Durante las fiestas decembrinas, el comportamiento de los cuerpos policiales en muchas ciudades, incluida Tijuana, se endurece notablemente. Este fenómeno no es casualidad: el aumento de personas que celebran con bebidas alcohólicas, el tráfico generado por las compras navideñas y el incremento en los eventos sociales suelen derivar en un ambiente más caótico que requiere mayor vigilancia. Sin embargo, este endurecimiento no siempre está enfocado únicamente en garantizar la seguridad de la ciudadanía. En ocasiones, se entrelaza con prácticas cuestionables como la solicitud de sobornos, lo que pone en entredicho la legitimidad de estas acciones.
Michel Foucault, en su obra Vigilar y castigar, señala que el poder disciplinario se ejerce con mayor fuerza en contextos donde el orden está en riesgo. En este sentido, la época decembrina es un terreno fértil para que las autoridades intensifiquen su presencia y ejerzan controles más estrictos. Los retenes policiales, los operativos de alcoholemia y la vigilancia en puntos clave son herramientas legítimas en un contexto de prevención. Sin embargo, estas mismas herramientas se convierten en oportunidades para que algunos elementos de las corporaciones policiales actúen de manera arbitraria y lucren con la vulnerabilidad de los ciudadanos.
En diciembre se intensifica el consumo de alcohol
Es bien sabido que durante diciembre aumenta significativamente el consumo de alcohol y, con ello, el número de conductores bajo su influencia. Según un informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los accidentes viales relacionados con el alcohol incrementan hasta en un 30 % durante esta temporada. Ante esta realidad, los operativos de alcoholemia y las multas son herramientas necesarias para reducir riesgos. Pero lo que debería ser un acto de prevención y disuasión a menudo se transforma en una oportunidad para que algunos policías exijan mordidas a cambio de evitar sanciones.
Max Weber, en su análisis sobre la burocracia, señala que las instituciones tienden a operar bajo reglas impersonales y estandarizadas. Sin embargo, en contextos donde la corrupción es un problema estructural, estas reglas se debilitan, y el poder se ejerce de manera discrecional. En el caso de los retenes decembrinos, algunos ciudadanos reportan que se convierten en puntos de extorsión, donde la aplicación de la ley depende más de la capacidad de pago de los conductores que de los principios de justicia y legalidad.
Durante diciembre, el estrés financiero, las reuniones familiares y las expectativas sociales generan un ambiente de tensión.
Por otro lado, la dinámica social y cultural de estas fechas juega un papel importante en la relación entre ciudadanos y policías. Durante diciembre, el estrés financiero, las reuniones familiares y las expectativas sociales generan un ambiente de tensión. Esta tensión se ve exacerbada cuando los ciudadanos perciben que las autoridades, en lugar de protegerlos, buscan lucrar con su situación. Según Hannah Arendt, la legitimidad del poder radica en su capacidad para ser reconocido como justo por la sociedad. Cuando los cuerpos policiales son percibidos como corruptos o abusivos, pierden no solo la confianza de la ciudadanía, sino también su legitimidad para ejercer control.
El problema no radica únicamente en los actos individuales de corrupción, sino en un sistema que parece tolerarlos. El sociólogo argentino Guillermo O’Donnell, al hablar de las “zonas marrones” de la democracia, señala que en ciertos espacios las instituciones formales coexisten con prácticas informales que minan el estado de derecho. En el caso de Tijuana, la coexistencia entre operativos legítimos y prácticas corruptas refleja esta dualidad, donde las acciones de control no siempre responden al interés público.
Es importante reconocer que no todos los policías participan en estas prácticas, y que muchos realizan su trabajo con profesionalismo y compromiso. Sin embargo, la falta de mecanismos efectivos de supervisión y sanción fomenta una cultura de impunidad que afecta tanto a los ciudadanos como a los propios elementos policiales.
Para abordar este problema, es necesario implementar estrategias que trasciendan el simple aumento de retenes y multas. Esto incluye reforzar los mecanismos de supervisión interna en las corporaciones policiales, establecer canales accesibles para que los ciudadanos denuncien abusos y garantizar que los operativos sean transparentes y estén basados en criterios objetivos. Además, es fundamental fomentar una cultura de corresponsabilidad ciudadana, donde las personas asuman su papel en la prevención de riesgos, evitando conductas como el manejo en estado de ebriedad.
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En última instancia, el endurecimiento policial en diciembre puede ser una herramienta efectiva para prevenir accidentes y mantener el orden, pero solo si se ejerce con transparencia y apego a la legalidad. Cuando estas prácticas se desvían hacia la extorsión y el abuso, se pierde no solo la confianza de la ciudadanía, sino también el propósito esencial de la vigilancia: garantizar la seguridad de todos. N