Cada año, el 11 de febrero nos recuerda la importancia de que más mujeres y niñas participen en la ciencia. Pero más allá de la conmemoración, que se acentúa durante marzo, la realidad es clara: la innovación en salud femenina sigue rezagada.
Las mujeres representan la mitad de la población, pero las estadísticas en generación de propiedad intelectual y espacios en investigación nos muestran un rezago importante. ¿Cómo podemos esperar avances médicos si quienes los lideran no reflejan la diversidad de quienes los necesitan?
La ciencia avanza en muchas áreas, pero la salud femenina sigue en segundo plano. Actualmente, solo entre 2 y 4 por ciento de la inversión en innovación médica se destina a la salud de la mujer. Esto causa un impacto directo en la calidad y el acceso a nuevas tecnologías de prevención y tratamiento y deja a millones de mujeres sin herramientas suficientes para su bienestar.
Un claro ejemplo es el cáncer cervicouterino. Aunque es una de las principales causas de muerte en mujeres en América Latina, los métodos de detección han cambiado muy poco en las últimas décadas. La prueba de papanicolaou, creada hace 80 años, sigue siendo la herramienta principal de diagnóstico, a pesar de sus grandes limitaciones en precisión y accesibilidad.
Este rezago no es casualidad. La innovación está ligada a quien la impulsa, y en el mundo de las patentes las mujeres siguen siendo una minoría. En México, menos de 10 por ciento de las solicitudes de patentes nacionales provienen de inventoras y solo el 4 por ciento de las patentes otorgadas han sido para mujeres. Este número disminuye aún más si buscamos patentes enfocadas en solucionar problemas específicos de salud femenina.
Ello tiene consecuencias reales. Cuando las mujeres no participamos en la creación de nuevas tecnologías, las soluciones que necesitamos tardan más en desarrollarse o simplemente no existen. Además, los proyectos de innovación en salud femenina suelen recibir menos financiamiento y apoyo. Esto es preocupante, a pesar de que se ha demostrado que invertir en la mujer tiene grandes beneficios sociales y económicos.
SE REQUIEREN MÁS INVERSIONES
Romper este patrón no solo es posible, sino urgente. Un ejemplo de innovación con impacto en salud femenina es una prueba basada en biomarcadores en sangre que permite detectar factores de riesgo en el cáncer cervicouterino. Tecnologías como está ya existen y demuestran que cuando las mujeres lideran la innovación en salud los avances pueden ser transformadores.
Sin embargo, no podemos depender solo de casos aislados. Es fundamental impulsar cambios que permitan que más innovaciones como esta lleguen al mercado. Para lograrlo se necesitan inversiones específicas, programas de financiamiento y un sistema de patentes más accesible para las mujeres. En Estados Unidos, la presencia de aceleradoras y fondos especializados en femtech o tecnología para la mujer ha permitido que esta industria recaude más de 1,100 millones de dólares en financiamiento, mientras que en México la inversión en este sector es prácticamente inexistente.
Es momento de ver a nuestras grandes científicas mexicanas y reconocer el gran esfuerzo que hacen por crear un mundo mejor.
Los datos muestran que la falta de patentes en salud femenina no es solo un problema de representación, sino un obstáculo real para el desarrollo de soluciones médicas innovadoras. Es momento de que en México se promueva la creación de un ecosistema que promueva la ciencia, en el que la equidad en la innovación se convierta en una prioridad.
Si queremos transformar la salud femenina, necesitamos más inversión en soluciones tecnológicas enfocadas en sus necesidades, con la misma urgencia con la que se atienden otros problemas de salud. Apostar por la salud de la mujer no es solo una estrategia inteligente que beneficia a la sociedad, sino que además es una cuestión de equidad y justicia: es momento de ver a nuestras grandes científicas mexicanas y reconocer el gran esfuerzo que hacen por crear un mundo mejor. N
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Mercedes Gutiérrez Smith es una empresaria mexicana enfocada en la innovación en salud femenina y CEO de Timser Group. Con un MBA del IPADE, aporta una visión estratégica para el acceso a la tecnología médica. Ha sido docente en la Universidad Anáhuac y ponente en foros como el Women Economic Forum.