Armado con una larga cerbatana y dardos con curare, un veneno extraído de plantas, Kominta Yate expresa en lo profundo de la Amazonia de Ecuador estar dispuesto a luchar contra un gigante. “La selva es mi casa”, advierte ante la presencia de petroleras que explotan la rica región en la que viven él y otros indígenas.
“La selva es para mí un hogar libre, es mi casa, y no quiero que personas extrañas lleguen a mi territorio”, dice a la AFP este anciano cazador de la nacionalidad waorani que habita en la aldea de Bameno, en la provincia de Pastaza, en el sureste de Ecuador y frontera con Perú.
Ese pequeño poblado, a orillas del río Cononaco y en el que habitan unas 200 personas, se opone a las actividades extractivistas en el Yasuní, un Parque Nacional que integra una de las reservas de la biósfera más diversas del mundo.
“No quiero empresa petrolera que llegue a mi territorio. Así quiero vivir yo, libremente, en un lugar sano”, reitera en su lengua (wao terere) Kominta Yate, quien anda desnudo por la espesura como si aún fuera nómada como sus antepasados.
La decisión está en manos de los ecuatorianos. Junto a las elecciones generales anticipadas del 20 de agosto se celebrará una consulta popular vinculante para decidir si se suspende indefinidamente la explotación de crudo en el estratégico bloque ITT, que está dentro del Yasuní y del que se extrae un 12 por ciento de los 466,000 barriles diarios que produce el país.
“LAS PETROLERAS DESTRUYEN EL AMBIENTE EN DONDE YO VIVO”, RECLAMA UNO DE LOS INDÍGENAS
El gobierno, que se opone a la consulta, estima pérdidas por 16,470 millones de dólares en 20 años si se revuelve dejar el petróleo del ITT bajo tierra. Los waorani, con unos 4,800 miembros y dueños de unas 800,000 hectáreas de las provincias amazónicas de Orellana, Pastaza y Napo, están divididos. Unos apoyan a las petroleras y otros las rechazan como en Bameno, que por ahora está alejada de la explotación hidrocarburífera.
La Constitución reconoce que los pueblos originarios “tienen la propiedad colectiva de la tierra, como una forma ancestral de organización territorial”, pero mantiene la potestad del Estado sobre el subsuelo. La industria petrolera “destruye el ambiente en donde yo vivo”, enfatiza el anciano cazador a través Elisa Enqueri, una joven wao que hace de traductora.
Con el fin de visitar a familiares, Enqueri llegó a Bameno, adonde un grupo de periodistas accedió tras navegar 12 horas por varios ríos de Pastaza como el Shiripuno.
“Mi abuelita dice que ella se enfrentaría con la lanza. Tiene la energía y se siente joven aún (…) para no permitir que venga gente extraña”, indica la activista que defiende el Yasuní, de un millón de hectáreas y que alberga varios pueblos indígenas, incluidas dos tribus emparentadas con los wao que se mantienen en aislamiento voluntario.
Los taromenane y tagaeri, que evitan el contacto con extraños, son rivales y han protagonizado matanzas entre sí. Incluso han atacado con lanzas a trabajadores petroleros y madereros.
RIESGO DE ETNOCIDIO
Las actividades petroleras “afectan el modo de vida de los indígenas y pone en riesgo su existencia. Hay un grave riesgo de etnocidio, del exterminio total de estas comunidades”, manifestó en Bameno a la AFP Pedro Bermeo, abogado y vocero de Yasunidos, la coalición de organizaciones ambientalistas que impulsa el referendo sobre el ITT.
La Corte Constitucional avaló la realización de la consulta luego de que la coalición consignara las firmas de apoyo requeridas por la ley. En la protegida reserva del Yasuní han sido identificadas 2,000 especies de árboles, 610 de aves, 204 de mamíferos, 150 de anfibios, 121 de reptiles y 100,000 de artrópodos, según la privada Universidad San Francisco de Quito.
Moi Guiquita, otro joven wao, sostiene que “cada vez ha sido (…) más abrupto” el ingreso de petroleras al Yasuní, donde hay otros campos petroleros que están en operación desde antes del ITT, que comenzó a ser explotado en 2016.
“Hace unos 60 años estaban mucho más lejos, pero cada vez se van acercando más y más” hacia Bameno, añade el ambientalista, apuntando que para escapar de las secuelas de la actividad petrolera “no podemos irnos más allá porque ya no hay más” área libre del extractivismo en su región. N
(Con información de AFP)