Cuando un matrimonio extravió a su gata, en septiembre de 2015, y se mudó al otro lado de Estados Unidos, supuso que había perdido a su mascota para siempre. Fue entonces cuando John Welsh entró a escena.
Welsh, funcionario de información pública de Servicios Animales del Condado de Riverside, en California, declara a Newsweek que, a principios de enero, un buen samaritano llevó al refugio a una gata doméstica de pelo corto después de hallarla en el centro de Riverside.
La gata, llamada Ebi, fue cuidada por un misterioso individuo, indica Welsh, a quien describió como cálido y afectivo, pero un tanto inestable. Ebi tenía apenas tres meses de edad.
“Todo el tiempo nos llegan animales”, dice Welsh. “Hablamos de miles de mascotas cada año. Siempre nos emocionamos cuando escaneamos al animal y escuchamos un pequeño ‘bip’. Eso significa que el animal tiene un microchip”.
Menos de 2 por ciento de los gatos del refugio vuelven a reunirse con sus propietarios, añade. El microchip de Ebi llevó a los empleados del refugio a averiguar que sus propietarios, Joe y Leanna Drnec, se habían mudado de California al área de Knoxville, Tennessee, unos siete años atrás.
Un empleado llamó a la pareja para preguntarles si querían de vuelta a su gata. Joe respondió que pensaron que nunca volverían a ver a Ebi.
“Ella era principalmente una gata de interiores”, dijo Drnec. “Pero simplemente se volvía loca en la puerta, y siempre quería salir. Nosotros se lo permitíamos, pero mi esposa siempre la vigilaba. Posteriormente, se convirtió en una gata de interiores y exteriores. Pero un día ya no regresó”.
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El regreso de Ebi al refugio de Jurupa Valley le dio una idea a Welsh. “Mi cerebro comenzó a trabajar en automático, y pensé que probablemente tendría que enviar a esta gata a Tennessee”, dice Welsh a Newsweek.
Para él, no era raro devolver animales a sus propietarios. Había hecho justamente eso a finales del año pasado, cuando, además de lograr que Southwest Airlines no le cobrara su tarifa, utilizó su propio dinero para enviar por avión a un gato a la ciudad de Oklahoma para homenajear al tío de una mujer.
Welsh tenía cierta afinidad por Tennessee, así que lo único que tenía que hacer era desarrollar la logística de su misión. Tuvo que usar sus vacaciones y emplear su propio dinero para reservar un vuelo, alquilar una habitación de hotel y rentar un automóvil. También tuvo que convencer a su esposa de que el viaje valía la pena. Ella estuvo de acuerdo.
“El refugio no puede gastar el dinero de los contribuyentes en una mascota personal”, dijo Welsh. “Enviar a un gato en un vuelo que atravesara el país es algo que jamás iban a autorizar”.
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Además de devolver a Ebi a sus legítimos propietarios, la intención de Welsh se convirtió en algo personal. Su propio gato de 14 años acababa de morir.
“Sé lo mucho que significa un gato para las personas”, dice. “Mi esposa y yo realmente lo sentimos. No tenemos familia, y el gato era como nuestro hijo”.
Welsh programó su vuelo para el 16 de febrero, casi como una reunión del día de San Valentín. Recuerda haber despertado a las 3:11 horas de aquel día para asegurarse de estar en el refugio de animales a las 4:00. Después, condujo al Aeropuerto Internacional de Ontario, en el condado de San Bernardino, alrededor de las 5:00, antes de despegar, como a las 6 de la mañana.
Después, alquiló un automóvil y condujo desde Nashville hasta la comunidad de Bearden, en el oeste de Knoxville, para reunirse finalmente con el mecánico de motocicletas Joe Drnec, cerca de las 18:30 horas, en el taller donde trabaja.
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Welsh indica que Drnec, un tipo “estoico”, se sorprendió de que Ebi siguiera con vida y que estuviera de vuelta en casa. “Nunca creímos que pudiéramos volver a ver a verla”, dijo Joe. “Es realmente una historia asombrosa”.
Welsh dice a Newsweek que el viaje transcurrió rápidamente, y añade que sentía como si algo en su vida se hubiera perdido después de pasar todo el día con Ebi. Casi como si hubiera extraviado una valiosa parte de su equipaje.
Entre los pasajes de avión, el hotel y el alquiler del auto, dice haber gastado al menos 1,000 dólares. Cuando se le pregunta si el viaje valió la pena, Welsh responde que fue una oportunidad de hacer algo bueno mientras recorría el país.
También le dio la oportunidad de educar al público sobre la importancia de colocar microchips a sus mascotas. “Este viaje me dio muchas recompensas”, concluye. N
(Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek)