta sin autorización de la FDA”. Una vez que la dependencia ceda en este punto, Salgado predice que habrá un gran mercado para tiras de CBP que se disuelven bajo la lengua.
La goma de mascar podría ofrecer otra vía de administración. Axim Biotechnologies —que ha patentado la administración de fármacos en chicles, y ha recibido la aprobación de la FDA— está ofreciendo pastillas masticables con 10 miligramos de CBD. “Cualquier paciente en quimioterapia podría mascar una tableta y obtener alivio inmediato”, asegura John Huemoeller, CEO de Axim, cuya empresa pronto lanzará al mercado una línea de chicles de “bienestar” que combinan cannabidiol con cafeína, ginseng, melatonina y triptófano (el componente de la carne de pavo que, presuntamente, nos causa sueño después de la cena de Acción de Gracias). Por lo pronto, Axim ha iniciado una serie de ensayos clínicos con dentífricos y enjuague bucal, con la finalidad de aprovechar las propiedades antibacterianas y antiinflamatorias del CBD para combatir la gingivitis y periodontitis.
En estos momentos, varios investigadores están diseñando ensayos clínicos para identificar a los pacientes que pueden beneficiarse con formas específicas de CBD. Hillard comenta que han iniciado más de 500 estudios en todo el mundo, financiados por startups que han empezado a generar ingresos con el CBD. Una de ellas, Kannalife Sciences, está ideando estudios sobre el tratamiento de los efectos secundarios de la quimioterapia y para individuos con enfermedad hepática, afecciones crónicas de la piel, temblores no párkinson y hasta cánceres de estadio IV. “Cuando un cáncer llega a esa etapa, hay que atacarlo con un mazo”, comenta Dan Petkanas, CEO de Kannalife. “Queremos transfundir la médula ósea con 10,000 miligramos de CBD para ver si reduce la proliferación de células cancerosas”.
Por lo pronto, los investigadores habrán de pasar muchos años navegando en aguas agitadas por la publicidad, mientras que médicos, científicos y consumidores tendrán que encontrar su propio camino. “La terapia con cannabinoides es una frontera completamente nueva”, asegura Petkanas. “Nos encontramos en el mismo punto en que estaban los antibióticos en la década de 1930”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek