EN EL AMANECER del día posterior a su primera reunión cara a cara con el presidente Joe Biden, el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, salió a caminar por la Explanada Nacional y el Monumento a Lincoln, con varios asesores y unos cuantos fotógrafos a la zaga, para evaluar su visita relámpago a Washington, D. C. y, tal vez, para recordarle visualmente al público en casa que se había restaurado la importancia estratégica de la alianza entre Estados Unidos y Japón.
Durante la Guerra Fría, el punto muerto por décadas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, un exprimer ministro japonés describió orgullosamente a su país como “un portaaviones que no se puede hundir” en el Pacífico, ubicado estratégicamente cerca de la costa del enemigo. Fue la amenaza del expansionismo soviético lo que hizo de la alianza, posterior a la Segunda Guerra Mundial, entre dos exenemigos la base de la seguridad de Estados Unidos en Asia Oriental. Sin esa amenaza, después de que la Unión Soviética implosionó, la alianza se fue a pique. Por un tiempo, la rivalidad económica remplazó a la cooperación estratégica, y con Barack Obama, Japón se enojó porque Estados Unidos enfocó su atención en cortejar a Pekín.
Todo eso cambió en los últimos cuatro años. Encabezada por Donald Trump, la opinión de quienes controlan la política exterior estadounidense cambió considerablemente. Pekín ahora es vista como un adversario estratégico, si no es que un enemigo franco de Estados Unidos y sus aliados en Asia Oriental. Y ello significa que Japón ha vuelto, a lo grande. “La relación entre Estados Unidos y Japón es la alianza más importante que tiene Estados Unidos”, dice H. R. McMaster, exasesor de seguridad nacional, a Newsweek.
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Contrarrestar la influencia cada vez mayor de China en Asia Oriental es imposible sin Japón. “Incluso si pocas veces se la menciona por su nombre”, comenta Patrick Cronin, presidente de seguridad de Asia-Pacífico en el Instituto Hudson, un grupo de expertos en Washington, “China es el eje inequívoco alrededor del cual giran todos los asuntos de alianzas políticas”.
Ese hecho lo dejó en claro la llegada del primer ministro japonés, Yoshihide Suga, a Washington el 16 de abril, el primer líder extranjero que se ha reunido con el presidente Joe Biden en la Casa Blanca. Él y Biden pasaron casi tres horas conversando, enfocados tremendamente —aunque no exclusivamente— en el desafío de China.
Por décadas, ha sido la creencia popular diplomática que Estados Unidos y el Reino Unido compartían una “relación especial”, incluso más cercana que los lazos de Washington con Canadá, Australia o México. La alianza revitalizada entre Estados Unidos y Japón, motivada por intereses compartidos de contener y competir con China, significa que la de Estados Unidos y el Reino Unido ya no es la única “relación especial” de Washington. En una entrevista exclusiva con Newsweek el día posterior a sus reuniones en la Casa Blanca, Suga evitó usar la frase “relación especial” (tal vez por no querer buscarle las cosquillas al primer ministro británico, Boris Johnson), pero reconoció francamente lo que significaba la reunión: “Fue una evidencia del nivel alto de importancia que [el presidente Biden] y el gobierno estadounidense le dan a Japón”, dijo.
Suga es el primer ministro que ahora tiene la tarea de definir cómo será esa relación. Sucedió a Shinzo Abe (quien fungió como primer ministro por diez años en dos periodos diferentes) en un momento en que aumenta la preocupación de los aliados de Estados Unidos ante el evidente —y cada vez mayor— desprecio de China a las normas internacionales establecidas que dispusieron y mantuvieron Estados Unidos y sus aliados desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Dos veces en su entrevista con Newsweek, Suga usó la palabra “grave” para describir el ambiente de seguridad cada vez más tenso en Asia Oriental.
