París, la emblemática Ciudad de la Luz, volvió a ser el epicentro del mundo, esta vez como sede de los Juegos Paralímpicos. En un despliegue de inclusión, resiliencia y espíritu deportivo, la capital francesa abrió sus puertas a atletas de todo el planeta. Entre ellos destacó Amalia Pérez, una deportista mexicana para quien la verdadera fuerza no reside solo en los músculos, sino en el alma. Donde otros ven límites, ella encuentra oportunidades. Con 51 años, alcanzó su séptima medalla paralímpica en la categoría de 61 kilos del levantamiento de potencia (powerlifting).
La multimedallista vio interrumpida su racha de cuatro Juegos Paralímpicos consecutivos obteniendo oro, ya que en París logró una medalla de bronce en powerlifting. En esta ocasión, la nigeriana Mark Onyinyechi estableció un nuevo récord mundial al levantar 150 kilos. La medalla de plata fue para la china Jianjin Cui, quien consiguió un total de 140 kilos en su mejor levantamiento.
Originaria de la Ciudad de México, Amalia padece artrogriposis múltiple de nacimiento, un síndrome que afecta a uno de cada 3,000 niños y produce contracturas en las extremidades. Su madre tuvo un accidente cuando estaba embarazada, lo que le provocó tener un parto prematuro a los seis meses. Sus primeros cinco años estuvo en rehabilitación en el Instituto Mexicano del Seguro Social, posteriormente se integró a una escuela para personas con discapacidad motora.
Desde niña mostró un interés inusual por las disciplinas de fuerza y agilidad. Comenzó a practicar deportes a los seis años, cuando se volcó a natación como parte de su proceso de rehabilitación, luego aparecieron el atletismo, baloncesto, tiro con arco y tenis de mesa. Sin embargo, la primera vez que levantó una pesa lo hizo con una determinación que dejó boquiabiertos a sus entrenadores.
“Antes de practicar powerlifting nadé y jugué basquetbol. Mi mayor interés era ser algún día protagonista de mi deporte. Ningún humano debe bloquearse por los prejuicios”, dice en entrevista con Newsweek en Español.
“UNA BECA DE 500 PESOS ERA LO MÁS QUE NOS ASPIRABAN A DAR”
Durante unos Juegos Nacionales de Silla de Ruedas le sugirieron que se animara a participar en el levantamiento de pesas. Aunque era nueva en el deporte, su fuerza era natural, pero lo que más impresionaba era su disciplina. Día y noche Amalia entrenaba con una dedicación feroz, levantando cada vez más peso, empujando los límites de lo que su cuerpo podía soportar.
“Tenía 13 años cuando conocí el deporte paralímpico y ya cuando me dediqué de lleno al powerlifting tenía 18 años”, refiere la mujer desde una videollamada previo a los Juegos Paralímpicos de París. Su trayectoria en este deporte comenzó en 1991 en los Juegos Nacionales de Guadalajara, Jalisco.
“En 1993 fue mi primer campeonato mundial femenil y en 1994 un mundial de Australia me dejó tres medallas de oro”, pormenoriza con una sonrisa.
En 1998 y con 25 años, la halterista (lifters levantadores de potencia) obtuvo otro título en la categoría de 52 kilos del Mundial de Dubái. Más tarde se volvió a coronar campeona del mundo en diferentes categorías: en Busan 2006, CDMX 2017 y Tiflis 2021.
Amalia es todo un emblema para el deporte mexicano y los honores la avalan; de sus siete medallas paralímpicas, cuatro son de oro (Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020), dos de plata (Sídney 2000 y Atenas 2004) y una de bronce (París 2024).
—¿Qué desafíos has enfrentado a lo largo de tu carrera deportiva y como una atleta paralímpica?
—Muchos. En el país no hay cultura tan específica para paralímpicos. En mis inicios desafortunadamente no era bien remunerado nuestro deporte; una beca de 500 pesos era lo más que nos aspiraban a dar y así fue creciendo el monto conforme fuimos participando. No teníamos entrenadores con la especificidad de esta disciplina ni gimnasios adaptados, mucho menos un equipo multidisciplinario como es un psicólogo, un nutriólogo y fisioterapeuta.
Amalia comenzó a recibir estos apoyos por parte de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) en 1993, luego de su primer campeonato internacional en Oklahoma, Estados Unidos.
—¿Cómo costeabas tus traslados, entrenamiento y alimentación?
—Mis padres y hermanos terminaban pagando los gastos de alimentación y los complementos que necesitaba. Hoy sé que la familia es tu mayor patrocinador, motor e inspiración; fueron mi base para poder llegar a la máxima justa deportiva.
EMBARAZADA Y EN COMPETENCIA
De todos los paralímpicos en donde su presencia es notoria, Amalia lleva con orgullo su desempeño en Atenas 2004, sobre todo porque acababa de ser madre de Melissa, quien hoy tiene 20 años y estudia ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional.
—Ahora, ¿de cuánto es el apoyo que les está dando actualmente la Conade a ustedes como atletas paralímpicos?
—Va dependiendo de los resultados que tengas y por eso muchos compañeros desertan del deporte; a veces alcanzas a rascar un quito o sexto lugar solamente. Con una medalla de oro nos proporcionan 50,000 pesos aproximadamente, pero si tú no refrendas esa presea en los campeonatos mundiales y te sales del medallero, te bajan esa beca. No es un monto que tengas eternamente.
AMALIA PÉREZ EN LOS PARALÍMPICOS DE PARÍS 2024
La pesista enfrentó una lesión en el hombro derecho en 2023, lo que la obligó a esforzarse intensamente durante la última temporada para recuperar su ritmo y el nivel de exigencia en su categoría. Su objetivo fue claro: volver a luchar por un lugar en el podio de París… y al final lo consiguió. Amalia Pérez compitió el viernes 6 de septiembre en La Chappelle Arena.
“Compito cinco días a la semana, de dos a tres horas por día…”, concluye la atleta que hoy también estudia la Licenciatura de Deporte y Alto Rendimiento. Después de su hazaña en el deporte, sin duda su nombre prevalecerá por siempre en la memoria colectiva. N