Desde las marcas de lujo, el diseño inmobiliario, la moda, hasta los gadgets tecnológicos, una tendencia silenciosa se apodera de las industrias a escala global: una inclinación creciente hacia los colores neutros y desaturados.
Tonos como el gris, beige, blanco y negro han desplazado a los vibrantes rojos, verdes y azules que dominaron décadas anteriores. Esta transformación, según especialistas en marketing y comportamiento consultados por Newsweek, va más allá de una simple preferencia visual: obedece a factores psicológicos, culturales y sociales profundamente arraigados en el mundo contemporáneo.
“En épocas marcadas por la incertidumbre —crisis económicas, ansiedad climática o sobrecarga digital—, los colores neutros generan una sensación de orden y tranquilidad. Funcionan como una especie de ruido blanco visual que aporta contención emocional y ayuda a simplificar lo que nos rodea”, según Gomathy Lakshminarayanan, científica social y experta en comportamiento humano con más de 20 años de experiencia en firmas como Kantar y Aditya Birla.
Este giro hacia una estética más sobria, especialmente al gris, no responde solo a una moda pasajera. Para Lakshminarayanan, se trata de un termómetro de la ansiedad colectiva y un espejo de nuestras identidades moldeadas y filtradas en la era digital.
La estética minimalista, que alguna vez fue dominio de las marcas de alta gama, ahora es ineludible en los productos de consumo y el diseño de interiores, y simboliza aspiración, seguridad y orden en un mundo caótico.
¿LOS COLORES BRILLANTES DEJARON DE GUSTAR?
Este cambio cultural quedó claramente de manifiesto a través de una publicación viral del usuario de Instagram @das.archivee, que comparó las paletas brillantes y diversas de décadas pasadas en automóviles, hogares, moda y películas con las imágenes monocromáticas y de tonos fríos actuales.
El pie de foto de la publicación incluía una referencia a un estudio de 2020 que analizó más de 7,000 artículos del Museo de Ciencias de Reino Unido y reveló una desaturación constante de los colores en los bienes de consumo desde el siglo XIX. Este declive se aceleró en el siglo XX, a medida que la fabricación en masa favorecía la uniformidad y la rentabilidad.
“En 2020 el gris fue el color más común en los productos de consumo recién lanzados”, señaló la publicación, que destacó el predominio generalizado de los tonos neutros en la vida moderna.
Lakshminarayanan dijo que ella ve este cambio no como una pérdida de creatividad, sino un reflejo de la adaptación psicológica. “Hay un elemento aspiracional que impulsa esta tendencia. Las paletas minimalistas se han asociado con el lujo, el refinamiento y la atemporalidad, cualidades que atraen a la gente en una era marcada por los rápidos cambios”.
MEMORIA EN MONOCROMO
Brendán Murphy, director creativo global de Lippincott (la firma detrás de pilares del diseño como la cinta de Coca Cola y el logotipo de Starbucks), comentó a Newsweek que el conservadurismo del color actual marca un notorio alejamiento de la vibrante autoexpresión del pasado.
“Hoy en día, el mundo del diseño de interiores está dominado por fibras naturales beige, paredes blanquecinas, electrodomésticos de acero inoxidable y recipientes de vidrio para alimentos. Antes, en un mundo dominado por la clase media y trabajadora, el color compensaba la falta de otras pertenencias”, apuntó.
Murphy vincula este abandono del color con la señalización económica y el consumismo masivo. A medida que las marcas premium adoptaron el minimalismo para transmitir sofisticación, las marcas de bajo costo siguieron el ejemplo para emular esa imagen aspiracional.
“Lo que comenzó como un diferenciador ha llevado a la desnaturalización de nuestros productos físicos en masa”, dijo Murphy. El color, según el director creativo, alguna vez proporcionó funcionalidad y expresión.
“El color también cumplía una función: combinado con patrones y texturas, el color del papel tapiz y de la alfombra ayudaba a ocultar muchos defectos, desde la humedad ascendente hasta las irregularidades en los pisos y las paredes”, sostuvo.
Ahora, en lo que Murphy llama el “efecto Crate and Barrel”, los productos están diseñados para una rápida rotación, seleccionados para ser compartidos en las redes sociales y reemplazados con los últimos tonos de la temporada.
Si bien los espacios físicos se han vuelto más silenciosos en color, Murphy argumentó que nuestras vidas digitales han absorbido la vitalidad expulsada. Esta divergencia entre los espacios digitales y físicos puede reflejar la dualidad más amplia de la existencia moderna: sobreestimulación en internet y un anhelo de simplicidad y tranquilidad fuera del mundo virtual. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)