Por Ariel Arrocha, director de LATAM en USA
Donald Trump ha vuelto a la carga. A partir del 1º de agosto, todos los productos de origen mexicano enfrentarán un arancel del 30 %, según anunció el propio presidente. La medida, justificada bajo el argumento de que México “no ha hecho lo suficiente” para combatir el trasiego de drogas, también responde al déficit comercial con el país, al que Trump ahora califica como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Este anuncio reactiva la estrategia proteccionista que marcó su primera presidencia, basada en imponer tarifas a productos provenientes de países con los que EE. UU. mantiene un alto déficit comercial o una tabla arancelaria desequilibrada. Si bien la narrativa apunta a proteger la industria local y los empleos estadounidenses, en los hechos, el proteccionismo de Trump ha generado incertidumbre en los mercados globales, encarecido productos y presionado al alza los precios internos.
Estados Unidos sigue dependiendo de insumos extranjeros, y en muchos sectores no puede sustituir de forma inmediata las importaciones. Si la producción local no cubre la demanda, los costos aumentan y la inflación se convierte en un problema real.
Para América Latina, el panorama se vuelve más incierto. Aunque la región exporta más hacia Asia y Europa que hacia Estados Unidos, ciertos sectores se verán particularmente expuestos. La industria del acero en Argentina o las exportaciones agrícolas de Colombia podrían resentir un eventual endurecimiento comercial. Pero el mayor golpe será para México, el socio más cercano, integrado productivamente con la economía estadounidense. Un arancel generalizado del 30 % afectaría no solo al comercio, sino al empleo, la inversión extranjera directa y la estabilidad de miles de empresas.
China, en contraste, ha logrado una distensión parcial. Luego de varios meses de tensiones, ambas potencias alcanzaron un acuerdo transitorio por 90 días: Estados Unidos redujo sus tarifas de 145 % a 30 % sobre productos chinos, mientras que China hizo lo propio, bajando del 125 % al 10 % para productos estadounidenses. Este alivio temporal ayudó a estabilizar mercados que venían reflejando la tensión en la volatilidad de bonos y acciones.
A pesar de la amenaza arancelaria, América Latina sigue sin ser una prioridad estratégica para la administración Trump. Pensar que la región ocupará un lugar central en su agenda de gobierno resulta, cuando menos, ilusorio. Las medidas económicas y migratorias se aplican de manera unilateral, sin espacio para el diálogo regional o mecanismos de cooperación.
La política migratoria es otro frente que permanece activo. Trump insiste en endurecer las restricciones a la inmigración ilegal y en limitar beneficios para quienes tienen protección temporal. Sin embargo, esto puede traer consecuencias económicas adversas: sectores como la construcción, el turismo o la gastronomía dependen en gran parte de la mano de obra inmigrante, en su mayoría mexicana. Si millones de trabajadores son deportados, surge una pregunta evidente: ¿quién hará esos trabajos?
La experiencia británica tras el Brexit ofrece una lección valiosa. La salida de Reino Unido de la Unión Europea provocó una escasez de mano de obra que afectó múltiples sectores y elevó los costos laborales. Estados Unidos podría enfrentar un fenómeno similar: menor disponibilidad de trabajadores, mayores salarios, más inflación. Es una cuestión básica de oferta y demanda.
MIGRACIÓN LEGAL E ILEGAL, LA CLAVE ESTÁ EN LA DIFERENCIA
Vale la pena diferenciar, no obstante, entre la inmigración ilegal y la legal.
Mientras que la administración Trump busca frenar a quienes cruzan sin documentos, mantiene abiertos mecanismos como la visa EB-5, que permite a extranjeros invertir y obtener residencia. El programa, vigente hasta 2027, garantiza protección a quienes ingresen hasta septiembre de 2026. En lo personal, sigo creyendo que se trata de una iniciativa valiosa: fomenta la inversión legítima y la creación de empleo, y ha demostrado ser el programa de residencia por inversión más exitoso del mundo.
Esta versión de Trump llega con más margen de maniobra. Sin necesidad de buscar la reelección y con una mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso, además de una Corte Suprema afín, cuenta con un poder de decisión pocas veces visto. Por lo menos hasta abril de 2026 —cuando se celebran las elecciones de medio término—, su administración puede avanzar con medidas más agresivas.
A pesar de la incertidumbre, la economía estadounidense mantiene su liderazgo global. La inflación, aunque superior al objetivo oficial, está bajo control; el desempleo se mantiene en mínimos históricos, y la disponibilidad de capital para nuevos proyectos continúa siendo un factor diferenciador frente a otras economías. El reto ahora es bajar los costos de financiamiento, que siguen elevados.
El pragmatismo de Trump ha sido, hasta ahora, una de sus herramientas más eficaces. Aunque su discurso suele ser inflexible, no duda en recalibrar cuando el mercado lo exige, como ocurrió con la reducción temporal de tarifas a China. La pregunta es si esta vez cederá ante la presión o si llevará su estrategia hasta las últimas consecuencias. Porque si algo ha demostrado esta era Trump, es que cualquier cosa puede pasar.
Frente a este entorno volátil, la mejor defensa es estar bien informado y bien asesorado. Desde LATAM en USA ayudamos a empresarios, inversionistas y líderes regionales a tomar decisiones estratégicas en escenarios de alta incertidumbre como este. Entender el contexto, anticipar movimientos y actuar con visión es hoy más urgente que nunca.