EL 29 DE ABRIL DE 2017 se escribieron las primeras líneas de la novela La buena suerte, de la autora española Rosa Montero, quien las delineó mientras viajaba en un tren de alta velocidad, también conocido como AVE, de Madrid a Málaga.
Aquel día, la escritora, periodista y psicóloga asistía a un acto de lectura en un pueblo cercano a Málaga, Alhaurín el Grande.
“Iba a dar una charla en un club de lectura. Yo iba escribiendo como el protagonista de la novela, en el primer capítulo, que no es exactamente un thriller, a pesar de tener policías, delincuentes y delitos, sino más bien un misterio existencial muy intenso”, precisa Rosa Montero, desde España, en entrevista con Newsweek México.
En los 41 años que Montero lleva publicando, La buena suerte (editorial Alfaguara) es la primera novela en la que supo el día y la fecha exacta en la que se gestaba esta nueva historia. A este momento la autora lo nombra “el huevecillo”, que es el embrión de la obra.
Cuenta que, mientras viajaba en ese tren, escribía algo en su laptop, hasta que la máquina se detuvo en un sitio distinto a los habituales. “Levanté la cabeza, miré por la ventana y vi el paisaje más horrible; el paisaje urbano más horrible del que pensar se pueda —reitera—. Realmente era un pueblo que no es rural, sino el suburbio de una gran ciudad, paupérrimo, horrible, feísimo. Pegado a las vías”, describe.
De acuerdo con la escritora, había tres vías, y al lado de ellas, unos edificios decadentes, espantosos y rotos, y justo encima, pegado a la última vía, se alcanzaba a ver un balconcito en uno de esos edificios espantosos. Tan horrendo que se distinguía por tener los barrotes picados con el óxido y, en ellos, un letrero improvisado por la tapa de una caja de zapatos y escrito a mano en el que se leía “Se vende”, acompañado de un número de teléfono.
“Me quedé pasmada porque dije: ‘Pobrecito, quién se va a comprar esa casa que está encima de las vías. Además de ser el horror’. Me pareció como el ejemplo perfecto del infierno urbano y del fracaso”, añade.
Fue a partir de ese momento, a manera de epifanía, que Montero comenzó a maquilar su siguiente historia, en la que Pablo, un arquitecto consolidado, al igual que su creadora, se encuentra en un tren y mira un anuncio similar en un pueblo llamado Pozonegro. Decide bajar y abandonar todo. Su pasado. Su trabajo. Su vida. E inicia una nueva existencia desde la oscuridad del confinamiento a la luz que destella Raluca, una joven rumana que conducirá la historia de manera especial.
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DE LAS MÁGICAS COINCIDENCIAS A LA REALIDAD
Basta con leer los primeros capítulos de la novela para identificarse con el contexto actual, donde la pandemia por COVID-19 mantiene estrictas reglas de distanciamiento social, pero, aún más interesante, el confinamiento en casa para contener la propagación de un virus que ha dejado, hasta este mes de septiembre, 970,000 muertes y más de 31 millones de casos en el mundo.
Pablo, el personaje principal, lleva a los lectores a rememorar momentos del confinamiento desde su propio encierro y que, conforme avanza la historia, encontrará poco a poco destellos de paz y luminosidad en la oscura vida de Pozonegro.
El que el personaje, en realidad, se confine en una casa lo convierte en “una de esas coincidencias mágicas que pasan con la literatura. Coincidencias alucinantes”, menciona asombrada la autora, puesto que La buena suerte se publica en plena pandemia de este 2020.
Otra de las coincidencias alucinantes a resaltar en esta historia son los momentos inevitables de la bocanada de preguntas que vienen después de que Pablo baja de ese tren y se queda en ese sitio horrendo, donde el lector se pregunta: ¿estará huyendo?, ¿lo persigue alguien?, ¿huye de sí mismo?, ¿espera a una persona?
“En realidad, lo que pasa es que el personaje se ha salido de su vida. Es un personaje que le ha herido el rayo de la destrucción, el rayo del apocalipsis. Ha vivido un apocalipsis personal y necesita, realmente, al salirse de ese tren, salir de su vida porque ya estaba fuera de ella”, añade Montero.
Para la autora, quien distingue su pluma por narrar historias con personajes supervivientes a las atrocidades, en La buena suerte no es la excepción, pues aquí Pablo necesita volver a reconstruirse y poner los pies sobre la tierra. Necesita reiniciar su vida.
Tal y como les sucede a muchos durante esta pandemia: “Estamos ahora en nuestro apocalipsis global y estamos necesitados de reiniciar nuestras vidas, asumiendo esto y superándolo, evidentemente. Realmente hay muchos ecos de la realidad con la novela”, señala.
LA LITERATURA, TAN NECESARIA CON Y SIN PANDEMIAS
Ante los estragos que atraviesa el mundo por esta pandemia, Rosa Montero habla de las dificultades que en su país se han suscitado después de un duro confinamiento y los recientes rebrotes en Europa que preocupan a la OMS.
“Está siendo un trauma planetario muy duro. En España ha sido muy duro. Ahora tenemos unos repuntes muy fuertes, pero la primera ola de la pandemia fue bestial con los pabellones de hielo en donde se metían los muertos porque las funerarias no se daban abasto y con tantísimos ancianos que murieron en las residencias sin que sus familiares se pudieran despedir. Esto me parece una herida de tal calibre que nos va a costar mucho tiempo curarnos de ese dolor que está en España y en todas partes”, describe.
La autora, quien se considera una persona alegre y que disfruta de la vida, hoy se siente muy triste ante el arrastre del dolor colectivo, de la angustia colectiva y de la inseguridad que muchos comparten en el mundo.
“Nos queda aún mucho por sufrir por la pandemia, nos queda un par de años para que podamos normalizarnos respecto al virus, y luego vendrán, todavía, los años de la resaca económica. Por otra parte, también debemos tener esperanza en nuestra capacidad de resistencia y adaptación. Estoy segura de que podremos salir adelante”, cuenta.
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Durante esta pandemia, diversas expresiones artísticas como teatro o visitas a museos en línea, así como el cine y la literatura, permitieron que quienes permanecieron en cuarentena disfrutaran de esta diversidad cultural desde casa.
La buena suerte es una muestra de una obra en la que, entre la oscuridad de los acontecimientos y las crisis existenciales, hay una luz al final del camino, y este, de acuerdo con Montero, lo considera uno de los libros más luminosos que ha escrito.
“Curiosamente, es una coincidencia afortunada. Necesitamos esa luz, yo necesitaba esa luz que la da, sobre todo Raluca, uno de los personajes y que se convierte en un hallazgo para mí, quien al principio tenía mucho menos papel en la novela y de repente empezó a comérselo todo, trayendo, incluso, el título de la novela debajo del brazo.
“Antes de este descubrimiento, la novela se llamaría El silencio, pero ya con Raluca en escena se llevó todo por delante y trajo una oleada de luz, vitalidad y de alegría en la historia, dando un resignificado al libro, donde la buena suerte es aprender a narrar la vida en otras tonalidades.
“La buena suerte es aprender a mirar la vida de una manera determinada, porque al no controlar nada de lo que nos sucede, como lo ha demostrado la pandemia, sí controlamos la respuesta que damos a lo que nos sucede y puede ser una actitud cargada”, concluye.