DE POLÍTICA Y ALGO MÁS
Empezaremos por definir qué es “gerontocracia”. La Real Academia de la Lengua Española la define como “el gobierno o dominio ejercido por ancianos”. Si bien el término no es exclusivo del gobierno (ya que podría aplicarse en el sector privado), podemos ver una tendencia en donde las posiciones de toma de decisiones importantes y las más relevantes en el gobierno de México y de las principales potencias mundiales se encuentran en manos de adultos mayores.
Lo anterior bien se podría explicar con base en la experiencia, trayectoria y requisitos que se tiene en el grupo de notables. En la antigua Roma, se le daba una deferencia a un concejo de ancianos que tomaba las decisiones clave de la república. El problema que podría estarse fraguando es que se abre una brecha generacional entre los gobernantes y los gobernados, en donde las visiones sean incompatibles.
Parte esencial de la democracia para su adecuado funcionamiento es que los líderes, los representantes populares, las personas en puestos de poder, estén en sintonía con el grueso de la sociedad. Por eso, el ser muy joven o muy mayor podría hacer que las personas en puestos privilegiados carezcan de la noción y sensibilidad de los tiempos y circunstancias en las que se vive en determinado espacio temporal.
¿FIJAR UNA EDAD MÁXIMA?
Si bien en la ley de México se contempla una edad mínima para acceder a los puestos y posiciones dentro del enorme aparato gubernamental (en el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial) como, por ejemplo, para ser presidente de la república o fiscal general o ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la ley señala como requisito el tener como mínimo 35 años.
Y para ser senador de la república o para diputado federal la ley señala tener 21 años. ¿No debería de existir una edad máxima para ser aspirante a acceder a alguna de ellas?
¿Fijar una edad límite de 70 años no sería una razonable edad máxima para acceder a una posición de toma de decisión con relevancia e impacto en el porvenir de la nación?
Razones sobran, desde un detrimento en las capacidades cognitivas, físicas y mentales naturales de una edad avanzada, hasta un relevo generacional sano. Siempre se busca una visión innovadora, moderna, fresca, acorde con los tiempos que se viven.
El debate sería sano, y valdría la pena el analizar sobre qué posiciones pudiera ser beneficial el delimitar las edades máximas de los titulares. Sobre todo, en dependencias estratégicas, de relevancia en el sistema de gobierno, como los son las áreas de innovación, de procuración de justicia, de seguridad pública, entre muchas otras. N
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Carlos Jiménez Rodríguez, liberal, librepensador, 34 años de edad, licenciado en cine y televisión, maestro en administración pública, columnista, se ha desempeñado como servidor público en la Ciudad de México y como asesor legislativo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.