MINISTRO DE CUNA HUMILDE
Al contrario de muchos funcionarios electos eminentes en Japón que provienen de familias políticas dinásticas, Suga viene de cuna humilde. Es hijo de un granjero de fresas en el norte de Japón. Dijo en su primera reunión cara a cara con Biden que los dos compartían el lazo de tener orígenes relativamente modestos, “y luego labramos nuestro camino para convertirnos en políticos, y luego líderes de nuestros países”. Suga fue elegido por primera vez al concejo municipal de Yokohama en 1987, y luego a la Dieta (la legislatura japonesa) en 1996. Allí se hizo amigo de Abe, quien lo nombró su secretario en jefe del gabinete cuando fue elegido como primer ministro. Suga fungió en ese puesto por ocho años, más que cualquier otra persona que hubiera tenido antes el puesto, y sucedió a Abe en septiembre del año pasado.
Remodelar la alianza entre Estados Unidos y Japón para el siglo XXI no será fácil. Enfrentar a la Unión Soviética era un juego de niños en comparación con los retos que le representa Pekín a Washington y sus aliados, con Japón como el principal entre ellos.
Aun cuando China todavía no tiene el poderío militar que otrora tuvo Moscú, su enorme influencia económica complica cualquier estrategia de contención que pudiera contemplar Occidente, y le da a Pekín una enorme carta estratégica que la Unión Soviética nunca tuvo en sus manos. Estados Unidos y Japón deben competir con Pekín económicamente, disuadirla militarmente en lo que ambos países llaman el “Indo Pacífico”, y descifrar cómo enfrentar a China por sus abusos indignantes a los derechos humanos.
Nada de eso será fácil. China hoy es el principal socio comercial de Japón, tras rebasar a Estados Unidos en 2017. La economía de Tokio está mucho más entrelazada con la de Pekín de lo que lo está la de Estados Unidos. Japón exportó 141,200 millones de dólares en artículos a China en 2020, sumando 22 por ciento de sus exportaciones. Estados Unidos exportó 124,000 millones de dólares a China: apenas 7 por ciento de las exportaciones estadounidenses. La inversión extranjera directa de Japón en China en 2019 fue de 14,400 millones de dólares; la inversión extranjera directa de Estados Unidos en China fue de apenas 7,500 millones de dólares. Y aun cuando Abe, cuando fue primer ministro, empezó a pagarles a las compañías japonesas para que sacaran sus cadenas de abastecimiento fuera de China, ese programa ha tenido un éxito limitado hasta ahora. El año pasado, el país presupuestó poco más de 500 millones de dólares en subsidios enfocados en solo 87 compañías, cifras relativamente pequeñas, dada la gran presencia del Japón corporativo en China.
Aun así, es un asunto en el cual tanto Biden como Suga prometieron trabajar. Según Masashi Adachi, miembro del parlamento japonés y asesor especial de Suga, después de la pandemia del covid-19 tanto Estados Unidos como Japón han reconocido la importancia de la “resistencia de la cadena de abastecimiento”, o sea, asegurarse de que un solo país no domine la producción de algún producto vital, ya sean cubrebocas en medio de una pandemia o tierras raras necesarias para fabricar muchos artículos de alta tecnología. Ellos “prometieron cooperar en asuntos de la cadena de abastecimiento en industrias como los semiconductores y [las redes de telecomunicaciones] 5G”, comenta Adachi a Newsweek. Eso significa hallar otras ubicaciones alternativas en la región como una manera de reducir la dependencia en las fábricas de chips localizadas en China.
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“Si algún desastre natural o algo más sucede —algún evento inesperado—, entonces tenemos un problema grave, y eso fue lo que sucedió [durante el año pasado con el covid-19]. En ese sentido, no decimos ‘China es un problema’, pero tenemos que considerar cuál es la mejor cartera para una cadena de abastecimiento mundial sin dificultades”, explicó Adachi.
Los críticos en ambas orillas del Pacífico creen que la resistencia de la cadena de abastecimiento es solo una pieza de lo que debería ser una estrategia mucho más amplia para competir económicamente con Pekín, una que muchos en Tokio creen que hace falta en Washington. Una estrategia común entre Estados Unidos y sus aliados clave ha fallado, al parecer de muchos, desde que Trump retiró a Washington del Acuerdo Transpacífico (TPP), el acuerdo comercial que incluso Hillary Clinton dijo que ella no lo habría implementado de haber ganado la elección de 2016. Como dijo recientemente el exasesor de seguridad nacional McMaster en un comunicado de prensa, el TPP es letra muerta en Washington. No será retomado. Pero no está del todo claro si Biden tiene alguna idea firme de qué, si acaso, podría remplazarlo para contrarrestar el peso económico cada vez más grande de China en la región.
