Cuando pensamos en una persona productiva, imaginamos a alguien que inicia sus días muy tempranito y se pasa las horas en actividad constante, hasta que cae desmayado en la cama a dormir hasta el siguiente día. Sin embargo, las evidencias indican lo contrario: una persona productiva es, fundamentalmente, relajada. Aprovechemos el Día internacional de la Relajación para conocer por qué saber relajarnos nos hace más productivos.
CANSADOS E IMPRODUCTIVOS
México cuenta con una de las tasas de agotamiento laboral más altas del mundo (ocho de cada diez personas tienen estrés laboral), algo que no tiene su correspondiente productivo.
Siendo el país con la mayor cantidad de horas trabajadas por año (2,137 horas por año por persona), su productividad por hora trabajada se encuentra por debajo del promedio de la OECD (98.3 dólares).
Con estos indicadores podemos especular que en México hay cultura de trabajo duro, pero no de trabajo productivo.
Cuando se habla de trabajo productivo, el abordaje es justamente el contrario. Es decir, que se sepan elegir las actividades que aporten al resultado, y hacerlas en el menor tiempo posible.
Esta es la razón por la cual los países que pasaron procesos de industrialización son productivos, ya que han dejado a las máquinas el trabajo duro para enfocar el trabajo humano en lo que es propio del aporte humano: innovación, creatividad y talento en acción.
RELAJACIÓN Y PRODUCTIVIDAD
Para que la triada anterior pueda florecer, es necesario que el cuerpo esté en equilibrio nervioso, es decir, que esté descansado y razonablemente activo. Para ello es importante saber que se debe cumplir con el delicado ritmo circadiano de actividad y descanso.
La fase de actividad es la que comienza con el inicio del día, la salida del sol. Es necesario al despertarnos exponernos al sol, para que el cerebro reciba la orden y el sistema simpático se ponga en acción.
El sistema nervioso simpático es el estado de alerta encargado de generar el movimiento y poner la energía hacia el mundo exterior. Iniciar el día haciendo una actividad física nos recarga el cuerpo y nos prepara la ser productivos.
Durante esta fase estamos en contracción, enfoque hacia objetivos y movimiento, pero también estamos en fase de desgaste celular y envejecimiento, conocido como catabolismo.
La fase de descanso es la que comienza al final del día, con la salida de la luna. Es necesario bajar la intensidad de la luz, para que el cerebro reciba la orden de descanso y el sistema parasimpático se ponga en acción.
El sistema nervioso parasimpático es el estado de relajación encargado de generar el descanso y poner la energía hacia el mundo interior. Tomarnos un baño caliente o escuchar música suave es clave.
Durante esta fase estamos en relajación, enfoque hacia la reflexión y el descanso profundo. Pero también estamos en fase de regeneración celular y rejuvenecimiento, conocido como anabolismo.
Cuando tenemos un equilibrio entre la actividad y el descanso, ambos sistemas nerviosos se fortalecen y somos tan productivos de día como regeneradores energéticos de noche. Por esta razón, quienes trabajan las horas adecuadas pueden ser productivos a largo plazo sin agotarse, desgastarse ni enfermarse.
LA DESGASTANTE VIDA MODERNA
La búsqueda de la eterna juventud es un objetivo que la gran mayoría de las personas persigue. Algunos con productos tópicos como cremas, otros con superalimentos y otros más extremos como cirugías e implantes.
Pero cuando se trata de una vida larga, saludable y productiva, debemos saber que el estilo de vida es clave.
Quienes viven en ciudades están sujetos a la estimulación externa casi 24 horas al día. De acuerdo con el Instituto Universitario de Salud Mental Douglas de Montreal (Canadá), vivir en una urbe aumenta en un 21 por ciento la probabilidad de sufrir un trastorno de ansiedad. Por otro lado, un estudio de la Universidad de Lund (Suecia) demostró que cuanto más grande es la ciudad, mayor riesgo de tener depresión.
Si bien es cierto que hasta ahora hemos considerado que vivir en las ciudades incrementaba nuestro nivel de ingresos y con ello la comodidad con la que nos desenvolvemos día a día, también es cierto que, de no tomar en consideración la forma como vivimos, estamos en riesgo de privarnos de una vida de calidad, que nos mantenga saludables y productivos a largo plazo.
BAÑOS DE NATURALEZA
Menos del 1 por ciento de la evolución humana se ha desarrollado en ciudades y construcciones no biodegradables. Por esta razón, la naturaleza tiene un efecto regulador y de relajación en el sistema nervioso humano.
Diversos estudios han demostrado que el contacto con la naturaleza y la conexión con el sonido de los bosques disminuye y regula nuestra frecuencia cardiaca. A diferencia de lo que creemos, que estar en medio de la jungla es estresante, la verdad es que nos genera el efecto contrario: la naturaleza nos calma.
Para quienes no disponen de naturaleza cerca o tienen un ritmo de vida que no deja espacio para visitar un bosque, lo recomendable es incorporar elementos de naturaleza en sus áreas de descanso. El cerebro no diferencia con exactitud lo que es real de lo que es simulado, por ello, la exposición a sonidos de agua corriendo, el cantar de los pájaros o la lluvia influye sobre la relajación del cuerpo.
De igual manera, la presencia de plantas dentro de la casa o luces tenues como de velas permite al cerebro relajarse.
TRES RECOMENDACIONES PARA RELAJARTE
Aunque creemos que relajarnos no es productivo, la biología nos muestra que la relajación es un factor importante en la capacidad de producir. Para incorporar estos espacios conscientemente, aquí encontrarás tres recomendaciones básicas que te servirán de inicio a la incorporación de la relajación diaria:
1. Haz de tu habitación un santuario de descanso. Mantén alejado de tu habitación cualquier dispositivo electrónico que distraiga tu intención de irte a dormir cuando se llega la hora de hacerlo.
2. Incorpora luces tenues en tus espacios de relajación. Tener la casa muy iluminada de noche bloquea la actividad del sistema parasimpático, por ello es recomendable tener luces bajas al final del día, utilizar pocas luces e incluso iluminar con velas.
3. Desconéctate del trabajo tres horas antes de dormir. Nada que sea importante es urgente. Si has atendido tus pendientes en sus horarios correctos, no tienes nada que llevarte a casa, ni tienes por qué estar disponible a altas horas de la noche. Apunta en un papel lo que harás al día siguiente para no olvidarlo y acuéstate a dormir. N
—∞—
Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.