El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inauguró su segundo mandato con la firma de una serie de órdenes ejecutivas para imponer aranceles sobre las importaciones. Si analizamos, por ejemplo, la suspensión por un mes de este tipo de medidas a sus socios comerciales y vecinos México y Canadá, vemos cómo el mandatario utiliza esta estrategia como herramienta de negociación para lograr objetivos muy diferentes.
Lo sorpresivo es que estamos atestiguando la manera en que se está usando un instrumento aduanero para conseguir un fin geopolítico. Dicho en otras palabras: la amenaza de una tarifa como medida económica esfuerza a los otros países a hacer lo que Estados Unidos busca a través de una vía muy distinta a la que estarían dispuestos a cooperar.
Un ejemplo muy cercano es lo que sucedió a inicios de febrero, cuando Trump firmó una orden ejecutiva para imponer a partir de ese mes aranceles de 25 por ciento sobre los productos importados de México y Canadá, un arancel de 10 por ciento sobre los recursos energéticos canadienses y un impuesto de 10 por ciento a China. Desde la cuenta de X de la Casa Blanca se informó el 1 de febrero que esas medidas eran decisivas para proteger a los estadounidenses de la crisis del fentanilo y que el anuncio arancelario era necesario para responsabilizar a estos tres países de sus promesas de detener el ingreso de drogas venenosas hacia Estados Unidos.
LOS ARANCELES IMPUESTOS POR ESTADOS UNIDOS TIENEN CORTA VIDA
A los dos días, Trump acordó con los dos países la suspensión por 30 días de los aranceles, ello luego de que la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro Justin Trudeau se comprometieran a implementar medidas para luchar contra el narcotráfico y reforzar la seguridad fronteriza. Ambos acercaron prácticamente la misma propuesta, que podría sintetizarse en el despliegue de 10,000 soldados en sus fronteras para frenar el tráfico de drogas.
También podemos analizar que estas medidas aduaneras implementadas por la administración de Trump tienen una corta vida porque el efecto dominó que provocarían es nocivo para todas las partes, un juego en el que nadie sale ganando. De hecho, la primera respuesta de Trudeau fue la incorporación de aranceles a productos estadounidenses por el mismo porcentaje.
Otro caso similar ocurrió en Colombia a fines de enero, cuando Trump ordenó imponer aranceles de 25 por ciento a todos los productos colombianos después de que Gustavo Petro rechazara la llegada de dos aviones con ciudadanos colombianos deportados. Una de las respuestas del presidente colombiano fue elevar los aranceles de importaciones desde Estados Unidos en 25 por ciento. Sin embargo, en tan solo unas horas dieron marcha atrás a las imposiciones arancelarias, después de que el presidente de Colombia aceptara recibir los vuelos con inmigrantes deportados.
TRUMP PEGA PARA LUEGO NEGOCIAR
Tal como lo ha demostrado en su primer mandato, Trump tiene un estilo de negociación donde inicialmente pega para luego negociar. En aquel momento amenazó con medidas similares. Hoy hay que considerar que el tema fundamental que lo llevó a ganar las elecciones es la inflación y es sabido que un aumento en las tarifas es, per se, inflacionario.
Si bien desde la Casa Blanca compartieron que un estudio de 2024 sobre los efectos de los aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos durante su primer mandato concluyó que “fortalecieron la economía estadounidense” y, a su vez, recordaron que la exsecretaria del Tesoro del presidente Biden afirmó el año pasado que los aranceles no perjudican a los consumidores, Estados Unidos necesita enfriar la economía para bajar las expectativas de inflación.
Como hemos visto, el debate no se centra en un asunto comercial, sino más bien en la seguridad y la salud pública estadounidenses. Las medidas aduaneras se aplicaron para lograr otros objetivos diplomáticos sin tener consecuencias aduaneras.
La política arancelaria como herramienta de negociación es una estrategia que llegó para quedarse, por lo cual no debería sorprendernos si vuelve a aparecer. N
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Mariano Sardáns es CEO de la gerenciadora de patrimonios FDI. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.