La teoría clásica de las élites sostiene que es inevitable la dominación de los sistemas políticos y sociales por una minoría. Es decir, aquellos muy leales, pertenecientes al grupo selecto, aptos para gobernar al «pueblo bueno» porque les sobra barrio. Pertenecen a la minoría por sufragio o por tómbola, por nombramiento o por carisma, por azar o por familia. Dicha teoría fue perfeccionada por los sociólogos italianos Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto. Surgió como respuesta al dogma marxista de la «dictadura del proletariado», internalizada junto con los pasos de ballet, desde la más tierna infancia del presidente con «A». En el devenir de la Historia, las élites han sido compuestas por aristócratas o ministros de culto, generales o políticos, burócratas o capitanes de industria. Pero en México lo han sido sistemáticamente por charlatanes y traidores. En cada episodio, tales élites han sido legitimadas por la ideología inoculada al populacho.
En «Tratado de Sociología General» (1916), Pareto teoriza sobre la circulación regular de las élites. Se refiere a la alternancia entre «leones conservadores» que luchan por mantener sus privilegios y «zorros astutos» que los desafían. Lo anterior porque es necesario, dice Pareto, imprimir nuevo vigor al ejercicio ejecutivo y renovar la confianza popular. De acuerdo con la «Ley de Hierro de la Oligarquía», formulada por Robert Michels, el control de cualquier organización humana invariablemente termina en manos de un pequeño grupo. Ello, por factores como la necesidad de una acción eficiente, la voluntad de poder de los líderes y la aciaga apatía de los seguidores. En México solo aplican los dos últimos. Los modernos teóricos de la élite a menudo adoptan un abordaje pluralista. En las democracias modernas sofisticadas, estudian los procesos de competencia entre élites institucionales, políticas y económicas, que responden a variados intereses que un Jefe de Estado pleno, sabe conciliar.
En el régimen oligárquico populista, los ministros de culto, los generales, la nueva burocracia, los capitanes de industria y en breve también los jueces, se acomodan a la pax narca, bajo un simple cálculo de «costo beneficio». La ambición corruptora de traidores y charlatanes destruye instituciones y sistemas públicos a los ojos de la sociedad civil organizada, nacional y extranjera, pues la mayoría parlamentaria «ni los ve ni los oye». ¡Pareto tiene razón!
Las transformaciones no son mucho más que la segmentación del grupo hegemónico en el poder, y desembocan siempre en el reemplazo de una élite por otra. En «Los Condenados de la Tierra» (1961), Franz Fanon advierte un fenómeno que se produce a medida que las revoluciones se institucionalizan. Los nuevos gobernantes, guiados por el interés de mantener su poder, adoptan los mismos procedimientos antidemocráticos y las mismas estructuras opresivas del régimen que se propusieron reemplazar. Entonces, la lucha por derrocar un sistema injusto no equivale necesariamente, dice Fanon, a superar la opresión. Así lo constatan los ciudadanos mexicanos que, como islas, ven reducidas sus libertades civiles ante el tsunami de una nueva hegemonía, que medra feliz en la ineptitud y el rencor.
La nueva élite autóctona, que por fin viaja en helicóptero privado, no comprende que en política «todo lo que resiste apoya». Ante la falta de contrapesos constitucionales, la mayoría artificial cruje ya ante su propio peso. Las tribus heredadas, se organizan alrededor de los centros mafiosos de siempre, provocando fallas por fricción desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos hasta PEMEX. Los líderes vernáculos, de Zacatecas a Tabasco, de Sinaloa a Guerrero, fagotizados por sus cómplices traficantes como en Culiacán, evalúan ya el momento oportuno para asaltar la dirigencia del partido. Lo han hecho en el pasado y lo volverán a hacer. La oposición formal, enferma crónica de oligarquía, es indigna de la democracia liberal e incapaz de generar propuestas, soluciones o siquiera reglas que puedan seguir. ¡Fanon tiene razón!
Te puede interesar | Reasignaciones presupuestales para 2025: fuertes recortes al INE, Poder Judicial y organismos autónomos
Todos, soberbios y sumisos, pretenden ignorar que el péndulo de la Historia nunca cesa. Esta mayoría por conveniencia llegará a su cenit el 20 de enero irreversiblemente. La «república guiñol» en que nos han convertido, verá acortada su vida por la vía económica, incapaz de comprender el mundo más allá de Villahermosa. N
Mario Vignettes, Doctor en Derecho Internacional (Cédula 4258715), egresado BITAC-DHS, analista estratégico (EC0329 folio 3728223) y educador.