MITIGAR LA HEGEMONÍA ECONÓMICA DE CHINA
Mientras tanto, Tokio no afloja, presionando por una versión del TPP que no incluya a Washington. Pekín reclama ser parte de ese pacto, cuanto más para darle la mejor forma de acuerdo a sus deseos, según sospechan los analistas, y derrotar así el propósito de mitigar la hegemonía económica de China en la región.
Quitar a China de los intereses económicos japoneses y estadounidenses es difícil. Sus compañías están allí para servir a un mercado enorme, o para usarla como una plataforma barata de exportaciones, o ambas. General Motors no soñaría con “separarse” de China porque sabe que Toyota y BMW tampoco lo harían. El enfoque de ambos países, como dijo Adachi, es asegurar la resistencia de la cadena de abastecimiento en industrias clave selectivas, incluidas aquellas que impulsan la inteligencia artificial y la computación cuántica, que son aplicaciones clave de defensa que solo se vuelven más y más importantes.
La cumbre de Suga y Biden se dio en medio de un nerviosismo palpable en ambas orillas del Pacífico. La preocupación: “el comportamiento de coerción y desestabilización [de China] en Asia Oriental”, según una declaración conjunta publicada el 13 de marzo por Antony Blinken y Lloyd Austin, secretarios de Estado y Defensa de Estados Unidos, respectivamente, y sus pares japoneses. Específicamente, la preocupación se centra en las intervenciones de Pekín cerca de las islas Senkaku de Japón, las amenazas a Taiwán, así como las violaciones a los derechos humanos en Hong Kong y la región mayoritariamente musulmana de Xinjiang en China. “El clima de seguridad que rodea al país —reconoció Suga a Newsweek— aumenta su gravedad”.
Ante ese escenario, la cumbre repasó la lista de los compromisos de seguridad estándar entre las dos naciones. Como dijo Suga en repetidas ocasiones durante su entrevista con Newsweek, la dedicación a un “Indo Pacífico libre y abierto”, una formulación que originó el exprimer ministro Abe, la cual fue adoptada incondicionalmente por la administración de Trump y, ahora, la de Biden; Estados Unidos reafirmó su compromiso con el tratado de defender a Japón si llega a ser atacado, y se refirió específicamente a las Senkaku (una cadena de islas en el mar de la China Oriental, también reclamada por la República Popular de China). El mensaje a Pekín: ni siquiera piensen en usar la fuerza para retomar las islas.
Con Abe, Japón aumentó su presupuesto de defensa constantemente por nueve años seguidos. Los funcionarios estadounidenses apreciaron eso, pero quieren más. Específicamente, al Departamento de Defensa de Trump y de Biden le gustaría que Japón no solo pensara en defenderse contra China y Corea del Norte —las dos amenazas obvias—, sino que participara más en lo que los analistas de defensa llaman “negación de área”: trabajar con Estados Unidos para defender las islas en disputa en los mares de la China Oriental y Meridional por varios medios, incluida la adquisición de misiles de tierra que puedan atacar a las fuerzas chinas. “Cuantos más misiles tengamos nosotros y nuestros aliados ubicados en la región que pudieran atacar fuerzas chinas en defensa de las varias cadenas de islas, más grande será nuestra disuasión. Esta debería ser un área obvia de enfoque mutuo”, comentó a Newsweek un funcionario del Pentágono profundamente enredado en el asunto.
El foco de tensión más grande en la región es, por supuesto, Taiwán. Los analistas señalaron que la declaración publicada por ambos bandos en marzo mencionaba específicamente a Taiwán, una línea aparentemente inocua que reza: “Los ministros enfatizaron la importancia de la paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán”. La mención de Taiwán, al cual Pekín considera como una provincia renegada, enfureció a la República Popular de China. Biden y Suga no discutieron Taiwán con gran detalle durante la reunión para conocerse el viernes. Pero funcionarios antiguos y actuales de la defensa y diplomáticos estadounidenses creen que se debe incluir más a Japón en la conversación sobre cómo Estados Unidos y sus aliados responderían si Pekín hace una acción en contra de Taipéi.
