Definitivamente la vida (o alguna fuerza superior), pone todas las cosas en su justa dimensión, así como también en el lugar exacto; y esto quedó comprobado por este contador de historias; en un apresurado viaje a la Ciudad de México, pasé a ser una estadística más en la interminable lista de personas afectadas por los vuelos retrasados en un aeropuerto, por lo que, decidí acudir a una pequeña barra a tomar algo refrescante para sobrellevar el calor de la terminal, así como calmar mis nervios típicos antes de abordar un avión.
Ya siendo atendido por el “amable” bartender, noté que a mi izquierda se apersonó un joven de escasos 19 o 20 años, quien de inmediato pidió algo de beber, sin embargo, fue en un descuido que derramó su bebida, sentí su apenada mirada, y le extendí las escasas servilletas que me fueron entregadas al servirme mi bebida, las recibió y limpió su parte de la barra.
Fue en ese momento que, el silencio quedó roto al recibir sus disculpas, seguido de lo que sería el inicio de este escrito que hoy tiene entre sus manos.
Me dijo: Discúlpame amigo, lo que pasa es que se me pasaron los tragos, bebí mucho mezcal, pensé que no me hacía nada, por lo que tomé cerveza y no se en qué momento me mareé y tengo que presentarme mañana a las 7 de la mañana en el cuartel de Toluca, y ahora quiero que se me baje.
En ese momento, mi instinto reporteril apareció, recordé que en nuestra pasada edición impresa realizamos un reportaje de la película de David Zonana, Heroico y el revuelo que tuvo, por lo que, no perdí ni un segundo en decirle: ¿Viste la película Heroico?, yo entrevisté al director, es un filme muy fuerte; respondió con una sonrisa y me dijo: nos obligaron a ir a verla y no amigo, esa película se quedó muy corta con lo que en realidad pasa ahí dentro, y no solo en el Heroico Colegio Militar, en todos los cuarteles se vive lo mismo.
Fue entonces cuando decidí presentarme y decirle que soy reportero de Newsweek en Español Baja California, y que si me permitía entrevistarlo, a lo que accedió sin problema, con la condición de que guardara su anonimato cosas que desde luego haré.
Comenzó diciendo que para ingresar es necesario mentir, ya que, en su caso, no le quedó más opción, solo entrar ya que su padre lo obligó, justo antes de desaparecer de su vida, por lo que, mintió al decir que tiene una buena relación con él; ya una vez ingresado a las filas, los castigos y torturas son el pan de cada día, esto con la finalidad de romper tu espíritu y hacerte una persona prácticamente sin sentimientos, que vivas, comas y respires la disciplina que ahí te imponen.
En su caso, mi entrevistado inició la tramitología para un curso para ser miembro del antes llamado Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), hoy Cuerpo de Fuerzas Especiales (CFE) del Ejército Mexicano.
“La película es buena amigo, pero realmente le falta mucha de la crueldad que se vive, nos levantan con baldes de agua helada, nos hacen mordazas cuando estamos acostados y nos golpean, el mortero es de los mas extremos ya que nos colocan de cabeza y con los pies y espalda pegada a la pared, nos destrozan las piernas con sentadillas, pasamos las noches en vela marchando, y en la mañana a la hora de izar la bandera muchos se desmayan, pero lo más terrible son las violaciones y los compañeros que de repente no los vuelves a ver y van sus familiares a buscarlos y no los encuentran”, recordó mi anónimo comunicante.
Fue tal su tristeza o emoción al ser entrevistado que en un arrebato me enseñó su contrato, en el cual se especifican todas las clausulas a las que te sometes al aceptar y firmarlo. “Tu vida ya no es tuya amigo, tu vida es de tu teniente coronel o de tu superior y en el peor de los casos, tu vida depende del bribón que tiene más tiempo que tú en la institución y goza con el dolor ajeno”, mencionó con un dejo de rencor y tristeza a la vez.
De inmediato le pedí autorización para tomarle una fotografía a su contrato, a la que accedió, siempre que ni su nombre ni el de su superior apareciera, y aquí presento esas fotografías que dan fe de que la vida pone a todo en su justa dimensión o en el lugar exacto.
Luego de sacar las fotografías, me dijo: Amigo, por favor no publiques mi nombre porque me puedo meter en un problema muy serio, debo irme, ya bocearon mi vuelo y no quiero perderlo, gracias por las servilletas y me dio gusto conocerte; a lo que respondí con un sincero apretón de manos y le dije que contara con mi profesionalismo y un eterno agradecimiento por haberme regalado esos minutos de tan extraña plática. N