En la infancia, a muchos nos preguntaron ¿Qué quieres ser cuando seas grande?, la respuesta a este cuestionamiento abarca desde las profesiones tradicionales hasta aquellas que han surgido con la evolución de la ciencia y el desarrollo de las TIC´s, particularmente para las niñas y mujeres su escenario de conciencia se abrió considerablemente sobre aquello que podían aspirar a ser gracias al feminismo y la posibilidad que este ha defendido sobre el derecho al acceso a la educación.
Pero no recuerdo haber escuchado ni de pequeña ni ahora como adulta, alguna niña que respondiera: quiero ser presidenta; tal vez porque bajo la cultura machista que ha permeado el patriarcado en el mundo desde la época moderna hasta la contemporánea; las mujeres jamás fueron reconocidas con facultades de liderazgo necesarias para ejercer el poder presidiendo un Estado; contrario a lo que sucedió en la antigüedad.
Este paradigma se rompió por primera vez en el mundo moderno en 1961 en Ceylan, actualmente Sri Lanka; con el nombramiento de la primer mujer presidenta Sirimavo Bandaranaike; hecho que represento un hito para las mujeres que deseaban llegar a ocupar el puesto como primer mandatario.
Actualmente y según datos de ONU Mujeres en su documento intitulado Hechos y cifras: Liderazgo y participación política de las mujeres, hay “27 países donde 28 mujeres se desempeñan como Jefas de Estado y /o Gobierno”; en el mismo se menciona que al año 2024 solo existen 6 países que cumplen con el principio de paridad, teniendo un 50% o más de mujeres que integran los parlamentos nacionales (Cámaras), siendo México uno de estos casos.
Estas cifras reflejan la brecha de género que existe entre mujeres y hombres respecto al ejercicio de su liderazgo y lo lejos que nos encontramos de alcanzar un punto medio que vindique la importancia de las acciones y aportaciones femeninas ejercidas en la construcción de la historia de la sociedad humana.
Pasaron 63 años desde ese primer hecho histórico en la vida política y de las mujeres para que en México lográramos tener la primera presidenta por elección popular: Dra. Claudia Sheinbaum Pardo.
Lo anterior es un hecho que debe celebrarse no solo porque coloco en la contienda electoral a dos mujeres que se debatieron por dicho cargo; sino también porque a la silla presidencial llega una mujer con una sólida formación académica en el área de ciencias que incluye estudios de licenciatura, maestría y doctorado en una de las universidades más prestigiosas de México y el mundo.
Independientemente de la orientación política que se ostente, especialmente las mujeres mexicanas y los individuos que conforman los grupos vulnerables considero deberíamos reconocer el increíble logro que significa tener a una mujer presidiendo este país, con esto las mujeres pasamos a ser protagonistas en la historia política; como segundo punto porque su triunfo debería asegurar la inclusión de todos los sectores marginados de la sociedad en la construcción de las políticas públicas que se implementarán en su sexenio, pues ella pertenece a uno de estos grupos; y en tercer punto estimo que al ostentar una alta formación académica, está favorecerá para que mandos medios y superiores que integren su gabinete sean ocupados con perfiles de mujeres y hombres paritariamente, que conlleven esa misma alta especialidad académica que facilitaría su desempeño ético y profesional en el éxito del cargo asignado.
Por otro lado, será labor de los grupos feministas y aquellas que nos reputamos en estos, exigir a la nueva Presidenta la inclusión y adopción de una agenda feminista que garantice a través de acciones medibles, el empoderamiento de las mujeres y la dignificación de sus contribuciones en lo social, académico, científico, laboral y político.
México vive hoy la posibilidad de experimentar un mandato presidencial basado en el poder de lo femenino, que abrace y visibilice los movimientos sociales cobijados en la izquierda; como lo fue el surgimiento del feminismo en nuestro país, un gobierno que desdibuje la polarización de la sociedad a través de invertir en educación favoreciendo el pensamiento crítico de sus gobernados, ejecutando políticas públicas que dignifiquen la grandeza del país; pero sobre todo una presidenta que ejerza la sororidad deteniendo el extermino de las mujeres y sea detonante en otras mujeres y niñas que sueñen ostentar cargos de poder. N