El desarrollo inmobiliario en Rosarito ha experimentado un auge notable en la última década, principalmente impulsado por la demanda de extranjeros, en su mayoría jubilados estadounidenses, que buscan un estilo de vida frente al mar a precios más accesibles que en California. Las construcciones de condominios y complejos habitacionales se extienden a lo largo de la costa, generando una economía local más dinámica. Sin embargo, este crecimiento plantea serios desafíos para la sostenibilidad ambiental y el bienestar de la comunidad.
El desarrollo urbano debe ser orgánico y centrarse en las personas
Jane Jacobs, una de las voces más influyentes en el urbanismo, defendía la idea de que el desarrollo urbano debe ser orgánico y centrarse en las personas, no en los desarrolladores. En Rosarito, muchos proyectos inmobiliarios parecen seguir el modelo contrario: un enfoque en maximizar la construcción sin tener en cuenta la infraestructura necesaria, como sistemas de agua y saneamiento adecuados o espacios públicos para los residentes. Este tipo de desarrollo descontrolado, como advertía Jacobs, puede desestabilizar el tejido social de una ciudad y aumentar las desigualdades.
Por otro lado, autores como David Harvey argumentan que el espacio urbano es una construcción social que refleja las dinámicas de poder. En el caso de Rosarito, el poder de los desarrolladores inmobiliarios ha determinado el paisaje urbano, priorizando grandes complejos residenciales sobre áreas comunes o mejoras en la infraestructura local. Esto ha dejado a los residentes de bajos ingresos y a la comunidad local en una situación de desventaja, sin acceso adecuado a servicios básicos, mientras las propiedades más valiosas se reservan para quienes pueden permitirse un estilo de vida costero de lujo.
El impacto ambiental también es una preocupación creciente
La construcción masiva a lo largo de la costa ha generado una presión adicional sobre los recursos hídricos, ya limitados en la región. Siguiendo las ideas de Harvey y su crítica al capitalismo urbano, es evidente que la acumulación de proyectos residenciales ha priorizado las ganancias por encima de la sostenibilidad. La falta de regulaciones ambientales estrictas y la insuficiente planificación a largo plazo están poniendo en peligro no solo los ecosistemas locales, sino también el futuro de la ciudad como destino turístico.
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Rosarito se encuentra en una encrucijada. Si bien el desarrollo inmobiliario ha traído beneficios económicos a corto plazo, la falta de un enfoque en el crecimiento sostenible puede tener consecuencias graves. Para lograr un equilibrio, las autoridades locales y los desarrolladores deben considerar la advertencia de Jacobs sobre la importancia de crear ciudades vivas y habitables, donde los residentes y el medio ambiente no sean sacrificados en nombre del crecimiento económico. La pregunta clave es si Rosarito puede aprender de los errores de otras ciudades costeras y adoptar un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible antes de que sea demasiado tarde. N