Este año, México y los mexicanos -dentro y fuera del país-, acertaremos, o equivocaremos, rumbo y destinos. Y el de actuales y el de generaciones futuras. Asunto mayúsculo: o preservamos y mejoramos nuestra frágil, deconstruida democracia (ella es condición necesaria para todo proyecto personal o grupal en libertad), o la terminamos de debilitar y la perdemos. Hay un dilema previo: somos o seremos pueblo, o masa. Porque como pueblo, la decisión que tomemos será resultado de nuestra propia deliberación, de intercambio de ideas, sentimientos, afectos y desencuentros, que se corresponden a nuestra pluralidad de ideas, visiones o proyectos. Con respeto, o mínimo con tolerancia a tesis y actitudes de los otros. O somos masa: la decisión la toman otros, y somos marionetas de quienes se sienten y dicen están predestinados a decidir por los otros –nosotros-, porque ellos sí saben lo que nos conviene.
Lo vivimos la mayor parte del siglo XX, por el PRI. Las democracias que en el mundo han sido, desde Atenas -todas imperfectas-, requieren mínimos suficientes de pueblo consciente y libre. Que prevalezca sobre masa; sobre todo en momentos críticos. Iniciamos el año. Quiero pensar que ya anotamos los ciudadanos “responsables”, en memoria o agenda, la cita ciudadana más trascendente del año, y del medio siglo: el domingo 2 de junio (no puente, ni vacaciones, y menos que anulen a pueblo). De entrada, no es elegir entre varios nombres y partidos a la presidenta de la República, senadores y diputados, 8 gubernaturas, u otros miles de puestos estatales y municipales, lo más relevante. La disyuntiva es previa y mayor: nos afecta, y también trasciende varias generaciones. Una encrucijada histórica. Porque antes debemos resolver si somos y nos sentimos y promovemos pueblo, o no. O si somos masa, y nos moldean como tal. Esta es la cuestión, personalísima, o masificadora: resolver cada quien, en conciencia, qué actitud y qué consecuencia le sigue y nos sigue en la decisión. Y luego sugerir a otros proponerse propio examen ciudadano, y ser consecuentes.
Recién terminé con mis hijas un viaje gozoso como conmovedor -movió y removió sentidos, espiritualidad- por la India. País con el que compartimos, entre muchas percepciones, contrastes de extrema pobreza, por ejemplo, No se diga de colores, piel, o especies: en esto los indios tienen tesoros apetecidos desde antes de salir Colón por ellas. Hoy el subcontinente más poblado de la tierra (1,400 millones de habitantes, 15 idiomas oficiales, más decenas de dialectos. Multireligioso: con hindúes el 80’%, y musulmanes, siks, jainistas, católicos, anglicano, ateos). A ellas y a mí, nos movieron las huellas últimas de pasos de Gandhi en Birla House, en Delhi, antes de ser asesinado líder de la independencia, inspirador de movimientos no violentos, y de cambios políticos, económicos y sociales. Su búsqueda de la concordia entre religiones, no religiones o ateos, y otras visiones que cada persona tenga, es parte de su legado apropiable.
“Vislumbres de la India”, es libro que escribió nuestro nobel, Octavio Paz, embajador en ese país, cargo al que renunció luego de matanza del 2 de octubre de 1968. La India celebra, cada 26 de enero, el Día de la República, entrada en vigor de la Constitución de 1950. La de la mayor democracia del mundo desde entonces. Y por supuesto, la más relevante del estado laico que abriga y protege a toda esa multiculturalidad, como a todas las libertades de creencia y su correspondiente expresión. Son por ello, y más, vislumbres y destellos para nosotros.
Referencia india viene al caso, como su ostensible espiritualidad: por su disposición a dialogar, deliberar, reflexionar en conjunto. Con intensidad, y buscando acuerdos. (Aparte de logros en tecnologías de la información o cinematográficas, bollywood, visibles e incontenibles). Método democrático griego se confirma como único viable para salvar patrias y proyectos personales de manera perdurable. Esto supone: no ser masa, sí pueblo. Es camino viable. Tenemos cita los mexicanos con destino este 2 de junio. Lleguemos todos juntos, y a tiempo. ¡En cada uno de nosotros está! N