En la zona de Playas de Tijuana se ubica Casa de Luz, un albergue que opera desde hace cinco años y que se ha convertido en refugio para la población migrante diversa que arriba constantemente a la ciudad y que no encuentra cabida en otros lugares por sus políticas internas.
Irving Mondragón, fundador del albergue, compartió en entrevista que la política de este albergue es la de “un espacio inclusivo e incluyente”, de tal manera que ahí brindan refugio a familias diversas, familias normales, personas de la población LGBTI, jóvenes no acompañados y personas con vulnerabilidades y riesgos mayores.
El pasado mes de marzo, Casa de Luz cumplió cinco años de su fundación y se ha convertido ya en un referente en Tijuana, principalmente para la población LGBTI, quienes generalmente son desplazados de sus países o lugares de origen y en su trayecto y llegada son víctimas de violencias y discriminación.
Proyecto gestado en caravana migrante
Mondragón refirió que, sin tenerlo en cuenta, este proyecto comunitario se fue gestando a partir de la experiencia que tuvieron con la caravana migrante en 2018, en donde él fue acompañante del grupo de migrantes, y la posterior experiencia que tuvieron ante la sociedad y las políticas migratorias de Estados Unidos.
“Cuando llegamos a Tijuana, el plan era apoyar durante tres meses al grupo de la comunidad LGBTI y comenzamos en una casa abandonada, la reestructuramos y acondicionamos, y al ver cómo estaban funcionando las políticas migratorias en Estados Unidos enjaulando a los niños y separando las familias, nos organizamos y prolongamos por otros tres meses”, dijo.
Agregó que después tuvieron que mudarse de espacio y, en ese inter, “vimos muchas irregularidades, no fua fácil, hubo quienes se quisieron aprovechar del sufrimiento de todas estas personas para beneficio propio y fue en ese momento que decidimos buscar otro espacio, pero ya organizados de manera más independiente”.
De tal manera, fue que se establecieron y formalizaron en el lugar que se encuentran actualmente y desde hace un año y medio, el cual les fue donado por otras organizaciones, y “así creamos este hogar con una perspectiva de que todos nos podíamos reunir en asambleas y en conjunto tomar decisiones”.
Estigmatización social, una de las adversidades
El fundador de este espacio también compartió que en este proceso “nos tocó vivir las políticas migratorias inhumanas de Donald Trump y después llegó Joe Biden con promesas de una reforma migratoria y al sistema de asilo también, lo cual no fue verdad y así fue como surgieron los campamentos en la ciudad”.
Cuenta que. en ese periodo, ellos recibían a cientos de personas migrantes que de manera frecuente les llevaba el Instituto Nacional de Migración (INM) para resguardarlos, lo cual generó tensiones entre los vecinos derivado de la estigmatización que suelen tener las personas ante esta población.
“Cuando llegamos hubo un gran rechazo, una ocasión nos quemaron parte del albergue con colchones, el narcotráfico quería reclutar a los menores, hubo personas que fueron violadas, que fueron agredidas en el cruce fronterizo, otros torturados, detenidos por las policías por no tener papeles.
“Fue un contexto de mucho miedo, pero la realidad es que en otras fronteras era peor. Tenían una concepción muy equívoca de las personas y desde el principio hemos luchado con eso porque en algún momento nos indicaron que los espacios que alojaban a personas de la población LGBTI tenían que estar dos kilómetros alejados de cualquier otro grupo vulnerable, que no podíamos convivir con familias, que no íbamos a recibir ningún apoyo”, destacó.
“Fue algo a lo que nos enfrentamos, pero eso logró que más personas entendieran en la localidad sobre nuestra misión y nos apoyaran y a través de eso nos formalizamos, y aquí hacemos lo que está dentro de nuestras posibilidades para seguir colectivizando los esfuerzos en beneficio de los migrantes y refugiados”, resaltó.
“Que me acepten tal y como soy”
Osiris Natalia, originaria de Honduras, es una de las residentes de este lugar, en donde ha podido encontrar calma y tranquilidad después de tantas adversidades que ha pasado desde que salió de su país.
Contó en entrevista que ella huyó en 2018 de su país por la violencia y discriminación de la que era víctima, sin embargo, no tenía claro a dónde se iba a dirigir, solo salió hacia México y cuando cruzó la frontera fue detenida y llevada a una prisión local en Tapachula, en donde estuvo cuatro meses encerrada.
“Jamás me imaginé que estaría en una prisión y estuve cuatro meses; sufrí unas cosas algo terribles, logré salir, pero estuve nueve meses más y luego me fui a Saltillo, porque era de los estados que protegía a la comunidad LGBTI, pero fue todo lo contrario”, dijo.
Natalia compartió que fue todo un reto y decidió también salir de ahí, y aunque una chica le recomendó sobre Tijuana y Casa de Luz, en ese momento había mucha desinformación y se entregó a las autoridades estadunidenses ante el miedo de ser secuestrada; la deportaron, no estuvo mucho tiempo en su país y regresé directamente a Tijuana.
“Lo que busco y lo que intento es ser una persona libre, dejar de ocultarme y ser como yo me identifico, es lo que busco, tratar de sentirme bien, salir a la calle y ser tal y como soy sin estar fingiendo lo que no soy y que la sociedad me acepte y me deje ser como soy”, puntualizó.
Al cierre de esta edición, de Casa de Luz nos hicieron saber que, después de cinco largos años en los que su vida estuvo expuesta y en constante peligro, Osiris Natalia finalmente pudo ingresar a Estados Unidos donde recibirá protección. N