Durante la última década, marcada por crisis sanitarias, económicas y sociales, México enfrenta una encrucijada histórica: construir una política migratoria funcional, humana y con visión de largo plazo.
Sin embargo, esta no debe partir de ideologías ni de reacciones coyunturales, sino de una lectura realista de fenómenos como la informalidad estructural, el desplazamiento económico, la transición demográfica y la creciente movilidad regional. En especial, debe considerar que las personas migrantes que llegan a México representan una oportunidad estratégica ante los retos económicos y poblacionales del futuro.
I. LA ECONOMÍA INFORMAL: EL ROSTRO OCULTO DEL SISTEMA LABORAL
Desde 2015, más de la mitad de la población ocupada en México trabaja en condiciones informales. Se trata de millones de personas sin acceso a seguridad social, salud o pensión. La pandemia de covid-19 agudizó esta situación: en 2020 se perdieron más de 700,000 empleos formales, y casi la mitad de los empleos que surgieron tras la pandemia son informales, según datos de organismos internacionales.
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Lejos de ser un fenómeno pasajero, la informalidad se ha consolidado como forma dominante de subsistencia. Para muchos trabajadores, volver al empleo formal ya no fue opción.
II. MIGRACIÓN: CONSECUENCIA ESTRUCTURAL Y RED PARALELA DE PROTECCIÓN
Entre 2015 y 2023, más de 1 millón de personas emigraron de México, principalmente por razones laborales. Este flujo proviene sobre todo de regiones con alta precariedad e informalidad: Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Jalisco, Guanajuato. La migración, en este contexto, no es aspiracional, sino una respuesta estructural a un sistema que no les ofrece oportunidades sostenibles.
Millones de hogares en México dependen de los recursos que envían familiares en el extranjero. En 2023, el país recibió más de 63,000 millones de dólares en remesas. Esta dinámica ha convertido la migración en una red de protección social que, aunque informal, resulta crucial para la estabilidad de miles de comunidades.
III. DEMOGRAFÍA E INFORMALIDAD: UNA COMBINACIÓN ALARMANTE
México atraviesa un cambio demográfico silencioso: su tasa de fecundidad ha caído a 1.6 hijos por mujer, por debajo del umbral de reemplazo poblacional. De continuar esta tendencia la población disminuirá gradualmente y habrá menos jóvenes en edad productiva y más personas mayores dependientes del Estado.
La combinación entre informalidad creciente y baja natalidad es una bomba de tiempo para el futuro del país: afecta la productividad, el financiamiento de pensiones y la sostenibilidad de servicios públicos.
IV. MIGRANTES EXTRANJEROS EN MÉXICO: UNA OPORTUNIDAD IGNORADA
México ya no es solo país de tránsito. Personas de Centroamérica, el Caribe, Sudamérica, África y Asia se están asentando en el país en busca de condiciones mínimas de seguridad y empleo. Muchos de ellos trabajan en la informalidad: construcción, comercio ambulante, reparto de mercancías, servicios domésticos.
La mayoría enfrenta obstáculos legales, sociales y culturales para integrarse, lo cual los expone a explotación y los margina de sistemas de salud, educación o justicia.
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En un país que envejece y sufre alta informalidad, los migrantes extranjeros pueden representar una fuerza laboral clave: son en su mayoría jóvenes y aptos para el trabajo; se insertan en sectores que tienden a ser abandonados por la población local; pueden dinamizar economías regionales, estimular el consumo y aportar al sistema contributivo.
Aprovechar este potencial implica: diseñar un marco legal ágil, con permisos laborales temporales y sectoriales; crear mecanismos locales de integración laboral, educativa y sanitaria; proteger sus derechos ante abusos y redes delictivas; coordinar esfuerzos entre gobiernos y actores sociales para evitar la improvisación.
V. UNA POLÍTICA MIGRATORIA BINACIONAL Y REGIONAL ANCLADA EN LA REALIDAD
Millones de personas migrantes mexicanas trabajan en sectores esenciales en Estados Unidos. Al mismo tiempo, México recibe población migrante que ocupa nichos laborales similares. Ambos países comparten un ecosistema humano y económico que no puede seguir rigiéndose solo desde la lógica del control fronterizo.
La política migratoria del futuro debe ser: basada en datos reales y en diagnósticos demográficos; binacional, regional y con enfoque humanista; reconocedora del valor económico y social de las personas migrantes; capaz de garantizar el derecho a migrar sin renunciar al derecho a no verse forzado a hacerlo.
La combinación entre informalidad estructural, desplazamiento económico, envejecimiento poblacional y creciente migración internacional exige un replanteamiento profundo de la política migratoria de México. Lejos de ser una amenaza, la migración puede ser una oportunidad invaluable para regenerar el tejido social y productivo del país.
Integrar a quienes se han ido, pero también a quienes han llegado, con inteligencia, empatía y visión de futuro puede ser una de las decisiones más audaces y sensatas para enfrentar las próximas décadas. N
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José Mario Sánchez es maestro en Administración Pública por la Universidad Autónoma de Chihuahua y presidente del Comité de Migración en Coparmex Nacional. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.