¿ENMENDAR LA CONSTITUCIÓN JAPONESA?
El problema es que Japón tal vez no esté listo para ello. Como dice Toshihiro Nakayama, profesor de política estadounidense y política exterior en la Universidad Keio de Tokio: “Seamos honestos, Japón es el único aliado que podría tener un papel activo en una contingencia en Taiwán”. Pero el problema para Suga y los actuales dirigentes políticos en Tokio es evidente. “¿En verdad estamos dispuestos a tener un papel activo?”, pregunta Nakayama. “No es algo de lo que realmente hayamos hablado en Japón todavía. Los líderes políticos necesitan comenzar la conversación”.
Pero la conversación está constreñida por la “constitución de paz” de Japón, redactada originalmente bajo la ocupación del general Douglas MacArthur después de la Segunda Guerra Mundial, la cual todavía limita efectivamente a Japón de llevar a cabo acciones militares, excepto defender la patria. Al hablar con Newsweek, Suga comentó que la postura del Partido Liberal Democrático sigue siendo enmendar la constitución para permitirle a Tokio tener un papel de defensa más robusto en la región. Pero él también reconoció que sería laborioso llevarlo a cabo y, por ende, “debemos admitir que la situación es muy difícil”.
El renacimiento diplomático de Japón, su posición como el aliado número uno de Washington en el problema geopolítico central del siglo XXI —cómo lidiar con Pekín— conlleva riesgos, a decir de los analistas. La posibilidad de un conflicto súbito con Taiwán resalta esos riesgos. “Si en verdad sucediera, y Japón no diera un paso al frente para tener un papel activo, podría ser un momento de crisis para la alianza”, opina Nakayama.
Algo que señaló Suga es que no va a ser tímido en hacer público el compromiso de Japón con los principios centrales de Estados Unidos y sus aliados democráticos en todo el mundo. Sus comentarios fueron sorprendentemente fuertes dada la relación económica estrecha de Japón con Pekín. Al preguntarle si apoya la postura del gobierno estadounidense de que la República Popular de China ha cometido un “genocidio” en la región musulmana de Xinjiang, respondió: “El gobierno japonés tiene la política sólida… de mantener los valores fundamentales y universales, incluida la libertad de la democracia, los derechos humanos, así como el imperio de la ley, y yo creo que incluso China debe mantener estos valores”. Para decirlo con moderación, esto no le sentará bien a Pekín. Pero es un mensaje que la administración de Biden recibe de buen agrado mientras busca endurecer las agallas de las naciones con mentalidad similar para que desafíen más públicamente a Pekín cuando sea necesario.
Aun así, es poco probable que Suga ceda a la presión de algunos legisladores japoneses de no reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, a causa de las preocupaciones por los derechos humanos. Aun cuando señaló que una visita del presidente chino a Tokio no está prevista debido a las preocupaciones por el covid-19 —se había planeado una el año pasado—, dijo que una relación estable con China tiene “gran importancia”, y que aprovechar los contactos de alto nivel es clave para mantener esa estabilidad.
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Suga tiene otras preocupaciones apremiantes en casa. La pandemia del covid-19 sigue siendo un problema para su economía, y un aumento reciente de casos ha suscitado preocupación de que los Juegos Olímpicos de este verano pudieran verse amenazados de nuevo. En la entrevista abordó estas preocupaciones. Al preguntarle si había una fecha final para decidir si los juegos seguirían adelante, respondió: “Ya se decidió que los juegos se llevarán a cabo”.
Cuando Suga partió de Washington, el 17 de abril, se fue sabiendo que, incluso si él pudiera dudar en decir que la alianza entre Estados Unidos y Japón se ha convertido en la “relación especial” del siglo XXI, muchas otras personas en la ciudad y alrededor del mundo creen que es así. Hay un orgullo del primer lugar en ello, eso es seguro. Pero también conlleva una responsabilidad, y eso ahora recae en los hombros del hombre delgado de 72 años, quien comenzó como un consejero municipal en Yokohama y ahora es el aliado en jefe de Biden.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek